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Becky Hammon, entre la traición y el deporte

Estamos a las puertas de unos Juegos Olímpicos, un momento especial y único para cualquier deportista. En principio un motivo de alegría y orgullo, aunque los de Pekín serán unos juegos tristes para Becky Hammon. Su polémica nacionalización y participación con Rusia ha desatado las más duras críticas en su país de origen. Álvaro Paricio nos acerca esta historia de traición de una deportista cuyo único “delito” es querer disputar la Olimpiada

Becky Hammon, protagonista de una intensa polémica (Foto FIBA Europe)
© Becky Hammon, protagonista de una intensa polémica (Foto FIBA Europe)
  

Redacción, 02 Ago. 2008.- A tenor de lo visto en los últimos años, poco o nada queda ya de aquellos valores olímpicos con los que un día Pierre de Cubertin creó los Juegos Olímpicos de la edad moderna. En una sociedad globalizada ya no sólo el dinero no conoce de fronteras temporales y espaciales, las personas y sus valores éticos y morales tampoco se rigen por las reglas de antaño.

La globalización ha provocado la movilidad de capital, empresas y personas a la par que se ha producido un proceso de reconstrucción de las identidades nacionales (especialmente en África y Europa como consecuencia de los cambios políticos). Ambos procesos han convergido en el deporte dando lugar a un fenómeno de reciente aparición: la nacionalización de deportistas.

Profesionales del deporte que cambian de clubes y países y que con el paso del tiempo acaban asimilando la nacionalidad del país de acogida. Generalmente se trata de un proceso lento y paulatino (aunque ahora están de moda las nacionalizaciones express vía boda o vía decreto político y talonario de por medio) en donde el deportista marcha de su país de origen en busca de unas mejores condiciones deportivas y de vida. Esta es una norma no escrita que también tiene sus excepciones y que encontrará en Becky Hammon uno de los casos más llamativos de estos Juegos Olímpicos. La jugadora de la WNBA ha decidido renunciar a su nacionalidad norteamericana para jugar en Pekín con la selección de baloncesto femenino de Rusia desatando la polémica en Estados Unidos.

La raíz del problema

El origen de los hechos lo encontramos en la preselección de 23 jugadoras que el USA Basketball dio a conocer en el 2007. En aquella lista, sorprendentemente, no estaba Becky Hammon a pesar de haber sido una de las grandes estrellas individuales de la temporada en la WNBA (se quedó cerca del trofeo a la MVP) y alcanzar con San Antonio Silver Stars la final de la Conferencia Oeste.

Más tarde, en otoño comenzaba la temporada europea del baloncesto femenino y Hammon se unía al CSKA de Moscú con quien había firmado un contrato multimillonario. Al poco tiempo se iniciaban paralelamente los trámites de su nacionalización después de constatar en primera persona el interés de la federación rusa y, sobre todo, superar la desilusión de no disputar los Juegos Olímpicos con su país de origen.

Hasta el momento todo normal, pero entonces ¿por qué su caso levanta tanta polémica a diferencia de lo ocurrido con JR Holden o Travis Hansen? Sencillamente porque el asunto se complicó cuando en septiembre del 2007 la lista de preseleccionadas se amplió a 30 jugadoras siendo incluida entre ellas Becky Hammon.
Comprometida con Rusia y dolida en su orgullo americano, no había dilema posible para Hammon, la decisión de jugar con el equipo ruso seguía adelante y no cabía marcha atrás.

Entre la ebullición de las grandes ligas norteamericanas y la lejanía de la competición europea, la noticia pasó desapercibida, silenciada y no fue hasta llegada la primavera que no se daba a conocer para el gran público. Era la propia Hammon quien anunciaba en televisión su firme decisión de jugar la Olimpiada con Rusia.

Las repercusiones del conflicto

El interés de Rusia por Hammon aceleró la decisión de la jugadora (Foto FIBA Europe)
© El interés de Rusia por Hammon aceleró la decisión de la jugadora (Foto FIBA Europe)
A pesar de la relevancia de la noticia, ésta pasó sin hacer mucho ruido entre los medios nacionales hasta la conclusión de la temporada en Europa y la finalización de la NBA y NHL. Sin embargo, es a su regreso a Estados Unidos cuando la realidad del problema sacude de lleno a Becky Hammon. De la noche a la mañana, los medios de comunicación se hacían eco de la iniciativa de la base Hammon y comenzaba para ella toda una pesadilla mediática donde era tachada de “traidora”, “Judas” o “la desgracia de USA”. Para la prensa, había traicionado su bandera y su país por el dinero (hay que recordar que con el CSKA de Moscú gana más de dos millones de dólares, cantidad superior a la que recibe en San Antonio) algo imperdonable para el orgullo yankee.

Una de las voces más discordantes con la decisión de Hammon, ha sido, precisamente, una de las personas que más han hecho por avivar el fuego de la polémica. Ann Donovan, seleccionadora nacional, dejó fuera de la lista de 23 jugadoras a Hammon y cuando se enteró de que en Pekín sería su rival estalló declarando que: “Si juegas en EE.UU, vives en este país y has crecido en su mismo corazón, no creo que sea patriótico ponerte el uniforme ruso. Esto es un negocio para ella. Estoy muy decepcionada.” Preguntada posteriormente por esta reacción inicial, Donovan matizó sus palabras aunque el mensaje se mantuvo intacto. “nunca la he llamado traidora… igual ella se siente cómoda llamándola así”

Duras palabras que ofendieron profundamente a Becky Hammon por dos motivos: En primer lugar, porque Donovan le había apartado de su sueño Olímpico y, en segundo lugar, porque las declaraciones de la seleccionadora nacional le tildaban de poco menos que antiamericana.

La respuesta de la jugadora no se hizo esperar y aclaró que todo este problema no se hubiera producido si se hubiera reconocido su calidad incluyéndola en la preselección. “Cuando el pasado año los entrenadores hicieron pública la lista de 23 jugadoras para el viaje a Pekín y yo no estaba en ella es como si me estuvieran diciendo: ‘No te necesitamos’” afirma una Hammon para quien la decisión de jugar con Rusia no ha sido tan difícil como el hecho de asumir que no es válida para su país. “La verdadera pena es aceptar que no vas a ir con el equipo americano”.

Paralelamente al problema desatado en su país de origen, Hammon siempre se ha mostrado muy agradecida con el interés mostrado por la federación rusa y el cariño recibido por la afición de aquel país. “Estoy aquí (Rusia) porque la gente ha mostrado su interés por mí”, declara una jugadora que se defiende de los ataques por su “traición” afirmando que “no vendo secretos a los rusos y esto no es un juego de espías. Simplemente es baloncesto. No estamos en guerra con Rusia, la guerra fría terminó hace mucho tiempo”.

Y es que para Becky Hammon el amor por su país está fuera de cualquier debate. “No conozco a nadie que pueda ser más americana que yo. Crecí en el corazón de América donde se vive bajo el credo de: Dios, familia y país”. Además, Hammon ironiza sobre la trascendencia del problema señalando que “no hay nada más americano que utilizar la situación existente para tu mayor beneficio”. En otras palabras, si no me quiere Estados Unidos ya me buscaré un país que me quiera.

A pesar de las muchas y muy duras críticas recibidas en su propio país, Becky Hammon sabe que no está sola. Aunque minoritarias, también ha recibido muestras de apoyo a su decisión.

Una de las primeras voces en posicionarse a favor de la base de las Silver Stars, fue la legendaria jugadora Nancy Liebermann quien criticó la no inclusión de Hammon en la lista americana. “Ella adquirió el nivel de superestrella. No estaba segura de que pudiera estar en el equipo americano hace cuatro años, pero ha jugado las dos últimas temporadas a un gran nivel. Estuve en contacto con los directivos que eligieron la selección y después de ver la lista de 23 les dije ¿qué habéis hecho? Con el tiempo ellos decidieron ampliar la lista e incluirla pero por entonces ella ya tenía la propuesta de los rusos.”

Otra de las voces que han salido en apoyo de Hammon es la de Donna Orender, presidenta de la WNBA. “Apoyo la decisión de Becky. En la actualidad y con su edad hay jugadores que juegan para muchos equipos y estamos orgullosos de todos los jugadores de la WNBA que jueguen los juegos y hagan realidad sus sueños Olímpicos”, afirma Orender.

Sin embargo, y a pesar de los puntuales apoyos públicos, con tantas opiniones contrarias, el gran caballo de batalla de Becky Hammon es intentar convencer de su decisión al gran público americano. “No espero que todo el mundo me comprenda o se una a mi causa. Sé lo que siento por mi país. Estoy orgullosa de lo que América representa para el mundo. Pero esto es baloncesto, no se trata de algo a vida o muerte. Los héroes reales están en Iraq y Afganistán. Yo juego a baloncesto”, afirma Hammon. Sin duda que ayudaría a comprender esta decisión el recordar como Hakeem Olajuwon o Tim Duncan renunciaron a sus orígenes para jugar con el equipo americano o como una de las nacionalizaciones más polémicas en el deporte actual fue la del atleta keniata Bernard Lagat por Estados Unidos. Cabe averiguar si el aficionado americano preguntó a Lagat por sus valores patrióticos cuando en el 2007 consiguió para Estados Unidos la medalla de oro en los mundiales de Atletismo.

¿Deporte o dinero?

Becky Hammon ha sido acusada de traidora (Foto FIBA Europe)
© Becky Hammon ha sido acusada de traidora (Foto FIBA Europe)
Dicho todo esto, ¿se imaginan a Rusia arrebatando el oro Olímpico al equipo americano con una canasta de Becky Hammon? La verdad es que es una situación bastante poco probable. Y es que el impacto de los acontecimientos sobrepasa la objetiva realidad de los mismos. Partiendo de la notable diferencia de calidad del equipo americano (a éste sí se le puede llamar “Dream Team”) con el resto de competidores, hay que señalar que la discusión se centra en una jugadora que no estuvo en una primera selección, ya de por sí amplia, y que juega en una posición suficientemente bien cubierta.

Ahora bien, el resquemor que se desprende de las reacciones norteamericanas hay que entenderlas por el dolor del orgullo patrio herido, porque jugará con el último país que derrotó a EE.UU y que les apartó en semifinales del Mundial de Brasil en 2006 y, por último, no podemos obviar de que además de la calidad contrastada de Becky Hammon, la jugadora es uno de los rostros más conocidos y representativos de la WNBA, capaz de sobrepasar la barrera de lo deportivo para entrar en la de lo social (Hammon ha protagonizado múltiples portadas de revistas y campañas publicitarias).

Por todo ello, y sin llegar a las desmesuradas declaraciones de Donovan, otras jugadoras han mostrado su extrañez ante la decisión de Hammon. Quizás una de las más sorprendidas haya sido Diana Taurasi ya que en su opinión “para la mayoría de las personas las Olimpiadas se trata de jugar por tu país”. Lo dice una jugadora de sabe muy bien de lo que habla porque, americana de nacimiento, su madre es argentina y su padre italiano. Quizás por ello, Taurasi reconoce que, “es distinto si tienes antepasados de ese país. Es diferente si existe una conexión con el país”. Por su parte, Cappie Pondexter se ha limitado a declarar que ella “no lo haría” aunque para su suerte “no es una decisión que tenga que tomar” y prefiere no juzgar a su compañera porque es una decisión “donde intervienen muchas cosas, entre ellas el dinero”

Con dinero o sin dinero de por medio, lo cierto es que nadie está por encima de nadie para juzgar el patriotismo de otras personas y más cuando hablamos de deporte y de deportistas profesionales que entrenan todo el año para competir. Muchas veces se dice que los deportistas son personas hechas de otra “pasta”, que han nacido por y para enfrentarse a los mejores (como se festejaba en las antiguas Olimpiadas) y no hay en la actualidad una competición más grande que los Juegos Olímpicos.

Actualmente, por encima de banderas, fronteras y demás sentimientos nacionalistas, las Olimpiadas han cambiado. Las televisiones y las grandes empresas comerciales han convertido a los Juegos Olímpicos no en una cuestión de deportistas defendiendo a sus países sin en una mera cuestión monetaria, transformando al COI en una gran multinacional.

Quizás los valores con los que Pierre de Coubertin diseñó los Juego Olímpicos de la edad moderna hayan caducado y necesiten de una revisión, pero hasta entonces Becky Hammon trata de hacer suya la máxima de su ideólogo lo importante es participar… sea con la camiseta que sea.