Miguel Ángel Moreno. (EFE).- "Nunca te rindas" es la frase que ha marcado la vida del escolta estadounidense Karvel Anderson, con una infancia difícil que le llevó a vivir en las calles siendo adolescente y en la que el baloncesto y su tenacidad le permitieron salir a flote para lograr su sueño: ser jugador profesional.
"Mi madre estuvo en la cárcel, no conozco a mi padre, viví solo en las calles durante mucho tiempo. Y no estoy seguro de cómo ni por qué, pero siempre había algo dentro de mí que me decía 'nunca te rindas'. Aunque las cosas fueran difíciles, siempre supe que quería ser jugador de baloncesto profesional, que quería cambiar mi vida", relató Anderson durante una extensa entrevista con la Agencia EFE.
Escuchar a Karvel Anderson (Elkhart, Indiana, Estados Unidos, 1991) es más que aproximarse al escolta tirador que ha contratado el Montakit Fuenlabrada para asegurarse puntos esta temporada. Mucho más que los 25 tantos y el 50 % de acierto en triples que ofreció en su debut ante su afición, contra el San Pablo Burgos (76-87).
Su discurso es una auténtica lección de vida, de superación personal, con pasajes muy duros y conclusiones luminosas que el exterior plantea durante la conversación, el relato de una vida con muchas dificultades que compartió con EFE en su nueva casa, el Pabellón Fernando Martín de Fuenlabrada (Madrid).
"No conocí a mi padre, ni un nombre, ni una foto. Cuando tenía 13 años, mi madre fue a prisión por seis años y me encontré solo. Tenía dos hermanas, pero eran de otro padre diferente que las acogió, él no me quería a mí. No tuve otra opción", explica Anderson.
El joven Karvel pasó por casas de diferentes amigos, cambiando de lugar cada día, hasta que decidió que no quería cargar sus problemas a otras personas.
"Quería hacer lo que tuviera que hacer yo solo para cambiar mi vida. Si tengo que dormir en las calles, duermo en las calles. Hice cosas de las que no estoy orgulloso para sobrevivir, pero las hice con el mejor corazón, con la idea de ser mejor", recuerda un Anderson que llegó a tener que hurtar comida en las tiendas y vivía con apenas "un par de camisetas, un pantalón y dos mudas".
Durante este periodo duro, Anderson encontró refugio en el baloncesto. "Durante un tiempo en el que no tuve una casa para vivir, me pasaba todo el tiempo en el pabellón, tirando y tirando. Era un edificio, un lugar en el que estar a cubierto", explica.
Criado en Elkhart, localidad de 50.000 habitantes de Indiana (EE.UU.) especializada en la producción de caravanas, fuertemente golpeada por la recesión económica de 2008 y con un alto índice de criminalidad, el hoy jugador del Fuenlabrada admite que muchos de sus amigos de la infancia están hoy "muertos o en prisión".
"Creo que el baloncesto me salvó de alguna manera", añade Anderson, que salió de la calle con la ayuda de un entrenador de baloncesto del instituto.
"Siempre tuve mucho orgullo, pero ese entrenador me vio pasarlo mal. Él no había podido tener hijos y fue como un padre para mí. Yo fui como un hijo para él, y tanto él como su mujer me acogieron y me ayudaron a ser un mejor jugador y una buena persona, a preocuparme por los demás", explica.
Anderson también vivió con su abuelo -"un hombre duro, militar, tenía tres trabajos al mismo tiempo y me enseñó que no se trata de pensar en uno mismo", rememora-, y llegó a trabajar en una factoría al tiempo que estudiaba. Consiguió llegar a la Universidad: primero en Glen Oaks Community College (Michigan) y luego en Robert Morris (Pensilvania), donde fue el mejor jugador de la Conferencia Noreste.
En esa etapa universitaria su ejemplo saltó al foco público a partir de una carta que le dirigió la entonces primera dama estadounidense Michelle Obama, dándole las gracias por su "determinación para superar la adversidad".
"Ella escuchó mi historia y me escribió para decirme que estaba orgullosa de cómo había superado todo y esperaba que la gente siguiera mis pasos. Tengo la carta en mi móvil, la miro vaya donde vaya, cuando tengo momentos difíciles o un partido duro", explica.
Tras pasar la etapa universitaria, la NBA no llamó a su puerta -"tuve pruebas con varios equipos, pero todos decían lo mismo: 'es muy pequeño (mide 1,88 metros), no es un base pero tampoco es un escolta", explica- y apareció la oportunidad del baloncesto europeo.
El Andrea Costa Imola, de la segunda división italiana, fue su primer destino durante dos temporadas, de ahí a la Bundesliga alemana (Eisbaren Bremerhaven) y a Francia, donde disputó una temporada en el Boulazac Basket Dordogne y otra en el BCM Gravelines. Allí se hizo un nombre como un tirador solvente.
"Mi objetivo era jugar en la ACB, es una liga muy respetada, una de las mejores, si no la mejor en Europa. Quería seguir creciendo, probarme que puedo jugar en este nivel", explica Anderson sobre su nuevo destino: Fuenlabrada, una localidad de la que "no sabía nada" antes de llegar, pero en la que tiene muy claro que quiere ser alguien a quien la afición "disfrute viendo jugar".
"El plan es jugar como ante el Burgos (25 puntos, 50% en triples), como he jugado toda mi carrera, pero buscar el equilibrio con el equipo, si tengo que ser un Karvel que mete 10 y ganamos, lo prefiero", reconoce un Anderson que ha tenido durante esta última semana un curso acelerado de rivalidad local contra el Movistar Estudiantes, su rival del próximo domingo (12.30 horas).
El nuevo jugador del Fuenlabrada explica su historia personal sin atajos y considera que es bueno dar a conocer que un deportista de élite ha llegado ahí tras superar momentos duros. "Muchas veces los grandes atletas, los músicos, los actores, son gente que ha sufrido cuando fueron jóvenes", apunta.
"Los aficionados que vinieron a verme en el partido ante Burgos y me vieron meter 25 puntos lo único que saben de mí es que soy capaz de meter esos puntos, pero no saben que me costó años de sufrimiento, de sangre, de lágrimas, perder familia", reflexiona.
Anderson admira al exjugador Allen Iverson -"tuvo una vida difícil, incluso en la NBA", recuerda- y al recientemente retirado Kobe Bryant por su "fortaleza mental". "Creo que cuando llegas a un determinado nivel todos son buenos jugadores, la diferencia es lo mental. Es lo que diferencia a Real Madrid o Barcelona", explica.
El escolta del Fuenlabrada se hace llamar en las redes sociales '@ThaBestKeptScrt' ('The Best Kept Secret', el secreto mejor guardado), una metáfora de los impedimentos vividos en su carrera.
"Siempre ha habido alguien que me ha dicho que soy muy bajo, o no suficientemente fuerte, o no suficientemente bueno. Creo que soy un diamante en bruto, alguien que es bueno pero que nadie conoce", explica.
En Fuenlabrada, aspira que la Liga Endesa reconozca su calidad para dar un paso adelante en su carrera. Una trayectoria deportiva que no será el final de su historia, ya que entre sus sueños está relatar su historia en un libro que escribirá cuando se retire.
"Ahora soy Karvel, el jugador de baloncesto, pero algún día dejaré de serlo y quiero ser alguien al que los niños vean como un modelo, por mi historia y por las enseñanzas que les puedo aportar", afirma Karvel Anderson.
En un Pabellón Fernando Martín en silencio tras toda una mañana de entrenamientos, el periodista le pide a Anderson un último consejo, una enseñanza que haya sacado de su complicada trayectoria vital. El escolta se da unos segundos de silencio y contesta: "No importa en qué situación estés, siempre hay una salida".