Una lección aprendida
Cuando un eco no se apaga, cuando un grito no calla, el silencio es utopía. En Málaga, el único silencio fue aquel vivido en el último aliento de un himno, la canción de un alma, cantado a coro por una afición que quiso intimidar tanto de inicio al Real Madrid como 48 horas antes. El cuadro blanco, con la lección aprendida a fuego y sangre, salió dispuesto a evadir cualquier factor externo al parqué. Baloncesto, solo baloncesto.
Y empezó su festival. Slaughter canasta con lesión- y Llull ponían el 0-4, con réplica inmediata local. No le importó a un Llull por el que pasaba cada balón de su equipo. Primer paso agresivo, solo el aro en mente, el triple como virtud (4-9, m.4) y un punto de velocidad que desarboló al Unicaja, por primera vez espeso en la serie.
El único que lo evitó, durante dos minutos mágicos, fue un Toolson que arregló todos los males de su equipo con tres jugadas explosivas. Un par de triples, brazo al cielo al celebrar, y una canasta a aro pasado impensable le dieron la primera ventaja al Unicaja (12-11, m.7), antes de que Rudy cogiera el timón sin disimulo.
Fernández, convertido en una suerte de Rakocevic 2007 para el público malagueño, pasó de dominar el rebote a dominar el partido. Fórmula Toolson.
Muñeca al aire en la celebración de un triple y otro enceste a aro pasado difícil de dibujar para impulsar a su conjunto. A continuación, un par de tiros libres de Mirotic y un triple de la constante Llull establecían el 0-11 de parcial (12-22, m.9). El primer despegue. Stimac echó agua en pleno incendio con 5 puntos seguidos mas el palmeo final de Reyes confirmó las buenas sensaciones blancas: 17-24. Definitivamente, el partido del martes era historia.
Una guerra de guerrillas
Ni el aviso inicial de Caner-Medley. Ni el segundo rugido de Stimac. El Real Madrid, incómodo con su rival en los tres primeros partidos, se sentía por fin con el encuentro en su mano. Su ritmo, su guion, sus reglas. El segundo de sus golpes pareció aún más letal.
La defensa mixta funcionaba, Reyes sumaba con pico y pala y, por si le faltaba algo al repertorio, Rodríguez aportó desde el banquillo la chispa de locura que los suyos anhelaban. Un par de contraataques nacidos de las manos del canario servían para que el cuadro madrileño pusiese la máxima tras un 0-6 de parcial. 21-32 (m.13), el Carpena por primera vez frío y un tiempo muerto que se hizo eterno para cada jugador local.
Vuelta de tuerca. Si el Unicaja no podía dominar desde la velocidad y el acierto como en los partidos previos, qué tal intentarlo desde el corazón y la defensa. Como el martes, el Unicaja encontró la fórmula para frenar la inspiración de su oponente, aunque la sequía madridista no fue suficiente para la remontada. Un triple de Calloway, una canasta de Hettsheimeir y poco más. A pelear. El partido, por momentos, se convirtió en una guerra de guerrillas. De falta en falta, de fallo en fallo y hasta una técnica a Plaza por el camino. Tapones, protestas y otra vez la grada resonando. Así le iba bien al Unicaja (28-32, m.17).
Llull, siempre él, ejercía de anticlímax con triple de hielo, aunque la réplica de Caner-Medley, resultó aún más letal. El americano acabó con el carrusel de fallos de su equipo desde el 6,75 con un triple liberador y volvió a aparecer, entre la bocina y la épica, para dejar, con otro triple, al Unicaja al descanso más cerca que nunca de su rival. El 35-37, tras dos cuartos de sello blanco, fue celebrado como un triunfo por la afición local. Para llevarse la guerra, tenían que vencer esa batalla. Y lo habían logrado.
Sin miedo al monarca
El descanso no cambió nada. Ni enfrió el partido, que parecía que iba a estallar por los aires en cualquier momento, ni la emoción de la contienda. En todo caso, frenó la inspiración de dos equipos que estuvieron casi tres minutos sin ver aro, hasta que Rudy rompió la sequía con una canasta de mérito. Llegaba el momento de Reyes. Rey del republicano, dios del ateo, el pívot madridista aún sorprende a estas alturas de la película. Su tercer cuarto fue sublime, dando continuación al enceste inicial de Fernández, respondiendo el triple de Caner-Medley, apareciendo otra vez con una canasta desde 5 metros y siendo el verdugo cajista cada vez que sonaban tambores de remontada.
El cuadro malacitano se puso a uno hasta en dos ocasiones, siempre desde la línea de personal (42-43, m.25), aunque Felipe no descansaba. Un palmeo explosivo, de dibujos animados, otra aparición en la zona después del 2+1 de Bourousis y un pase rickyrubiesco de una parte a otra de la cancha, para que Llull anotase a placer, volvían a reducir el ruido ambiental, mientras el ¡Monarca, monarca! de Sánchez Blas retumbaba de admiración desde la zona de prensa (46-52, m.27).
Ahora que conocí el miedo, también descubrí que no es permanente. Tan poderoso era que estaba en mi mano perderlo, escribió una vez Louise Erdrich (The Beet Queen, La Reina de la remolacha) y el Unicaja actuó como si conociera esa frase, como si la sintiera, como si la hiciera suya. Tembló con el golpe madridista, sí, mas creció desde el borde del abismo para mostrarse más gigante que nunca. Triple de Kuzminskas, técnica a Laso y canasta de Hettsheimeir para tomar por fin la delantera (53-52, m.29). Su rival acabó el cuarto por delante (55-56) pero el estado de ánimo malagueño iba mucho más allá del resultado. El 2-2 era más que un sueño. El quinto encuentro estaba a diez minutos de distancia.
De Ciudad Jardín al Carpena
Quizá, solo un vigente campeón de liga, hubiera reaccionado así. Con la canasta y adicional de Suárez, coleccionista de heroicidades rebote en ataque, recuperación y 2+1 en la misma jugada para el 58-56-, con todo el pabellón gritando como si fuese la posesión final de partido, otro conjunto pudo venirse abajo. Pero no el Real Madrid, de primer apellido récord. De segundo, orgullo.
Jaycee Carroll, invitado inesperado, se erigió en rey de la fiesta con una bomba, un contraataque y un triple para alejar a su equipo. Más tarde, Mejri hizo aún más valiosos los 7 puntos del americano con un enorme mate para abrir una distancia que empezaba a antojarse insalvable tras el 1-11 de parcial: 59-67 (m.35). Aún más lo pareció tras el triple de Rodríguez respondiendo el de Suárez al minuto siguiente. No caben treguas si hay una final en juego.
Al Unicaja le quedaba una última bala y a ella se agarró todo aquel que portaba algo verde en su ropa, en su alma o en su vida. Desde el primero de los jugadores al último de los aficionados, todos creyeron en una remontada que llegó a cámara lenta, como más se disfruta cualquier cosa. Un par de canastas de Hettsheimeir y Toolson marcaban el camino (66-70, m.36). Rodríguez volvió a echar hielo desde el 6,75 pero un mate de Vázquez, una canasta sin espacio de Granger y otra de Toolson pusieron el partido en un puño (72-73), ya en el último minuto.
Ahí, por momentos parecía que en lugar de Mirotic o Reyes, los rivales eran Epi o Galilea, como en aquella final contra el Barça del 95. O el Marcus Brown del Limoges con la Korac en juego. Incluso Scola y Splitter en la Liga de Garbajosa. El pabellón tenía algo de Ciudad Jardín, tenía algo del Martín Carpena, el de las grandes noches. La grada respiraba historia y todos creyeron en un epílogo feliz, más cuando Rudy falló el ataque y Vázquez fue a la línea de tiros libres a falta de 23 segundos, con opción de adelantar a su equipo. El gallego se dejó uno por el camino pero el triple final de Fernández tampoco entró y la prórroga tomó cuerpo. 73-73. Si la serie tenía que morir, mejor hacerlo tras 5 minutos de regalo después de cuatro partidos tan inolvidables. Justicia era eso.
La defensa de un título
Si el partido se convertía en una batalla emocional, el Real Madrid tendría perdido el duelo. Por eso, como en el inicio del choque, los de Laso tiraron de madurez y sangre fría para mandar un mensaje a su rival, sin margen para la duda, sin margen para la épica. Si Felipe se apellidara González, habría mil frases hechas con aquello de presidente. Si se apellidase Gómez, quizá los lectores se hubieran ahorrado muchas muletillas fáciles de los periodistas. Pero el hombre nació Reyes y fue su juego, y no su DNI, el que reclamó su corona.
El pívot pidió el balón para inventarse un 2+1. Le faltó concretar con el adicional, si bien se vengó a la jugada siguiente con esa canasta que lleva 15 años anotando calcada sin que nadie haya inventado aún la fórmula para evitarla (75-77, m.42). Se retirará algún día y aún se estarán preguntando sus rivales cómo hacerlo. Vázquez, en lo más parecido a una pared que se puede ver en una cancha de basket, igualó las tornas. Y lo volvió a hacer a continuación para el 79-79, en el último aliento de un equipo que remó hasta que se quedó exhausto, sin fuerzas, como el ciclista que explota a punto de coronar el puerto. Perdiendo una etapa, ganando un recuerdo.
Mucha culpa tuvo un Real Madrid que encontró en Llull la otra parte de la ecuación. Un triple del balear, con la posesión agonizando, fue el mazazo final al partido. A continuación, una penetración veloz, arrolladora, dejó claro que el partido y el billete para la final estaban pintandos de blanco (79-84). Quedaba aún minuto y medio pero el cupo de épica lo gastó entero el Unicaja en el cuarto periodo. Por eso, cuando Sergio Rodríguez anotó el triple de la puntilla (79-87, m.44), el pabellón local empezó a aplaudir. Y no paró hasta el bocinazo final, con el 79-89 definitivo.
Aplaudió a Sabonis, sacado como homenaje en su despedida. Aplaudió a los que se retiraban al banquillo, leyendas forjadas en una sola serie, eterna como la fe local. Aplaudió al rival, inmenso. Y aplaudió el global de una temporada que, por encima de todo, recuperó una ilusión y recuperó una grada. Ese fue el trofeo del Unicaja.
El del Real Madrid, entrar en su tercera final consecutiva de Liga Endesa. Desde la 2011-12, ha aparecido en todas las finales de competiciones ACB a excepción de una Copa, extendiendo a Europa esa capacidad para estar en la élite. Con partidos como este, con series como esta ("una de las mejores de la historia" para Plaza, caído y engrandecido), en las que fue capaz de sobrevivir cuando todo parecía soplar en contra, el Real Madrid tendrá mucho que decir en la finalísima ACB. Así se defiende un sueño. Así se defiende un título.