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Leyendas del Playground (XXVIII)

Se acerca el final de esta serie dedicada al Playground y en ella no podía faltar la figura de Lloyd Daniels, el último mito de la 'Old School'. Aunque su final no haya sido como el de los otros grandes nombres del baloncesto de calle, lo cierto es que pasó por las mismas etapas vitales que le llevaron a convertirse también en leyenda. En esta primera entrega conoceremos sus primeros años, sus inicios en el juego y sus problemas con la ley y las drogas

Lloyd Daniels, una leyenda del asfalto, ha seguido en activo hasta hace pocos años
© Lloyd Daniels, una leyenda del asfalto, ha seguido en activo hasta hace pocos años
  

Esta serie viene dedicada a glosar, entre miles, las figuras más eminentes en el baloncesto urbano americano durante un período de tiempo muy definido que el purismo acordó en llamar 'The Old School'. Parece entonces difícil que, atendiendo a la cronología de la serie, alguien que hace apenas dos años continuara fraguando su leyenda en juego, pudiese formar parte de un grupo de jugadores que se observa hoy, por su distancia en el tiempo, como una reliquia de museo. Sin embargo, encontramos en este nuevo caso tal milimétrica solidaridad con cada uno de los ingredientes que forjaron a las grandes leyendas, que se hace del todo imprescindible su presencia. Más aún, Lloyd Daniels, nuestro hombre final, representa a juicio del autor el último mito de la Old School, quien pone punto y final a una era, toda una leyenda viviente -en el más puro sentido de la expresión- al sobrevivir milagrosamente a la muerte y a su propia vida, la peor imaginable. Abordamos pues, con él, la última gran historia de la serie.

Seguramente sin nadie desearlo, Lloyd vino al mundo un 4 de septiembre de 1967 siendo un bebé redondo, más bien feo y completamente calvo. Su padre le vio un tremendo parecido con el hijo de Popeye y lo bautizó con el sobrenombre que no le abandonaría jamás: 'Swee'[t] Pea'. Como si hubiese venido maldito, a los pocos días de nacer, su madre contrajo un fuerte cáncer en el útero que en menos de tres años podría con ella. El padre de Lloyd, sólo y en la miseria, no pudo soportarlo y se refugió violentamente en el alcohol hasta acabar esfumándose para siempre. El bebé se quedó sin padres y empezó a repartirse malamente entre los abuelos paternos, que vivían en Hollis (Queens) y los maternos, en Brownsville (Brooklyn, allí donde malvivían tipos como Fly Williams o Mike Tyson). A los pocos años la vida del niño, que parecía suponer una carga, transcurría casi día y noche en plena calle, donde creció rodeado por un marasmo de droga, violencia y peligros miles. Fue escolarizado pero de poco sirvió. El pequeño Lloyd padecía una dyslexia no diagnosticada que impedía su aprendizaje elemental de las palabras, la comprensión normal del lenguaje oral y escrito. Nada le invitaba a recluirse en clase y a los 7 años encontró su único consuelo en el Baloncesto, al que dedicaría todo su tiempo (la más prematura iniciación de la serie) hasta que llegaba la noche y se veía obligado a deambular por la ciudad en busca de comida o un simple cobijo. Recorría a pie el trayecto entre Hollis y Brownsville a diario, deteniéndose en cada rincón donde ardiesen los aros. Y así fue como llegó a ser conocido, entre tanto ghetto, en un área considerable y, debido a su corta edad, su escaso cuerpo y sus continuos retos sin abrir la boca (entraba mudo a escena como exigiendo su turno), adorado por todos. No era más que un niño.

Su abuela de Hollis, incapaz de ningún mando sobre él, hizo todo lo posible por que volviera a la escuela. Pero en octavo grado, donde tan sólo acudió en dos años a 94 de las obligatorias 364 clases, se detuvo en seco. Parecía imposible hacer algo con él que no fuera retarse continuamente sobre cemento con jugadores que 'esto fue clave- eran mucho mayores que él. Con 14 años formaba parte sin problema de las mejores escuadras de la urbe. En 1985, con 17 años, consiguió enrolarse en uno de los múltiples campus de verano neoyorquinos, donde fue visto por primera vez por Howie Garfinkel, scout, entrenador de HS y uno de los pesos pesados del prestigioso Five Star B-ball Camp (actualmente colabora en los Nets de L. Frank), vertebrado en 131 pruebas de alto nivel. A tal grado deslumbró Daniels a todos los presentes que Garfinkel declaró a la prensa: "He´s the best Junior alive, dead, or yet unborn', siendo coronado además como Most Outstanding Player. Su forma de jugar era increíblemente madura para su edad y especialmente en un sentido: la proyección de juego. Hacía jugadas, según contaba Garfinkel, que no se habían visto nunca para un 2.02 tan joven. Intuía cualquier desmarque viendo el pase antes que nadie. Tenía un tiro de larga distancia increíblemente seguro y controlaba a su gusto el ritmo de juego, el tempo de todo un partido. Y parece haber para ello una explicación oculta: el cerebro del disléxico, como atrofiado para el lenguaje, actúa en cambio de modo predominantemente visual, procesa de un modo multidimensional; los disléxicos son intuitivos, altamente creativos y su mejor herramienta son las manos (Muhammad Ali lo era). La extraña combinación en su caso era así cercana al genio.

Garfinkel consiguió su ingreso en el instituto Andrew Jackson de Queens, donde por fin tuvo la oportunidad de completar una temporada normal. Sus números lo dicen todo: 31.2 puntos, 12.3 rebotes y 10.3 asistencias. Al descubrirlo, Jerry Tarkanian aseguró que era el mejor jugador de HS que había visto nunca ('He can do evertything better than anyone'). La prensa nacional se deshizo en elogios. Según se decía, Daniels poseía un sentido místico para el juego 'which was made even more amazing by his lack of fundamental coaching and basic instruction'. Años más tarde sería definido como 'the next Magic, the first Pippen and a miniature Kareem', siendo la más incisiva de las analogías la que le acercaba a Magic Johnson por su tamaño y extraordinaria visión del juego; de hecho, algunos dirían ver al mismo jugador 'with a jump shot'. Ben Osborne escribiría en SLAM: 'A 6'7'' point forward with some of the best passing skills of all time, Lloyd was a joy to watch 'and not just for the flashiness some of his passes inherently posessed'. En suma, una joya en bruto de un calado deportivo fulminante muy similar al de LeBron James al inicio de siglo (por desgracia Benji Wilson ni siquiera pudo disfrutar su momento en los primeros ochenta debido a su prematura muerte).

Sin embargo, parece ser que los disléxicos poseen también una rara habilidad para distraerse de todo en todo momento y, transcurrido ese año, Lloyd, autista innato para la lógica social, se precipitó de cabeza a la mala vida, como si echase profundamente algo de menos (''gang and drug lifestyle'). La gente que había pretendido tutelarlo, tan pronto como comprobó el lamentable estado donde dio Lloyd en pocos meses, desapareció de su vida y su vida quedó fuera de todo control. Pero alguien no perdería de vista sus pasos: Jerry Tarkanian. El 'zorro' hizo todo lo posible para convencerlo de que el Baloncesto debía ser su vida ('Basket or nothing') y el verano de 1987 consiguió reclutarlo para el Al Mount San Antonio JuCo, donde en dos partidos de minutaje muy repartido registró 35 puntos, 24 rebotes y 9 asistencias. Tarkanian quedó contento y pretendió a toda costa su graduación, hacer de él un Runnin' Rebel, unirlo al grupo de Larry Johnson, Greg Anthony y Stacey Augmon y dorar con ellos toda una época para la UNLV. Y así llegaron ambos a un acuerdo firme para los siguientes cuatro años.

Todo parecía rodar. Tarkanian programó siete días de visita al campus para un primer acercamiento, quedando Lloyd libre el fin de semana para disfrutar a su gusto de la ciudad que nunca duerme, Las Vegas. Y, en efecto, Daniels no quiso dormir. El mismo sábado a la noche el joven fue arrestado en unas circunstancias muy extrañas. Cabe la posibilidad de que a alguien estuviera 'molestando' el rápido éxito del neoyorquino, porque no es habitual que las cámaras de TV accedan a una redada antes casi de que ésta se produzca. Quien 'sugirió' su seguimiento obtuvo un éxito rotundo porque Daniels fue cazado in fraganti comprando una considerable cantidad de 'crack' a la persona equivocada. 'Daniels was caught on tape during the 11 o´clock news buying crack from an undercover cop', firmaban las crónicas al día siguiente de que el jugador, como ocurriese cuatro años después en Nápoles con Maradona, apareciera en los informativos nocturnos durante una operación policial televisada y difícilmente entendible sin previo conocimiento de su presencia en la ciudad. Y así Daniels terminó siendo una presa demasiado tierna y previsible. De repente, toda su esperanza de alcanzar el sueño de la 'Division One' llegó allí mismo a su fin (al menos el astro argentino dejaba atrás una brillante carrera). El joven eludió la cárcel pero en cambio su destino estaría ya marcado de por vida. Sin ningún sitio adonde ir buscó refugio en la CBA firmando su primer contrato profesional con los Topeka Sizzlers antes de terminar el año, como queriendo huir del mundo, en la remota Nueva Zelanda.

Volver aprisa a su país y hacerlo además en verano era rescatar cuanto antes su particular 'Drug Paradise'. Reforzó su dieta diaria con toda posible receta adictiva cuyo plato fuerte era ahora la cocaína. Y tales fueron las mezclas y tantas sus noches de imprudencia que llegó el momento de encontrarse mal, muy mal, demasiado mal. Cuando el happy summertime llegaba a su fin, en ese período en que tienes equipo o te quedas en blanco, Lloyd se vio tan desesperado añorando el Baloncesto que pidió ayuda expresa para poder rehabilitarse en cualquier programa antidroga. Ingresó en la clínica californiana Van Nuys, un centro para casos especiales que vería pasar alternativamente otras almas heridas como David Thompson, Dwayne Washington, Quintin Dailey o Roy Tarpley. Pero de poco sirvió aquel intento.

'My life, my life,
is played out like
a jheri curl,
I´m ready to die''


'acertaba Notorious B.I.G. con la situación de tantos y tantos niggas' de las tribus urbanas, uno de los cuales, Swee' Pea, se precipitaba como en la canción hacia un fatal desenlace, algo que tardaría demasiado poco en llegar.

(continúa en la próxima entrega)

Gonzalo Vázquez
ACB.COM

Las 'Leyendas del Playground' de G Vázquez, al completo