Redacción, 17 Ene. 2017.- Hay muy pocos casos (o quizás ninguno) como el de Marcus Brown, campeón de la competición liguera en nada menos que en seis países. Y no estamos hablando de sitios secundarios en el baloncesto mundial. Francia (dos veces), Turquía (otras dos), Rusia (dos más), Lituania (dos), España e Israel. Un muestrario realmente increíble de cómo un jugador conduce a ganar a su equipo o, como mínimo, tiene un tremendo ojo (él o su agente) para escoger equipos ganadores.
Brown siempre fue protagonista en esos títulos, algunos de ellos tan histórico como el conseguido en el 2006 con el Unicaja. Seguro que tiene más mérito ganar en Málaga que hacerlo con 'gigantes' en sus respectivos países como el CSKA, el Zalgiris o el Maccabi. Podría decirse que se trataba de un jugador 'chapado a la antigua'. Con 1,93, era un escolta clásico, puro: ni le podías pedir que subiese el balón de forma constante ni tampoco que, por altura, jugase demasiado al '3'. Lo suyo era anotar, pero tampoco a toneladas, abusando del tiro. Pero siempre sabía lo que tenía que hacer y en los finales de partido no rehuía nunca la responsabilidad.
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