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Deporte sagrado en Filipinas

El baloncesto es el deporte nacional de Filipinas. La población sigue su liga profesional con auténtica veneración, hasta el punto de que los partidos decisivos registran más de 10.000 asistentes y 20 millones de espectadores en televisión. El nivel de los jugadores locales es muy bajo y por ello fichan habitualmente norteamericanos de bastante entidad que no dudan en jugar en un baloncesto exótico y particular pero muy interesante y popular

Los jugadores americanos aportan espectáculo a la liga filipina (Foto Eurobasket)
© Los jugadores americanos aportan espectáculo a la liga filipina (Foto Eurobasket)
  

Redacción, 17 Ago. 2002.- Filipinas no es un país especialmente rico, ni tiene una selección o clubes muy potentes, además de estar en una zona geográfica en la que el baloncesto es poco más que un deporte marginal y subdesarrollado. Pero en contra de lo que pueda parecer, la antigua colonia española siente auténtico fervor por el deporte de la canasta, casi una religión para los filipinos, que ven en su liga profesional (PBA) el mayor espectáculo del país.

Las cifras son espectaculares. Más de 20 millones de espectadores en los partidos televisados, que gozan de shares de audiencia superiores al 30%. Las canchas registran grandes entradas, con medias de asistencia bastante superiores a los 5.000 espectadores por partido y que sobrepasan claramente los 10.000 en los encuentros decisivos.

Al otro lado del planeta, a miles de kilómetros de los dos ejes del mundo baloncestístico, Estados Unidos y Europa Occidental, el baloncesto en Filipinas ha evolucionado a su modo, con su propia idiosincrasia y particularidades. Un buen ejemplo de la diferente mentalidad entre nuestro baloncesto y el suyo es que la organización de la liga es quien dispone los pabellones, repartiendo los partidos en las canchas disponibles, todas ellas en la capital filipina, Manila.

El fenómeno del basket en Filipinas no es esporádico ni reciente. Su selección dominó Asia durante muchos años, ostentando 5 títulos de campeones del continente, y fue el segundo país del mundo 'tras Estados Unidos- en crear una liga de rango profesional (hasta hace pocos años, la ACB y demás competiciones mundiales eran consideradas amateurs). La PBA nació en 1975 y desde entonces ha ido creciendo hasta alcanzar los niveles de profesionalización actuales.

Desde fuera resulta complicado entender el particular sistema de competición de la PBA. Se realiza un draft con los nuevos jugadores en la liga y posteriormente se disputan tres campeonatos: All-Filipino Cup, Commissioner's Cup y Governor's Cup, todos ellos regidas por normas 'especialmente en cuanto a limitaciones de extranjeros-, calendarios y estructuras muy diferentes. Al contrario que en Europa, estas competiciones no coinciden en el tiempo, sino que se disputan en plazos de unos tres meses, cubriendo de ese modo un periodo de acción de unos 9 meses, equivalente al del basket profesional en el resto del mundo.

El enorme impacto del basket filipino ha atraído sobre él a numerosos sponsors, muchos de ellos multinacionales que intentan conquistar el mercado del país asiático dando nombre a unos equipos de baloncesto convertidos en fenómenos sociales. Coca-Cola, FedEx, Red Bull, Shell... el potencial económico de nuestro deporte en Filipinas es espectacular.

La profesionalización del basket y la entrada de potentes compañías como sponsors han posibilitado un nuevo salto de la competición, llegando a la isla jugadores americanos que revolucionan la liga y a los seguidores, entusiasmados de poder ver en acción a gente como Anthony Mason, Wes Matthes o los ex ACB David Wood, Jerod Ward, Jason Sasser, Devin Davis, Michael Young, Mario Bennett, Terquin Mott...

En definitiva, un número incontable de estadounidenses que aprovechan el parón veraniego de las competiciones europeas y americanas para seguir ganando dólares en el prolífero baloncesto filipino. En apenas dos o tres meses de juego pueden ingresar alrededor de 60.000 euros libres de impuestos, siendo tratados como auténticos reyes y héroes nacionales. Esto no quita que muchos jugadores aprovechen tanta libertad y sumisión para pasarse y hacer lo que quieran, desde fiestas a no jugar por supuestas lesiones o, lo que cada vez es más común, irse de la isla sin previo aviso, ejercicio practicado por Jerod Ward el pasado verano.

Precisamente el ex alero de Granada ejemplariza la dominancia e importancia de los jugadores foráneos en la PBA. En su primer partido, logró la friolera de 61 puntos con 11 triples. Una exhibición que repitió en partidos posteriores hasta abandonar Filipinas con más de 40 tantos por partido. No es un caso extraño, pues muchos jugadores americanos, con una capacidad física y técnica infinitamente superior a los filipinos, logran estadísticas espectaculares, dominando a su antojo una liga en la que el desacierto en el fichaje de los extranjeros puede conducir a un equipo del primer puesto al último. Así le sucede al campeón de la Governor's Cup, que cierra la tabla dos meses después en la Commissioner's Cup.

En cualquier caso, jugar en Filipinas no es tan sencillo. La liga no permite participar a cualquiera, tiene control sobre todos los traspasos y fichajes, supervisa todas las incorporaciones y limita los fichajes de extranjeros a dos por equipo, y no en las tres competiciones. También existen leyes de limitación de altura que a primera vista rayan el absurdo pero que priman la igualdad de una competición en la que los pívots locales apenas alcanzan los dos metros. Por ejemplo, en la Commisioner's Cup la altura máxima combinada de los dos extranjeros no puede superar los 13 pies y 6 pulgadas (aproximadamente 405cm.). Por ello se negó la entrada al altísimo Priest Lauderdale (2,21), a quien FedEx quería juntar con Jermaine Walker (2 metros).

Actualmente, ningún jugador que vaya a disputar la temporada 2002/03 de la ACB ha jugado o está jugando este verano en Filipinas como así hicieran el pasado año Wood, Ward y Sasser. No obstante, entre los 12 equipos que han disputado la Governor's Cup 'ganada por el Purefoods- sí se pueden ver a conocidos del baloncesto español como Ben Davis, Askia Jones, Torraye Braggs, Stephen Howard o Julius Nwosu, además de jugadores de prestigio internacional como el NBA Chris Morris o Rodrick Rhodes, Antonio Lang, Gerald Honeycutt, Silas Mills...

En Filipinas sueñan con que el potencial de su baloncesto traspase algún día sus fronteras. Se lucha por regresar a la élite del baloncesto asiático, volver a colocar a su selección en lo más alto del continente. Es difícil, pues la selección está aún muy lejos de rivales como China, Corea del Sur o el Líbano. No obstante, los filipinos no dejan de pensar en ello. Es uno de sus sueños, como ver a un compatriota suyo jugando en la NBA. El país suspira por ello.

Pese a que la PBA centra casi todo el interés baloncestístico, no es la única competición nacional de cierta entidad y nivel profesional. La MBA, surgida de la nada en 1998, nació como una dura competidora pero ha ido decayendo hasta el punto de que atraviesa una crisis económica espectacular y los contratos de televisión y con sponsors peligran. El cierre acecha pero los aficionados, en un acto de lealtad y pasión por esta competición menor, han puesto en marcha una iniciativa llamada 'I love Philippines, I love MBA' ('Amo Filipinas, amo la MBA') mediante la cual esperan recaudar el dinero suficiente para mantener a flote la segunda competición nacional.

Pablo Malo de Molina
ACB.COM