- El fenómeno Lebron (III)
Hasta el 26 de marzo, día del McDonald's All American Game, James venía promediando 11 asistencias por partido siendo él además el primer arma ofensiva del equipo, una barbaridad. No tanto por la estadística como por ese colosal talento para el pase siendo tan joven, algo que inevitablemente recuerda a Magic Johnson; puede que Bron sea mejor pasador que el Magic de Lansing y aún no tan completo como el Magic de Michigan St., pero no hay duda que como en su caso, hablamos de un jugador con una visión-ejecución del juego considerablemente superior al resto. Muy superior.
Siempre que se habla del pase en el Baloncesto convendría distinguir dos tipos genéricos, uno cotidiano en la visión del juego y uno mucho menos común y sencillo, una virtud exclusiva, el pase-asistencia:
-En la visión del juego prevalece el entendimiento, el visualizar claramente cualquier situación general de ataque. No hay una posición determinada para esa cualidad: jugadores como Daugherty, Sabonis, Cheeks o Nash representan ejemplos de una lectura diáfana del juego. Pero coronar esa claridad con la permanente guinda del pase último, de la asistencia definitiva que vulnera una defensa, es otra cosa. Se puede tener una buena visión de juego sin ser un pasador extraordinario pero no se puede ser esto último sin saber leer el juego en todo momento.
-El pase-asistencia supone así un grado superior no por la elaboración previa como en el caso anterior sino por la ejecución última. No basta con entender el juego ni integrarlo bien en el colectivo. Se trata de algo mucho más concreto y difícil: el último pase de canasta (ceder a otro la opción decisiva), materializar instantáneamente la visión en el pase 'definitivo'. No basta con ver y pretender el pase: se trata de poder hacerlo. Jugadores como Bird, Magic, Thomas o Stockton, representan esa insólita cualidad de la videncia práctica del juego, de un baloncesto en última instancia 'transitivo'.
El baloncesto ofensivo de Lebron abraza a estos dos grupos pero muy especialmente a este último. A falta de términos y comparativas por el déficit de jugadores capaces, se suele aludir con acierto a la 'magia'. Esta magia no es más que una potencia del talento para ampliar hasta el infinito las posibilidades que ofrece una situación concreta de ataque. Lo verdaderamente valioso de Magic Johnson, más allá del espectáculo de sus formas, residía en liberar al juego de cuantas trabas pudiera provocar una defensa acertada' con un pase-opción definitivas, con algo que nadie hubiera anticipado. Donde otros no veían una salida, sí la encontraba en cambio Magic Johnson.
Es fundamental saber leer los números en este deporte; y que Lebron haya acreditado en sus cuatro años 3.8, 5.9, 5.9 y 4.9 asistencias, 5.1 en total, subraya aun más esa potencia centrífuga al registrar ese promedio rondando él la treintena anotadora y con chicos cuyo porcentaje de acierto como estiletes ofensivos, cabe reconocerlo, era más bien escaso. Todo asistente genial debe demostrar su videncia con receptores válidos. Así Magic desplegó todo su poder con piezas como Worthy, Scott o Abdul Jabbar, Archibald con Lacey, Van Arsdale o Williams, y Stockton con Malone, Hornacek y un Morris mejoradísimo a la carrera. Se suele decir en estos casos que ellos 'hacen mejores jugadores a sus compañeros', y lo que revela en realidad esta idea es que el resto va a contar con un servicio múltiple de balones vivos que en caso contrario, deberían ganárselos por sí mismos, es decir, solos. Así Scott perdía su sentido sin Johnson, y Jefferson o Martin igualmente muchos enteros sin el surtidor que les supone Jason Kidd.
No se mejora entonces solamente a los jugadores: se mejora al equipo entero por rendimiento general. Ya lo dice el propio Lebron: 'I'm just trying to make my teammates better', donde lo implícito y más importante es el 'team'.
Valiosos errantes como Davis, Ilgauskas o Boozer, ideal interior y movimiento, están pues de enhorabuena porque por fin va a haber alguien (Miller carecía de liderazgo y anotación) que les va a encender como ejecutores al ser obligados a reaccionar ante muchísimos balones 'inesperados'. Y esto hay que subrayarlo: lo inesperado, lo imprevisto, la anticipación. Dos de las tres velocidades que abordamos en la entrega anterior atendían a la velocidad con balón y a la velocidad de intuición. James combina magistralmente ambas. Y es que no se puede ser un gran pasador si no hay relación armónica con el balón: si no hay previa habilidad en el manejo, el talento para el pase quedará cojo y toda la mejor intuición no se verá correspondida.
Para colmo, por un agudísimo sentido del espectáculo, James no ha heredado el frío cerebral de Stockton o Bird en esto del pase; ha preferido la sorpresa del 'no look', del 'behind the back', del 'tip pass', propios de Maravich, Petrovic o Magic Johnson, un desafío arrogante al rival y un guiño maravilloso al espectador. Lebron, como ellos, adorna el pase como reclamo de atención a un talento asombroso pero sobre todo por la idea clave de su juego centrífugo: CREATIVITY. Luego pueden no ser tan descabelladas las comparaciones con Magic Johnson cuando Bron, en apenas dos años de profesional rondará una estatura similar, unos 2.05 de playmaker' o lo que quiera.
Pero eso sí, todavía concentra demasiado sus pases en pequeños espacios muy próximos al aro, cuando ya casi está consumada la acción. Disponiendo como dispone de una visión asombrosa, escasea en ejecuciones de pase abierto (K. Porter, Bird, Stockton) que puedan dar en picados desde el perímetro (prefiere el obús de pecho) o en el baseball pass de mucho recorrido de media y pista entera. A falta de amplitud pues (no de repertorio), abusa por velocidad de misiles de corto alcance. Y esto responde a esa hormona juvenil que le atiborra todavía de balón, del que era completamente dueño en Akron; tendrá que aliviar bote y pasar antes cuando así haya que hacerlo. En la NBA las fracciones de tiempo se reducen drásticamente y donde en la High School podía adornar el pase con uno o dos botes más, tendrá como profesional que suprimirlos. Garantías hay de que lo logre porque si bien en la lectura del juego que mencionamos al principio hay edades y experiencia (pueden mejorarse tanto la técnica del pase como el entendimiento del juego colectivo de ataque), la facultad de visión-ejecución instantánea del pase' es cosa innata, cosas de dioses.
'I'm just trying to get myself better and get them better' I can become their leader', insiste el fenómeno. James está condenado al liderazgo más por su facultad de pase que por potencial anotador, más por su poder generador en el colectivo que por potencia individual. Es lo que Magic certificaba en la mejor definición posible de 'líder': 'Yo no sé seguir a nadie'. A diferencia del genio de Lansing, parece contar Lebron además con un potencial anotador mucho mayor.
Este potencial anotador como añadido al pasador puede acercarle la gloria como a nadie pero solamente a través de un equilibrio muy fino, pues donde Magic era todo altruismo, se esperan en cambio de Lebron noches anotadoras sin límite. El equilibrio tendrá pues que combinar armónicamente ese altruismo innato y el egoísmo propio de todo anotador. Ojo, porque de lograrlo, podríamos estar ante el segundo caso de la historia tras Tiny Archibald en liderar el double-double en puntos y asistencias' por no hablar ya del triple-double.
Será en cualquier caso algo a abordar en la siguiente entrega, la última antes de recaer en el fenómeno macroeconómico que también Lebron James representa.
Gonzalo Vázquez
ACB.COM
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El fenómeno LeBron (IV)
El nuevo fenómeno de la NBA sigue dando muestras de su potencial y calidad. Con la cuarta entrega de la serie que G Vázquez está dedicando a LeBron James comprenderemos por qué se le empieza a comparar con uno de los mayores genios de la liga: Magic Johnson. Su habilidad con el balón y su gran visión de juego, que le permite hacer fácil cualquier ataque, le convierten en uno de los pocos privilegiados capaces de materializar en la cancha lo que otros sólo pueden intentar
