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Las batallas del gen Tillie

Si tu abuelo fundó un club, tu padre es leyenda, tu tío olímpico, tu madre capitana de su selección, tu hermano también internacional y el más pequeño amenaza con superarlos a todos, destacar es difícil. Kim asumió el reto y el gen Tillie hizo el resto. Sumérgete en la historia del jugador del UCAM Mucia

  

Redacción, 23 Abr. 2013-. Kim parecía relevarse a su destino. “Yo quiero ser futbolista”, juraba y perjuraba de niño, para cambiar el guion de un libro que parecía escrito desde que nació a las orillas del Mediterráneo, en ese pequeño paraíso de nombre Cagnes-sur-Mer que acariciaba Niza desde el mismo mar.



A veces los hijos no quieren ser como los padres. El suyo era un mito vivo del voleibol galo. Su madre, otra estrella de ese deporte en Holanda. Hasta sus abuelos crecieron entre digs, dinks, splits y aces. Pero el niño deseaba ser futbolista. “Fue mi primer deporte. Jugué al fútbol de los 6 a los 10 años más o menos. Era lo que practicaban mis amigos y yo tenía que jugar con ellos”. Del colegio al pabellón y del pabellón a casa, Kim creció, creció y creció hasta que un buen día, con once años, cambió de decisión.

Abandonaría sus sueños de césped y goles. Era alto, tenía un enorme potencial físico que otro deporte podría aprovechar. El que a él más le apasionaba. ¿Voleibol? No. El heredero llegaría más tarde. Lo de Kim eral el baloncesto. Y a través de él tenía que aumentar la leyenda familiar. El listón estaba tan alto…

La Francia del 88

De Cannes a la italiana Falconara, y de ahí a París, para acabar viviendo en Niza. Los equipos de su padre eran los destinos de su familia, que hacían las maletas con Laurent en cada cambio de su trayectoria profesional. Con los bártulos a cuesta siempre, Kim y su familia tenían que adaptarse a diferentes ciudades, a diferentes amigos. Cuando llegó a Niza, él ya tenía diez años.



Siempre le tiró más el baloncesto por la tipología más frenética de su juego, mas la herencia familiar pudo haberle impulsado al mundo del voley, que conoció muy de cerca desde su niñez. Pero en Niza no tenía ningún pabellón cerca para practicar. El destino, aquel que parecía empujarle hacia un deporte, desvió su camino para llevarle a otro. Y cuánto se alegran en Murcia. “Como mi padre era jugador, siempre estaba yo en el gimnasio, siempre jugando a muchos deportes ahí, creciendo en ese ambiente. Cuando olvidé el fútbol decidí probar con deportes diferentes y como en esa ciudad no veía pistas de voleibol, empecé a jugar al baloncesto. Ya nunca de hacerlo. Me gustaba bastante y desde pequeño quería ser profesional”.

Nunca le presionaron los suyos para que siguieran sus pasos. Al contrario. “Cuando acabó su carrera, él se convirtió en mi principal consejero, el que más me apoyaba. Resultó muy importante para mí”. Con pasión por el baloncesto y altura, un poco de talento podía completar el cocktail. Y a Kim no se le daba mal. Tanto que acabó siendo llamado para la Selección Francesa. El honor de formar parte de una generación espléndida, la del 88, que nunca se aburrió de ganar.

Campeones del Europeo Cadete de 2004, los Batum, Vaty, Moerman, Jackson, Diot, Ajinca, Tillie y compañía repitieron dos años más tarde en el Europeo Sub18. Eliminaron a la invicta España de los Claver, Aguilar, Rabaseda y Tomàs en semifinales y se proclamaron campeones de Europa al ganarle a Lituania en la final. Al año siguiente volvieron a ser verdugos de España (100-83) en el Mundial Sub19, rozando la machada en semifinales contra la Estados Unidos de Curry, Beasley y DeAndre Jordan para llevarse finalmente el bronce contra Brasil.

Cuarto pívot, su rol era más modesto, centrándose en el rebote, aunque su cuerpo atlético le auguraba un buen potencial. Tillie dio un paso al frente en el Europeo Sub20 (9,8 pt, 6,4 reb), aquel en el que España por fin se vengó, con su combinado galo conformándose con la séptima plaza. No empañó ni un ápice de aquellos años gloriosos. “Claro que me acuerdo muy bien de esa época. Se formó un grupo de chicos fantástico. Éramos amigos fuera de la cancha, teníamos mucha química y eso ayudaba bastante. Cada verano nos reuníamos para jugar campeonatos y nos lo pasábamos muy muy bien. Son recuerdos grandes y preciosos”.



En esos últimos campeonatos, cuando terminaban, Kim no regresaba a tierras francesas. Sus pasos le habían llevado muchos más lejos. Y es que el jugador no solo progresó en la pista, sino también en las aulas. Los estudios para él eran parte esencial y compaginar ambos no sería sencillo. Enamorado de Estados Unidos desde un viaje en 2003, Tillie pensó que no había mejor forma de compaginar carrera y deporte que cruzando el charco. El viejo anhelo de su padre. El avión aterrizó en Salt Lake City.

El olvidado aparece

A diferencia de otros jugadores de su generación, la explosión de Kim Tillie no fue repentina. Pausada, cocinada a fuego lento, en una progresión constante y oscura, poca amiga de los números. En Utah pasó de los 2,1 puntos en 7 minutos del primer año a los 7, con 5,5 rebotes de media en 18 minutos por choque en su última temporada.

De rol modesto y eminentemente reboteador, como en Francia, pese a pisar solo un March Madness con sus Utah Utes –eliminados en primera ronda en 2009-, la experiencia le llenó dentro y fuera de la cancha. Reconocido y admirado en el campus, el jugador acabó diplomándose en “Planificación Urbanística”. “Es algo parecido a Arquitectura. Quise ir a la Universidad para seguir haciendo mis estudios y sacarme la carrera en América, que era mi mejor opción. Lo pasé muy bien en esos 4 años en Salt Lake City. Mejoré rápido allí especialmente en el plano físico”.



Tantas sesiones en los gimnasios de lujo del centro universitario le habían convertido en un jugador más fuerte y sólido. En un jugador mejor. Por eso, a Kim le extrañó enormemente el olvido una vez acabó su periplo universitario. Nadie se acordaba de él. En realidad, casi nadie. “En realidad, una vez acabé allí, solo un equipo me hizo una oferta en Francia. Pienso que la gente no me conocía al jugar en América. Pero me llamó el Villeurbanne, me fui para allá y pienso que tuve dos años bastante positivos”.

De mejorar levemente sus actuaciones en Utah en la 2010-11, la de su estreno (7,7 pt, 4,9 reb) a desatarse en la siguiente campaña con el ASVEL, con 10,8 puntos y 4,9 rebotes de media en liga que ascendieron hasta los 12,3 y 4,8 respectivamente (14,5 val) en Eurocup. A partir de ahí, el boom.

Coqueteo con la NBA (Washington Wizards), llamada de la absoluta francesa para entrenar mientras llegaban Noah y Turiaf y el fichaje definitivo por el UCAM Murcia. Todo en cuestión de semanas. El legado de la familia Tillie parecía nuevamente asegurado.

Foto Euroleague/Getty
© Foto Euroleague/Getty


Unas cenas muy divertidas

Dijo una vez Laurent que “los músicos hacen músicos. Los deportistas… deportistas”. Herencia cultural o herencia genética, en esa familia todo cabe.
Todavía recuerdan en Niza a Guy. El abuelo Guy. Jugador internacional y fundador del Nice Volley Ball, un club que quedaría ligado al apellido Tillie años más tarde. “Él fue uno de los primeros jugadores en la familia. El empujó a mi padre a su sueño de ser profesional. Por él empezamos todos”. De su esposa, que jugó en Argelia, a su hijo Laurent.

El padre de Kim debutó con 17 años en el primer equipo del Cannes y se retiró pasadas más de dos décadas, tiempo suficiente para dibujar su leyenda. Internacional francés durante 13 años, jamás en la historia del país hubo un jugador con tantos partidos con la elástica bleu como él, 406. Capitán varios años, con doble presencia olímpica y con un hueco en la Liga Italiana, la mejor del mundo, Laurent se retiriró con 8 Ligas, 2 Copas y 1 Challenge Cup, amén de una medalla de plata y otra de bronce en Europeos colgadas al cuello.

“Jugó profesionalmente hasta los 38 o 39 y fue un modelo para nosotros siempre”, cuenta orgulloso su hijo, que siguió aprendiendo de Laurent una vez dejó de jugar tras pasar por el Niza de su abuelo y por Cannes. Porque como entrenador también empieza a construir el mito. Una década en Cannes le sirvió para devolverle al club un título liguero que se le resistía desde hacía 10 años –no han vuelto a ganar otro- y para levantar la Copa, además de conseguir otros tres subcampeonatos. Sus méritos le llevaron, el pasado verano, a la mismísimo equipo nacional de regreso. Hoy él es el seleccionador francés.



Su mujer Caroline Keulen no se siente intimidada. Estrella en su día de este voleibol del que una vez alguien dijo que es un deporte inventado por los hombres y perfeccionado por las mujeres, ella también puede presumir de ser internacional. Capitana ni más ni menos de Holanda. “Jugó profesionalmente en Holanda e Italia, era la capitana, muy buena jugadora. Pero dejó de jugar cuando yo nací”. Kevin le ayudaría a quitarse esa espina clavada.

Y es que Kevin, el segundo de los hermanos Tillie, tras 7 años jugando al baloncesto y al tenis, separó su camino del de Kim. Él sí eligió voleibol. Y acertó, porque ya es una estrella. Entrenado por Caroline e impulsado por Laurent, Kevin intentó ir a Utah para reunirse con su hermano mayor. Hubo problemas para acabar en esa universidad y terminó en Canadá, donde duró muy poco. Su impacto fue tan absoluto que la potente Irvine le abrió sus puertas al año siguiente. Ahora, allí “Air France” es el ídolo. “Es una estrella en esa Universidad de California… ¡y ganó la NCAA el año pasado!” Con 22 internacionalidades ya a sus espaldas sin haber empezado su carrera profesional, el futuro es suyo.

Por si fuera poco, el más pequeño de los Tillies, Killian, promete escribir más episodios de épica en la saga familiar. Todos coinciden. “Es el más talentoso, el mejor atleta”. Con 1,93 a sus 14 años, se proclamó campeón de Francia cadete en voleibol… y a los pocos día volvió a jugar por el título nacional en baloncesto. Superdotado, le llega la hora de elegir rumbo. “Tiene un gran futuro. Siempre jugó a ambos deportes pero yo creo que este año ha decidido que el próximo se dedicará plenamente al baloncesto. Va a ser realmente alto, más incluso que yo. Lo mismo algún día acaba en ACB. ¡Ojalá!”.



Pintan bien las Navidades en la casa de los Tillie Keulen. Batallitas para dar y regalar. Tiene mérito no picarse. “Son especialmente divertidas las cenas de mi familia. Lo pasamos muy bien cuando estamos todos juntos en Navidades o en otros eventos. Y lo tenemos difícil, con mi hermano en Estados Unidos, yo en España… y ahora, los veranos, mi padre entrenará a Francia, así que lo hemos complicado más aún. Pero es por un buen motivo”. No le falta razón.

La explosión de una canasta

A Kim Tillie le costó bastante arrancar en el UCAM Murcia, incómodo saliendo desde el banquillo. Varios destellos en la primera vuelta contra los grandes (14-6 contra Barça Regal, 14-9 al Real Madrid) y poco más. Incluso por el camino hubo hasta un susto, en forma de un ataque de migraña en pleno partido contra el Asefa Estudiantes.

Sin embargo, una jugada cambió para siempre su temporada. Fue en La Fonteta, justo en el que probablemente fue su partido más gris en toda la Liga Endesa durante los primeros 39 minutos, 59 segundos y 3 décimas. Hasta ese momento. A falta de 7 décimas para el bocinazo final, sumaba 2 puntos sin anotar canasta (0/3) y un -4 de valoración. Justo entonces, Berni se inventó un gran pase desde el lateral y Kim impulso el balón con la punta de los dedos para darle el triunfo a su equipo frente al Valencia Basket.



El francés ya ha perdido la cuenta de las veces que pudo ver esa escena. En el móvil, en el ordenador, en su mente. Desde entonces, su progresión fue imparable, avisando en los dos siguientes encuentros y explotando en el último tercio liguero. De mate en mate, desde la Jornada 22, solo una vez bajó de los 10 puntos, con unas medias de 14,8 puntos, 5,8 rebotes y 15,3 de valoración en este tramo liguero. En él, Kim ha llegado a ser Jugador de la Jornada (24 pt, 29 val. frente al Real Madrid) y a sumar 43 puntos y 49 de valoración en un global de 44 minutos de juego entre los dos últimos choques.

Está como nunca. Y ni se molesta en ocultarlo. “Atravieso uno de los mejores momentos de mi carrera. Estuve trabajando duro todo el año en cada entrenamiento, lo luché mucho y finalmente tengo este premio. Me estoy sintiendo muy bien en Murcia porque siento confianza y noto que mis compañeros la tienen en mí. He tenido ahora un par de partidos muy completos”.

Él fue el primero que se enfadó tras la derrota en el Nou Congost -“Esta situación la hemos creado nosotros mismos y tenemos que enmendarla”- y él fue el primero que la terminó de arreglar, con 22 puntos en 17 minutos (las faltas, nadie hace más que sus 3,5 por partido, le lastran) frente al Mad-Croc Fuenlabrada, sinónimo casi seguro de Liga Endesa en la próxima campaña.

ACB PHOTO / J. Bernal
© ACB PHOTO / J. Bernal


Tras firmar por dos temporadas, ahora espera elevar sus números -9,7 pt, 4,3 reb hasta ahora- y con pelear por cotas más altas en la 2013-14. “Esta temporada fue mi primera en Liga Endesa y era un poco de adaptación. El año que viene quiero hacerlo mejor que este año e intentar llegar a objetivos más altos. Yo personalmente deseo ser mejor, disputar más minutos y convertirme en un jugador más completo”. El contexto ayuda.

Tel père, tel fils

Cerca del mar, cerca de su Mediterráneo, en Murcia Kim es feliz. Se siente parte de ella y se alegra por haber firmado por dos temporadas para no hacer las maletas tan pronto, la historia de su vida. “Me encanta esta ciudad, estoy contento aquí. Y en mi equipo tengo a grandes compañeros. Nos llevamos muy bien todos e intento aprender cada día más. Realmente me gusta todo lo que hay alrededor del UCAM Murcia. El ambiente, los seguidores… lo estoy pasando bien por aquí”.

Para Tillie, a Murcia solo le falta una cosa. ¿Un metro? ¿Un Palacio de Deportes con 15.000 asientos tal vez? No. Simplemente, que le pongan películas en el cine en versión original. “Con lo que me gusta ir… pero aquí no las puedo ver así, solo encuentro cines con películas dobladas”. Las series ocupan ese vacío.

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“Me levanto muy pronto cada día. Bueno, cambio lo de pronto ya que a las 8:30 para mucha gente no será tan pronto pero para mí sí”, comenta bromista. “Tomo el desayuno y entro a las 11. Después me vuelvo a casa a comer y me veo alguna serie como Homeland o The Walking dead, me encantan. Y a descansar. No me queda mucho tiempo libre más con los entrenamientos. Eso sí, puedo paseo por la ciudad también e intento buscar nuevos restaurantes”. ¿Y la cocina? Cuando llegó a Villeurbanne afirmaba que era su nueva pasión. Ahora se ha relajado. “Me gusta cocinar pero si está mi novia, prefiero cómo cocina ella”. Y vuelve a reír.

Políglota por los lugares en los que le tocó vivir y por su propio interés en aprender, Kim confiesa que el rap le encanta, con Drake adueñándose de sus auriculares últimamente. Para Sant Jordi, con o sin rosa, el francés tiene muy claro qué libro regalar: El Poeta, de Michael Connelly. Su argumento, de novela policiaca, asesino en serie y persecuciones, poco tiene que ver con una trayectoria paciente cuyo premio parece asomar.

“Quiero ganar una gran competición, como la propia Liga Endesa, y también jugar Euroliga. Ojalá pueda tener una carrera larga de baloncesto para ser recordado por ello y alcanzar la felicidad con mi trabajo. Mi anhelo es llegar a la selección nacional”. Con ello, tal vez, lograría su mayor sueño.



Barcelona 92. Tan cerca y tan lejos. Con cuatro añitos, Kim presumía orgulloso de un papá olímpico. Laurent, más consciente del significado de unos Juegos, ponía el apellido Tillie en lo más alto con la ayuda de su hermano. Sí, su hermano. Patrice Tillie, internacional absoluto en waterpolo. Él también hizo más grande la leyenda familiar. Él también fue olímpico. Su apellido le condenaba a la gloria. Y es que los músicos hacen música, sí. Y los deportistas, deportistas, también. Pero los Tillie… los Tillie hacen internacionales. Es su gen.

“Tel père, tel fils”, reza el refranero francés. De tal palo, tales Tillie, habría que traducir. Kim mira al horizonte y su mirada se pierde en el tiempo, en el futuro. Río de Janeiro. 2016. Veinticuatro años después de aquel sueño bajo el calor de la llama de Montjuic, la batallita de Barcelona solo se superaría con otra en Río de Janeiro. Coincidir padre entrenado y sus dos hijos mayores jugando, el mayor sueño. Sería otra batalla más del gen Tillie que contar a los que vengan.