No se puede pedir más a un partido de Final ACB. El Caja Laboral se llevó un partido que podía haber sido de cualquiera para alzar el título de liga más sorprendente (a la par que merecido) de los últimos años, obteniendo de esta forma su tercer trofeo liguero y derrotando a un equipo que parecía invencible.
Los de Ivanovic tuvieron que superar una prórroga para acabar imponiéndose en un final épico, con un 2+1 de Fernando San Emeterio para resolver el partido (79-78), la serie y la liga por la vía rápida, como en sus dos anteriores campeonatos, siempre con factor cancha en contra y con 0-3 como resultado final.
Por la vía rápida, pero sufrida, porque el Regal FC Barcelona también estuvo inmenso, con Mickeal aguantando la inspiración inicial de Splitter y Eliyahu para que su equipo llegase con vida al descanso (41-36). Más tarde, Navarro y Morris forzaron una prórroga a la heroica y Ricky estuvo a punto de forzar el cuarto choque. Pero el empuje, el corazón y la cabeza vitorianas fueron demasiado para los barcelonistas, que cayeron con dignidad pero con el convencimiento de que, en esta serie, el Caja Laboral, simplemente fue mejor.
Un estreno delicioso
Vitoria, soleada, lloraba de emoción desde la mañana. Alerta naranja, comentan. Acabaría siendo blaugrana. El cielo temblaba antes de los 40 minutos más ilusionantes de la temporada, antes de un encuentro con aroma a punto de inflexión en su periplo, en la propia historia de las Finales ACB.
Contagiado por el embrujo del Buesa Arena, por 48 horas mágicas en las que cada adjetivo fue sinónimo de elogio y cada crónica una epopeya, Teletovic agarró el balón inicial, amagó una y mil veces con lanzar desde el exterior y acabó quebrando a su defensor, para lanzarse hasta el aro hasta besarlo con un mate. En la jugada siguiente, repitió el proceso para asistir a Splitter y, a continuación, San Emeterio completaba el idílico inicio baskonista con un veloz contraataque: 6-0. Al pabellón vitoriano no le hacía falta gasolina para combustir mas los de Ivanovic no dejaban de sacar petróleo en un pozo sin fin. Con menos explosividad pero idéntica efectividad, Regal Barça remontó en lo que dura el pestañeo más corto. Un triple, un par de 2+1 y un golpe de estado silencioso que le daba la vuelta al luminoso (8-10, min.4) y avisaba a su rival. De paseo, nada.
Los fuegos artificiales del inicio daban paso a un intercambio de canastas con el que el cuadro de Barcelona parecía sentirse más cómodo, con Mickeal acallando los pitidos con puntos y Navarro anotando su único triple en este periodo para mantener a su equipo por delante (15-17, min.9). Empero, entre tanta igualdad, emergió la figura de Splitter, que encendió el modo MVP (14 val. en el primer periodo) para dominar en ambas zonas. Puntos, faltas forzadas, rebotes y hasta robos. El último, para lanzar un contraataque espectacular, culminado con un alley-oop sublime de Eliyahu, a pase de Palacio (22-18), el epílogo perfecto para un cuarto inicial delicioso.
El encuentro tomaba aroma local, aunque a todo un campeón de Europa hay que hundirle mucho más para que no salga flote. Decidido a ello, apareció de la nada, crecido tras su gran mate anterior, el Eliyahu más parecido al imparable internacional israelí que se haya podido ver en Vitoria. Lior por momentos se mofaba de sus rivales en la pista, bailando en la pintura, lanzando con cómoda sutileza desde la zona, apareciendo como una sombra, en pleno bucle, para repetir el calco del enceste anterior. Y no fallaba. Así, hasta 8 puntos consecutivos con su firma que disparaban al Caja Laboral hasta el 28-20 (min.13).
En Barcelona, Mickael es sinónimo de paraguas. Otra vez, cuando más llovía, apareció Pete para dejar la tormenta en chubasco de verano, con cuatro puntos consecutivos que estrechaban las diferencias (32-27, min.15). A pesar de eso, Eliyahu se asemejaba ya a un ciclón tropical. Una canasta con su firma antecedía a uno de los golpes más duros del Caja Laboral a su rival en toda la primera mitad. Oleson se vistió de Prada fallando tres tiros libres seguidos desde la línea de personal, mas el rebote cayó en manos vitorianas y Huertas, sin piedad, ponía con un triple en esa misma jugada la máxima en el marcador: 37-28 (min.16).
Esta vez sí, la final comenzaba a tomar color local, aunque en una serie de tantos extremos, la lógica advertía: habría reacción. Y la hubo. Otra vez como en el primer periodo. Nuevamente como en el primer duelo del Palau. A base de destellos, de golpes de talento y de pura rabia liberada, Regal Barça endosó otro 0-6 instantáneo a su oponente, guiado siempre por el hambre de un Mickeal que no podía claudicar tan pronto. Aquel que olvidó perder se tiró al suelo por un balón y no paró hasta conseguirlo para acabar anotando. Soy un ganador y no estoy dispuesto a caer. No hoy, parecía gritar enfadado mientras regresaba para defender. Dos puntos en el luminoso, muchos más en la batalla psicológica. Simbolismo infinito que, por sí solo, no podía evitar que el Caja Laboral mantuviese el mando del choque al descanso, tras un par de tiros libres de Brad Oleson: 41-36. El trofeo y la esperanza estaban a la misma distancia: 20 minutos eternos.
El ritmo frenético en ataque de los dos primeros cuartos se apagó con el inicio del tercer periodo. Las apuestas intuían un escenario más favorable para el Regal Barça en cuanto huyese de la guerra de guerrillas baskonista y, paradójicamente, en la primera mitad con más locura ofensiva y generosidad en el luminoso, el Caja Laboral llegaba con su mayor renta al descanso. En la segunda parte, la tendencia se invirtió y el luminoso, también. ¿Quién creerá desde ahora en los analistas?
La dinámica, que derivó en una batalla trabada de defensas asfixiantes, impulsó las opciones de unos visitantes, que parecían, por primera vez en toda la serie, llevar el mando del partido a su antojo. Después de dos minutos de sequía anotadora, Ricky inauguró la cuenta en el tercer cuarto. El virgen Herrmann (6 de 6 en partidos de Finales ACB), con 5 puntos seguidos, retrasaba la reacción visitante, mas Navarro seguía con la confianza intacta y Mickeal con el hambre de antaño. Entre los dos se conjuraban para extender el miedo en el pabellón vitoriano: 46-44 (min.24). Ahora sí, los de Pascual hacían honor a su condición de mejor defensa del viejo continente.
El Regal Barça amagaba con la zona pero seguían tras el corte al hombre, nublando las ideas de un equipo que hasta ese había jugado de memoria. Con Splitter sitiado y las posesiones consumiéndose jugada tras jugada, era sólo cuestión de tiempo que el partido cambiase de color. Hasta cinco oportunidades tuvo el conjunto catalán para darle la vuelta al partido pero tuvo que ser Navarro, con tres lanzamientos desde la personal, el que culminase una remontada que se había hecho eterna. Más tarde, una canasta final de Rubio, replicaba la canasta local para que los suyos terminasen el tercer periodo, su favorito en esta serie, con el timón en su mano: 52-53.
Por primera vez en los 110 minutos de la serie, el Regal Barça había conseguido aquel objetivo que anhelaba Grimau en la previa al partido, ser fiel a sí mismo. Tan simple y tan complicado. Un campeón siempre luce en los títulos y en las finales coloreadas con exhibición, aunque es enormemente más difícil ejercer como tal cuando el destino te es esquivo, cuando las canastas, los éxitos, las sonrisas, te evitan. Superada la primera situación de crisis severa y consciente aún de que aunque venciese esta batalla, aún debería salir airoso de otras dos, el encuentro estaba, ya tocaba, en su terreno.
Sin embargo, para su desgracia, esa victoria psicológica duró sólo 23 segundos. Los que tardaron Palacio e English, con dos robos de inicio, en encender hasta el límite al Buesa Arena. Incendio baskonista. Ahora era el Caja Laboral el que intentaba cambiar el partido desde la defensa, como reza el mandamiento a seguir del que anhela un título. La misma regla que explica que es el líder el que marca el camino a seguir, aquella que cumplió a rajatabla Splitter con el momento más emocional del encuentro, tirándose al suelo, entregando su corazón y su alma en busca de un balón sin dueño que podía dar un partido. No lo dio, a pesar de que efectivamente lo recuperó, pero por aquellos momentos, el contagio de fe e ilusión ya había mutado en virus entre los suyos.
El más contagiado, Lior Eliyahu, que había reservado la segunda parte de su show para los minutos de la verdad. Sensación de dèjá vu. Otro carrusel de canastas inesperadas, que parecían fáciles a base de ser repetidas sin cesar, para poner al Caja Laboral muy cerca de su objetivo. Más aún rozó la gloria el equipo vitoriano cuando Ribas acercaba a la Liga a su equipo con un triple (66-61), a falta de un minuto para el final. Aunque cuando en tu rival hay un tal Navarro capaz de hacer un 3+1 sin pestañear eso sí, con el adicional fallado- y un jugador tan versátil Morris, todo puede pasar. Un mate del norteamericano empataba el encuentro a 66 y en la última jugada, Eliyahu pudo poner la guinda a su partido más excelso con un tiro forzado. Restaban dos segundos y Morris se interpuso entre el balón y el aro, en un tapón muy protestado por la afición local, ya que el balón podría estar bajando. El marcador ya no se movió y el encuentro se dirigió a la prórroga, para añadirle, por si faltaba algo, un poco más de agonía al duelo.
San Emeterio entierra el triple de Herreros
Saborear la miel sin quedarse con el tarro suele ser sinónimo de hundimiento. La lógica dicta que el rival se aprovecha para apuntarse, en plena euforia, la batalla psicológica y, con ella, el propio partido por pura inercia. Sin embargo, el Caja Laboral arrancó de forma muy sólida el tiempo extra, con un Splitter omnipresente en las dos partes de la cancha que volvió a dar ventaja a los suyos: 70-66. El brasileño empezaba a oler el MVP, aquel que le igualaría al mismísimo Sabonis por su condición de monarca en temporada regular y Final ACB.
En un choque con tan poca cordura y tanto sentimiento, tampoco se puede tildar de sorpresa la réplica de barcelonista, la réplica de un campeón que quiso vivir eternamente antes de morir con las botas puestas. Ricky Rubio tiró de amor propio, se olvidó de su mini-crisis y de sus fantasmas más inoportunos, para liderar la reacción barcelonista, con un contraataque y un triple que no sólo apagaban la euforia local sino que hacían intuir un cuarto partido: 70-75 (min.43).
Como si de un desfile de estrellas se tratara, un invitado se coló como último protagonista. Mejor dicho, penúltimo. Teletovic, desaparecido en combate desde aquel lejano mate tan pasional en el amanecer del encuentro, mantuvo con vida a su equipo con seis puntos consecutivos que, sin embargo, aún resultaban estériles ante la sobriedad del Regal Barça (76-77). Empero, a falta de siete segundos, Basile recibió una falta personal y su cita con los tiros libres resultó determinante. El verdugo baskonista en 2009, con un triple ignorante que hasta este martes dolió, erró en uno de sus intentos y el guión del partido cambió para siempre.
El pabellón en silencio, en pie, expectante. El balón para San Emeterio y el cántabro, que ha crecido más en el último Playoff que muchos jugadores durante una carrera entera, inició con valentía la penetración de su vida para encestar una asombrosa canasta a aro pasado, forzando además la personal. 78-78 y Vitoria en llamas. Más euforia, más silencio. Restaban un tiro libre. Entró. No podía ser de otra forma. El medio segundo restante duró toda una vida para el campeón destronado, que no pudo reescribir el curso del encuentro.
El Caja Laboral acababa de ganar la Liga. San Emeterio, con una jugada que entra por méritos propios en la historia de la ACB, ponía el 3-0 ante el campeón de Europa que consagra a los vitorianos en la élite nacional y entierra, quizás por siempre tras su acción milagrosa, la losa del triple de Herreros.
Estallaba el Buesa Arena con el bocinazo final. Sufrimiento liberado, pasión sin mesura, no hacía falta, sonrisas, felicidad, el dichoso éxtasis en vida, el sentimiento más salvaje que te puede regalar un deporte. El rey de Europa se conformaba con la plata en su país. El oro, para aquel valiente que se atrevió a desafiar a sus propios imposibles, para el único que se dijo a sí mismo un tajante ¿y por qué no? antes de la final, para un equipo de extremos adicto al 0-3, a las gestas y a la leyenda.
Los sueños no son un mero espejismo para mantener entretenido al iluso. Probablemente, el supuesto iluso sea el más consciente de que su imposible es un reto tan enorme que lo verdaderamente imposible es no intentar cumplirlo. Los sueños son los latidos que te impulsan a seguir por el camino y la feliz meta que te espera. El del Caja Laboral, uno de los más salvajes, burlescos e increíbles vistos en la historia de las Finales ACB, se cumplía tras otro guión de película, con un referente, Tiago MVP Splitter y un héroe, San M. Tocaba celebrarlo. Con lluvia, con saltos, con lágrimas. Desde la cima del mundo. Otra vez más.