Afirma George Eddy en su libro 'NBA Stars' que Anthony Jerome Webb es la única persona del mundo 'capaz de tocar un punto situado al doble de su talla'. Y en efecto, así es para un hombre que con 1,69 ha llegado a superar con sus dedos los 3,40 de altura. Se puede afirmar, pues, sin temor a equivocarse, que no ha existido en este planeta un mejor salto en vertical que el de Spud Webb. Ya se especuló en su día con la posibilidad de que Sampson saltara longitud, Michael Cooper, altura, y Barkley, los cuadriláteros, pero, por desgracia, no existe una disciplina oficial que registre el salto vertical. Si Javier Sotomayor o Patrick Sjöberg hubieran sido agraciados con los muelles de Spud, estaríamos hablando de colocar el listón de altura por encima de los tres metros sin duda alguna. Pero la naturaleza se mostró caprichosa al dotar de un extraordinario poder de propulsión a un centro de gravedad más bien bajito, inferior incluso a la talla y peso medio americanos.
Si de los anteriores artistas hablábamos justo de eso, de su arte de maniobra en el aire, en el caso de Spud no es la estética precisamente nuestro punto de interés, sino el fenómeno como tal. En resumidas cuentas, estas son sus proezas nunca registradas: ¡116 centímetros! en estático y ¡131! en carrera. 'Ibamos al Highlands Hills Center (al sur de Dallas) todos los días después de clase. Allí jugábamos durante un buen rato y luego dedicábamos un tiempo a intentar hacer mates. Era mi obsesión. Tenía que llegar y un día lo logré (¡un vídeo, por favor!). Creo que medía por aquel entonces 1,59'. Evitemos, pues, el aluvión de apelativos y pasemos a relatar en palabras el que ha sido su gran legado a la historia de oro del deporte: el concurso de mates de 1986.
Los Pistons desecharon en 1985 una cuarta ronda del draft llamada Spud Webb. Fue después la plantilla de Atlanta quien hizo un hueco para el entonces jugador más pequeño de la historia de la liga (Bogues llegaría después del verano). Hasta la llegada del concurso, en febrero, Spud se prestó para un anuncio con Manute Bol y poco más. Las cámaras registraron en un partido, curiosamente en Dallas, una escapada suya con mate a una mano que dejó boquiabiertos a todos. La toma era general y parecía que un pequeño ratoncito se había colado en la pista a una velocidad endiablada y había hecho algo que' 'cómo? ¡no podía ser! Los rumores se desataron y por el círculo interno de la liga empezaron a rodar comentarios sin demasiada fuerza sobre cosas increíbles que hacía el pequeñito ese de Atlanta. Pero solamente sus compañeros, y no todos, sabían de lo que era capaz, pues al término de los entrenamientos él y Dominique apostaban al 'repite esto si puedes'. De hecho, fue su compañero quien empezó a persuadirle de que tenía que presentarse al concurso para que todo el país lo pudiera ver.
Las ausencias de Drexler y Jordan facilitaron las cosas. Aquella tarde de sábado se anticipaba especial. El primer concurso de triples terminó con la victoria de Larry Bird después de una última ronda en que logró ¡11 triples consecutivos! Los matadores esperaban en la banda 'Hinson, Kersey, Pressey, Tyler, Stansbury-, pero había un grupito de tres más cuyos comentarios estaban siendo captados por la televisión. Dominique, su hermano Gerald, y Spud. A Nique se le apreciaba una actividad inusual, un nerviosismo a flor de piel motivado por quien sabe lo que va a ocurrir. Como un padre de familia presa del orgullo por su hermano pequeño y por el gran secreto que sólo él conocía. Dominique no paraba de repetir: 'Recuerda lo que te he dicho, recuerda lo que te he dicho'. Y vaya si Spud lo recuerda. 'Dominique me dio buenos consejos. Me dijo que no estuviera nervioso, que empezara con uno de mis mates y que una vez que lo consiguiera, todo lo demás sería más sencillo. Y fue lo que pasó'. Mientras, en el centro de la pista, Dave Cowens, uno de los jueces, junto con Satch Sanders y Cazzie Russell, explicaba a Martina Navratilova quiénes eran los concursantes, sin que esta pudiera disimular su asombro al señalar Dave a aquel bajito de chandal rojo. El calor del pabellón alcanzó su máxima temperatura cuando la megafonía le presentó en último lugar. ''with five foot seven, Spud Webb'. El resto de concursantes le esperaban en el centro y con el saludo de rigor en círculo entre ellos, el público y la televisión perdió de vista al enano ante una ovación atronadora. 'Se puede pensar que yo tenía cierta ventaja con los aficionados pero hay que tener en cuenta que Dominique era mucho más conocido que yo'.
Y la fiesta comenzó. Hasta Webb, lo mejor de la primera ronda fue el duelo entre G. Wilkins y Stansbury: Gerald hizo uso de una silla 'el primer objeto en la historia del concurso-, y Terence añadió un chico sentado y otro de rodillas junto a él, en la pintura. Y llegó el turno de Spud. El público sintió entonces que su tarea debía ser la de jalear al pequeño, empujarle para que lograra meterla para abajo, como si su presencia no estuviera exenta de cierto simbólico exotismo. Pero se equivocaban. Con toda tranquilidad, Spud partió botando desde la mesa de los jueces 'el silencio era total-, saltó a dos piernas desde debajo del aro y logró un giro corto de unos 300 grados. El sonoro zarpazo al aro dio paso a un levantamiento público en el Reunion Arena de Dallas, como una revolución sin precedentes. Dominique no podía aguantar sentado, gritó todo lo que pudo a su hermano como para que lo captaran los micrófonos: 'What i said, what i said! (¡qué te dije!)'. Al ver aquello, Calvin Murphy, que estaba en la grada desde que participara en el Classic Legends hora y media antes, bajó como loco a la banda. Murphy (1970-1983) había sido el precedente de Webb, el solitario bajito '1,73- que clamaba venganza póstuma contra aquel circo de gigantes donde él había luchado. La TBS envió tres cámaras más a la pista anticipando que algo insólito iba a ocurrir. Murphy, un motivador nato, obró entonces fino con el pequeño Spud: 'Mientras transcurría la primera ronda, Calvin bajó hasta donde yo estaba sentado y entre mate y mate intentó ponerme nervioso diciéndome 'no eres capaz' de hacerlo. Apostaría mi casa en ello'.
Su segunda acción resultó curiosa y casi lo termina pagando caro. Realizó el famoso ¿sube y baja' de espaldas, situó la cabeza justo bajo la red al introducir el balón, éste le golpeó en la coronilla y volvió a salir despedido por donde había entrado. Al caer, Webb hizo un gesto a la mesa con los dedos hacia abajo como diciendo 'vale? Sí, señor, y otros 50 puntos. Había quedado claro que no le bastaba cualquier mate. Lo curioso es la improvisación que afirmó poner en escena. 'Todos esos mates ya los tenía pensados y practicados el verano anterior en Highland. Honestamente, no sabía cuál hacer hasta que llegaba mi turno. Sólo quise aglutinar la atención de la gente desde el principio'. Y vaya si lo hizo. Nunca una situación se prestó a volcar al público de aquella manera.
Ya en semifinales, un sube y baja frontal provocó este elocuente comentario en Rick Barry, comentarista para la TBS: 'Parece que cuando despega del suelo vayamos a perderle para siempre', como un verdadero cohete; de ahí su sobrenombre, Spud, de Sputnik. Había que degustar detenidamente las repeticiones por televisión casi para creer que aquello era cierto. El magnate Ted Turner se frotaba las manos, al igual que Don Carter, propietario de una joven franquicia de seis años. Nunca un ejemplo resultó tan evidente de que la NBA es un espléndido producto para el consumo por televisión. De hecho, tanto las cámaras fotográficas como las de televisión, ampliaban el encuadre de la imagen muchísimo para poder captar el completo cuadro desde el suelo al aro, y permitir así contemplar el entero despegue de aquel pequeño cuerpo volando con un balón no apto para manos pequeñas. 'Tenía que ser creativo con mis mates, porque no podía hacer lo que mis contrincantes sí eran capaces de ejecutar; el famoso mate de la línea de personal. Yo no podía coger el balón con una mano, si hubiera podido habría hecho ese mate como Jordan y alguno de Julius Erving'. Valor no le faltaba.
Gracias a un giro completo, ahora sí, de 360 grados, Spud se coló en la final con Dominique dejando fuera a su hermano Gerald y al formidable Terence Stansbury. Tuvo lugar entonces uno de los momentos más brillantes en la historia de esta competición, el apogeo de aquella mágica noche. Spud se situó junto a la esquina izquierda del medio campo, lanzó el balón a unos seis metros de altura e inició la carrera con una extraña parábola interior, importante motivo para un inciso: esta era la expresión máxima de su técnica, un salto de un metro de longitud antes de efectuar el trampolín, su recurso para combinar el salto estático en carrera, una arriesgada técnica que requiere la pericia de no perder el control del cuerpo, propenso por inercia a escaparse de la verticalidad. El ascenso del balón cesó como a un metro del lado izquierdo del hierro; el silencio permitió escuchar una voz femenina que gritaba: 'Take it!'; el salto a manos libres de Spud fue el mayor de la noche -¡1,16!-, e incluso la tijera que realizó con las piernas pareció llevarle más arriba para prender la bola y llevarla al aro en un terminante hachazo a dos manos. Hasta la caída desde los cielos, con un pícaro recogimiento de piernas, contribuyó a crear la sensación de que el suelo se había tornado entonces elástico.
La situación se descontroló a tal punto que el paroxismo invadió el pabellón, y por qué no, el país entero. Las cámaras no daban abasto recogiendo reacciones por doquier. Jordan se tiraba de la gorra con Tree Rollins en la banda, Blackman y Drexler, entre el público, no daban crédito a sus ojos, al igual que los hijos del Dr J que, junto al electrónico de la esquina, tardaron una eternidad en cerrar la boca. Pero quien de verdad perdió los papeles como nunca fue Calvin Murphy. La televisión reflejó fielmente su reacción casi 'religiosa'. Saltó de su asiento en la banda como un resorte y comenzó a aplaudir a un ritmo frenético con el rostro desencajado mientras invadía la pista del Arena. 'Quizá Wilkins podría haber ganado en un lugar neutral con jueces rusos. Pero con los 16 mil espectadores levantando un 10 como locos cada vez que hacía un mate, era una misión imposible', señala Skip Bayless, editor del Insider. En aquella ocasión la reacción colectiva estaba más que justificada. 'Ya había realizado ese mate en varias ocasiones en Highland, pero nunca vi a nadie más hacerlo'. De hecho, quien pueda contemplar con un mínimo de sensibilidad esa acción, comprobará como de mil veces, aquella ejecución sería la de mayor excelencia e incluso me atrevería a decir que la única posible. El dificilísimo 'timing' resultó en aquel caso matemáticamente perfecto.
Después de aquello y con otro 50 de Dominique con un giro completo a una mano, Spud debía realizar otra muestra de coordinación sobrehumana. Desde el frontal del triple, lanzó el balón al suelo para, tras rebote en el tablero, recoger y embestir todo con su mano derecha. Pero falló. Murphy, como un padre sin el menor sentido del ridículo, acudió a la pista junto a Webb antes del segundo intento profiriendo una retahíla incontrolada de recomendaciones antes de su palmadita final en el trasero de Spud. A la segunda, lo logró' y lo que hiciera Dominique poco importaba ya. El molino a dos manos, su eterno recurso perdedor, tardó nada, como si Nique, con toda lógica, se sintiera un intruso en aquella fiesta, y casi con prisa acudió a esconderse entre el resto de compañeros. La puntuación de este mate se hizo esperar una estudiadísima eternidad para regocijo de los ratings de audiencia. Mientras, la piña del público repetía sin cesar: 'Spud'Spud'!', hasta que la megafonía, con un ánimo impropio de la objetividad, deletreó un maravilloso: ''and forty-eight''. El resto ni se pudo escuchar, tal fue la explosión colectiva de júbilo.
Lo primero que hizo el pequeño Webb ante la invasión en torno a él de las cámaras fue acudir donde su compañero y amigo Wilkins, cuyo rostro curiosamente reveló al principio una expresión de gravedad y decepción, como si el monstruo que había creado se hubiera vuelto contra él, hasta que, tras un abrazo sincero esgrimió una razonable sonrisa. Mike Fratello, técnico de ambos, sin disimular una alegría no exenta de moralina, declaró entonces: 'Spud es América. Mañana, cada padre y cada hijo intentarán hacer un mate. Si Spud es capaz de hacerlo, cualquiera también puede'. Nadie por debajo del 1,80 lo ha logrado después en la NBA.
Webb, marcado como nadie desde entonces por aquella mágica etiqueta, mostraría a lo largo de su carrera numerosas expresiones de su sobrehumana capacidad. Sus mates en partidos se cotizaban a un precio inimaginable. Y no tenían por qué nacer de escapadas libre de marca, como quedó demostrado aquel mismo año, realizando un mate con asombrosa autoridad en un partido contra los Lakers en el Omni, cuando la zona estaba plagada de, entre otros, Magic, Cooper y Abdul Jabbar.
Puede que quien mejor definiera lo ocurrido aquella tarde de sábado en Dallas, fuera Skip Bayless, el veterano periodista del Insider: 'Fue la acción más cercana a una experiencia deportiva sobrenatural, algo casi extraterrestre. Cuando estaba en el aire, podías mirar la canasta y contemplar asombrado cómo aquel pequeño hombre conseguía, con su 1,69, superar sin problemas la altura de un aro de baloncesto'. Por mucho que él intentara hacerse un hueco profesional, allí en Dallas, dejó Webb su legado para la sorprendente historia de los 'Freaks' del deporte.
Gonzalo Vázquez
ACB.COM