Artículo

El vodevil de Pierre

El niño que quería ser actor, el actor que quiere ser niño. El portero que fue baloncestista y el jugador que saltaba como un portero. ¿Qué tienen en común Calderón, el Betis y un escenario? Descúbrelo de la mano de la gran sorpresa del Baloncesto Sevilla, un Pierre Oriola que por fin actúa en su soñada obra

Oriola, de pequeño
© Oriola, de pequeño
  

Redacción, 18 Nov. 2014.- Dijo alguien alguna vez que el alma, cuando sueña, es teatro, actores y auditorio. Al pequeño Pierre no le importó nacer en la Cataluña post-olímpica, resacosa de la borrachera de medallas, momentos e historia. “Mamá, quiero ser actor”. 25 de septiembre del 92. Las peleas por Maastricht, el viejo debate de la Unión Europea. Presupuestos aprobados a regañadientes, Cruyff y Núñez monopolizando las portadas deportivas por su pelea en bucle, Magic Johnson deshojando la margarita. Un buen dia para nacer.



Primer acto: De la escuela a Mannheim

Tárrega, Lleida. La Tárrega de Oriola. La Tárrega de Ponsarnau. La Tárrega de la ‘Fira del Teatre al Carrer’ (Feria del Teatro Callejero), ese festival que desde hace 35 años se celebra en septiembre, el mes en el que nació Pierre. Pierre David, para más señas. “Lo de Pierre era por un tío de mi madre, bastante alto para su época. Era muy especial para mis padres y murió el año en el que yo nacía. Fue un homenaje. Lo de David por un tío mío, padrino de mi bautizo”. Así se construye uno de los nombres más originales de la ACB, de la mano de un apellido que jamás se vio en la élite.

Si en esta vida te llamas Pierre David Oriola o bien escribes un libro de poemas en francés o te planteas seriamente destacar en la disciplina que se te dé mejor, pues nadie olvidará tu nombre. Y menos siendo tan activo. “Pobrecitos mis padres, siempre fui muy travieso y no era fácil estar a mi lado, pero confiaron en mí. No podría hablar mejor de ellos, si realmente la gente ve cómo soy dentro y fuera de la pista es gracias a ellos. Me educaron muy bien a mí y a mis hermanas”.

El targarino creció a camino entre los bastidores y el césped. “De pequeñito hacía teatro tanto en el colegio como en el instituto y se me daba bien. También empecé a jugar al fútbol en el pueblo. Todos querían marcar goles o dar pases y como nadie deseaba ser portero me puse yo. Me gustaba bastante y tampoco me iba mal”. El balón de baloncesto tardó en llegar y, cuando lo hizo, resultaba complicado desconectar. “Entré en el CN Tárrega y al principio me costaba cambiar el chip. Mi padre se reía porque decía que, en cada balón dividido, me tiraba al suelo como si siguiera de portero. ¡Esto no puedes hacerlo, que aquí no hay césped! Lo bueno es poco a poco me fui adaptando y los entrenadores confiaron en mí. Tenía muchas ganas de aprender y mejorar”.

Oriola... ¡de portero!
© Oriola... ¡de portero!


Con 16 añitos, cambia el Club Nataciò Tarrega por un clásico del baloncesto catalán, el Lleida. Allí juega con el júnior aunque su evolución, pletórica, le permite debutar con 16 años en el primer equipo, en un partido de la Adecco Oro frente al Vic. La vida iba demasiado rápido y lejos del parqué lo notaba. “Esa temporada fue bastante complicada para mí e incluso repetí curso. No tenía tiempo, el ir y volver me quitaba muchas horas y tenía problemas para estudiar ya que en ese momento no era una persona muy organizada. Eso sí, la experiencia deportiva resultó positiva. Pude darme a conocer un poquito”.

Al verano siguiente, el de 2009, cambia Lleida por Manresa y, casi sin darse cuenta, llega de la mano de Igor Ibaka y otros 3 chicos de su edad a la pretemporada del entonces denominado Suzuki. Meses después, llega el gran día.

- 21 de marzo de 2010. Imagino que la tienes marcada en rojo… ¿no se te olvida esta fecha, verdad Pierre?

- Claro… Mannheim, ¿no?

- ¡No! ¡Tu debut ACB!

- ¡Me has pillado!

Pierre, en el CN Tárrega
© Pierre, en el CN Tárrega


Entre risas, Oriola se justifica. “Yo creo que ni mi familia se dio cuenta”. Aquel día, a la edad de 17, saltó a la pista para estrenarse en la Liga Endesa… ¡durante 6 segundos! “Sí, sí, pero Clay Tucker no anotó”, relata bromista, orgulloso de su defensa. “Nadie se dio cuenta, pasó muy rápido. ¡Otras, si está ahí!, decían los míos. Para mí, aunque fueran solo 6 segundos, suponía un sueño. El sueño de cualquier joven”.

No jugaría uno más en todo el año en la élite mas el sueño continuó cuando sonó aquel teléfono. “Lo cogió el director deportivo de la cantera del Manresa y me comunicó, al final de un entrenamiento, que tenía que ir de concentración con la selección sub18 en Madrid, que querían verme. Imagínate, para mí era la primera vez en todos los sentidos, ni en la catalana me habían llamado. Acudí sabiendo que al primer día me iba a casa, que era el último del grupo. Me equivoqué”. Que se lo digan a Australia, a la postre campeona del torneo de Mannheim, cuando cayó frente a la España de los Jaime Fernández, Barrera, Creus, Ventura y compañía por 66-61 tras 19 puntos y 8 rebotes de Pierre, el mejor aquel día. Solo una derrota contra Estados Unidos y un poco de mala suerte –se quedó fuera, con un solo tropiezo, por el triple empate frente a australianos y estadounidenses-, le privaron de medallas. Sin embargo, su nombre cotizaba cada vez más alto.

“He dejado para el final al chico que, por ciertas aptitudes, impropias de esta categoría, más me ha impactado. Oriola ha sido el pívot más efectivo sin ser el que más talento atesora. Llama la atención su concentración, posicionamiento en el campo, ayudas, buenas manos y su concepto de bloqueo y continuación. El hambre percibido me mostró una capacidad de mejora muy grande y el billete para vivir muchos años en ACB”, escribía Antonio Rodríguez de un jugador que había pasado en dos meses de las Series Colegiales ACB, con su Escola Joviat, a jugar contra los mejores del mundo de su edad, habiendo ya debutado en la élite. El Europeo Sub18, a continuación, parecía la guinda, pero la actuación de España resultó bastante gris, quedando 11º en el torneo. “No sabíamos hacia dónde íbamos y no encontramos a jugadores que tenían que ser importantes. Nos pasó factura y otro triple empate nos dejó fuera”. Dos años más tarde viviría el otro lado de la moneda.

Foto Joaquim Alberch / enCancha
© Foto Joaquim Alberch / enCancha


Segundo acto: Aprender de los errores

“Debe mejorar físicamente, pero tiene inteligencia y entrenará con nosotros para seguir creciendo más. Es nuestro quinto pívot”. A Jaume Ponsarnau le encantaba el ala-pívot por muchos motivos más que el de compartir procedencia. Y Tárrega ganaba otro representante de lujo en la élite cuando Pierre, con tan solo 18 años, estrenaba la 2010-11 jugando en la cancha del mismísimo Real Madrid, con 2 puntos y 2 rebotes en 9 minutos en pista. “Fíjate que cuando Jaume me dijo que jugaría por las lesiones me hizo ilusión, aunque al mismo tiempo pensaba que me tocaba jugar contra uno de los mejores de Europa. Tenía ganas pero a la vez respeto… y miedo”.

Quizá, lo más complicado, y más a esa edad, era verlo con perspectiva y no sentirse decepcionado cuando días después de compartir pista con estrellas en la Caja Mágica, regresaba a la EBA para jugar con el vinculado Sant Nicolau. “No estaba preparado para ese salto”, confiesa el chico que alternaba ACB y EBA como el que cambia de ropa. Llegaba Uros Slokar y al San Nicolau. Se lesionaba Alzamora, al primer equipo. Larry Lewis, una especie de padre dentro del vestuario, intentaba mantener al chico con los pies en el suelo, mas la montaña rusa hacía tiempo que no se podía parar. “Ahora lo pienso, con más años y experiencia, y me doy cuenta de que ese no tenía que haber sido mi camino. Hice un recorrido a la inversa. Evidentemente estaba bien en el primer equipo, entrenando con ellos, pero no estaba listo para ese cambio, me hubiese ido mejor estando en el Sant Nicolau o cualquier LEB Plata, ir subiendo escalones y no pasar del junior al primer equipo de esa forma”.

Aún verde en la temporada 2011-12, combinaba algún destello en los pocos minutos que arañaba (150 en todo el año) con errores infantiles, fruto de su extra motivación e inexperiencia. Incluso un día, contra el UCAM Murcia, cometía 5 faltas en 5 minutos y 36 segundos. “Recuerdo que Román hizo falta y le dio un golpe al panel de publicidad. El árbitro le vio y no pitó nada. En la siguiente me señalan falta que no era, o eso pensaba, levanto un poco los brazos y como el árbitro venía caliente me pita técnica. En un segundo, la cuarta falta y la quinta. A la calle. ¡Parecía que quería batir el récord!” Su consuelo, la convocatoria con España para el Europeo Sub20 en Eslovenia, compartiendo galones con los Dani Díez, Barrera, Suárez, Fernández, Sanz, Pozas, Servera, Olaizola, Tomàs… y un heroico Abrines que le dio el bronce al equipo con un triple final salvador.



El mayor triunfo de su carrera. Y un lamento nada más regresar: “Me hubiese gustado jugar más”. Hoy lo ve de otra manera. “Reconozco que fui con las ideas equivocadas. Luis Guil quería unas cosas y yo otras, no capté el mensaje y quise hacer más de lo que necesitaba mi equipo. A veces lo pienso y lo hablo con mi familia, fue mi error. El entrenador tiene que mirar por todos y no solo por mí. No me gané los minutos”, reconoce autocrítico un jugador que cambiaría muchas cosas de esos meses.

Por ejemplo, en Lleida, siguiente destino tras ser cedido por el Manresa. “Llegué con la mentalidad equivocada. ‘Si en ACB no he jugado, aquí 30 minutos el primer día’, me planteaba. Y la LEB no es fácil. Ni sencillo dar ese paso mental. Joaquín Prado, mi técnico, siempre dio oportunidades pero deseaba ver algún cambio o reacción en mí. Hasta Navidad no llegó. Recuerdo un partido clave, frente a Alicante, aprovechando una lesión, en la que anoté 17 puntos. A partir de ahí capté la idea de lo que querían de mí y me dediqué a hacer lo que me pedían. Me fue mejor”.

Qué temporada más difícil aquella. Problemas extradeportivos, económicos, convocatoria de huelga. Cada partido se sufría más. Cada victoria se disfrutaba más, como aquellas que le valieron para luchar por el ascenso. Como aquella noche mágica frente al Palencia Basket, el 2-1 en el Playoff, en la noche más emocionante de la carrera de Pierre, que anotó 17 puntos aquel partido. No hubo ascenso, remontada palentina incluida en la serie, mas la despedida fue emocionante y su recta final (de un 8-4 en la regular a un 10-7 en Playoff, con 12 de valoración) le hacían pensar que su momento en Manresa había llegado. Se equivocaba.

Oriola, implicado en el Peñas Huesca
© Oriola, implicado en el Peñas Huesca


Pierre Oriola, la gran apuesta canterana del conjunto del Bages, no entraba en los planes de La Bruixa d’Or para la Liga Endesa 2013-14. “Supuso una decepción. No entendí muy bien el planteamiento de cederme y luego no quedarse conmigo, que no me hubieran dicho antes que me fuera. Sin embargo, ellos alegaban que había demasiados jugadores en mi posición y al final y es el mundo profesional y se entiende. Me hubiese gustado triunfar en casa y demostrar que venía de otra forma pero la vida es muy larga y no cierro puertas”, comenta el jugador, que siguió en la Adecco Oro enrolado en las filas del CB Peñas Huesca.

Allí, la revolución. La pura revolución. Si en Lleida hubo un punto de inflexión en el ecuador de la liga, en Huesca la locura reinó desde el primer partido. Encuentros escandalosos, como aquel contra Ourense (26 pt, 15 reb, 35 val), presencia en pista, evolución, hambre, inteligencia, y una regularidad (14 pt, 6,1 reb, 13,8 val) que contrastaba con los vaivenes de su carrera hasta ese momento. Simplemente, era otro jugador. “Sí, hubo mucho cambio y la culpa la tuvieron mis dos entrenadores. Me dieron un papel importante y esta vez sí lo supe asumir. Cambiaron mi mentalidad para trabajar todos los días, Quim Costa me sacó al exterior para jugar más en posiciones de 4, que llevaba dos o tres años sin hacerlo, lo que mejoró mi versatilidad. Nacho Gella, mi segundo entrenador, fue clave en las charlas y en el trabajo durante el verano. Acabé convertido en un líder un poco silencioso, porque jamás me gustó hacer ruido o ser extravagante. Solo liderar en pista”.

“Este tipo quiere comerse el mundo”, diría Galilea meses más tarde. Empezaba una nueva historia.

Oriola, con sus compañeros en el Baloncesto Sevilla
© Oriola, con sus compañeros en el Baloncesto Sevilla


Tercer acto: El rol encontrado

Qué largo se le hizo el verano a Pierre. “Me lo comunicaron mis agentes y estaba muy ilusionado por jugar en ACB, aunque hasta agosto la espera resultó larga. Ahora estoy tan contento…”

Y su equipo con él. No fue el inicio soñado, no. 5 partidos, 5 derrotas en Liga Endesa. Y ese runrún que nace con cualquier crisis de resultados, sea en el lugar que sea, para llevarse a todo el que pase por delante. Menos a él. Nadie le cuestionó, ni en esos momentos críticos de inicio. Pierre Oriola, para sorpresa de todos los que no le conocían, se ha convertido en el fichaje hispalense más regular hasta el momento y la afición le salvó de la quema. Ahora, tras dos victorias consecutivas, consciente de que aún quedan muchas batallas y mucho que crecer en el camino, valora ese inicio tan prometedor.

“Si te soy sincero, no esperaba un nivel así”. 11-7 frente al Iberostar Tenerife, 13-5 al CAI. 14 de valoración contra Bilbao Basket, 11 contra el Tuenti Móvil Estudiantes. Siempre con algún tapón de regalo –es el 10º en este ranking ACB-, con algún gesto, con algún guiño. Y también algún partido gris, cierto, aunque con una actitud excelente con la que se ha ganado en muy poco tiempo a su nueva afición. “Pido disculpas a los aficionados, este no es el equipo que se merece esta ciudad. Vamos a tirar a muerte para arriba”, llegó a decir en plena racha negativa. Su trabajo y buena línea encontró pronto frutos, tanto en Liga Endesa, con dos victorias seguidas, como en Europa, donde no se dejó intimidar pese a competir hasta hace pocos meses en Adecco Oro. 17 puntos a la Roma, 14 al Charleroi, 11 al Nancy, 10-7 contra Oldenburg. Ni en sus mejores sueños.



“Esta claro que venía con ganas e ilusión por mejorar el trabajo del año pasado. Ver que compañeros y técnicos confían en mí me ha permitido sentirme cómodo. Me llevo bien con ellos. Aprendo de Berni, con todo lo que ha dado en este país, o de Urtasun. Y disfruto con jóvenes como Hernangómez o Porzingis, futuros del basket europeo. Ha sido todo muy rápido, sobre todo mentalmente, el adaptarse a tener entre semana competición. Yo, más que un don o tener una gran habilidad individual, lo consigo con muchas horas de trabajo. Espero que el límite aún quede lejos”, confiesa un jugador para el que parecía reservado un papel mucho más modesto. El rol que le pidió Roth, de dar un plus de intensidad al equipo, le ha llevado a un siguiente nivel. Y por qué no disfrutarlo. Que empiece el baile.

“Que no, que no, que en realidad soy bastante tímido”, confiesa entre carcajadas. Cuesta creerle tras su show en el vestuario tras la primera victoria en Liga Endesa, en un baile que comentó por Twitter hasta el mismísimo Serge Ibaka. “Cuando estoy en confianza o con mis amigos me suelto. Es curioso, pese a que los resultados no habían llegado hasta ahora, la conexión entre todos es muy buena y seguirá así”. Sus palabras se pueden aplicar a la afición, ya que ni dudó en celebrar ese triunfo frente al CAI Zaragoza con los integrantes de la mítica Peña La Keka. “Aunque no me creas no soy tan expresivo, de verdad, pero no sé si ocurrió porque teníamos tensión acumulada de tantos partidos perdidos pero la cuestión es que me solté y me salió así, yendo a celebrarlo con ellos. En Manresa ya lo hice porque tenía amigos en la grada y aquí me salió de dentro hacerlo”.

Pierre vive feliz a la orilla del Guadalquivir, enamorado de Sevilla, una ciudad que le hizo afirmar que se quedaría a vivir allí para siempre. “Es la primera vez que vivo en una ciudad tan grande y estoy encantado. Se vive muy bien. El clima, la gente y las tapas. Ya te digo que cae alguna, esos gustos nos los damos”. No se lo monta mal, no. Se levanta, entrena, vuelve a casa, se hace la comida –vive solo-, duerme siesta y otra vez a entrenar. Y a partir de ahí, a rellenar la agenda. “A veces quedamos el grupo del cine, Willy, Kristaps, Niko y yo, y nos vemos una película. Otras tomamos algo. El otro día nos fuimos de compra con Curro, el delegado. Necesito hacer de todo”. Lo de tiempo para aclimatarse que lo usen de excusa otros.

Oriola, con su familia
© Oriola, con su familia


Desenlace: El anhelo de ser actor

El de Tárrega no para. O, más bien, no quiere parar. “Me gusta estar con mis amigos y mi familia, pasarlo bien. En mis ratos libres intento aprovechar el máximo tiempo posible con mi gente. Salir a cenar, a tomar algo, no me gusta estar en casa encerrado”. Enganchado a las series –ahora está con Vikings y How I met your mother, aunque jura y perjura que no hay mayor fan que él de Juego de Tronos- y a la lectura e interesado por la política –“me interesa opinar y debatir, veo tantas injusticias”- Oriola confiesa tres de sus grandes pasiones, a cada cual más peculiar.

Una, escuchar a Alejandro Sanz y Dani Martín antes de los partidos. “Me relaja bastante”, asegura. Otra, que es un futbolero empedernido. “Soy del Barça a muerte, aunque antes lo era todavía más”. Y Sevilla es ciudad de fútbol. “Me he hecho del Betis. He ido ya varias veces a verle y me he convertido en el seguidor número 1 del Betis”. La tercera, la mayor de todas, su amor por el teatro. “Me encantó ver Los Miserables y me marcó Pel davant i pel darrera, una obra en catalán que me gustó mucho”.

El jugador catalán es una caja de sorpresas y sus anécdotas llaman la atención. Como que se pasó unas semanas intentísimas entrenando con José Manuel Calderón en Villanueva de la Serena, en el verano de 2013. “Comparto agente con él y surgió la posibilidad de entrenar junto a Joan Ramón Tarragó, su preparador físico desde hace años. Era una experiencia tremenda trabajar con un jugador NBA y ver cómo entrena. No me lo pensé dos veces y fue una gran vivencia. Es un jugador excepcional y un diez como persona”.

Foto Twitter
© Foto Twitter


Así surgió el Pestorejo Team. “Fui con Joan Creus y Javi Vega y Calderón nos presentó a sus amigos, como Nono. Así nació la broma de vernos al año siguiente, que no pudo ser este verano por el fichaje de Calde por los Knicks, y formar el Pestorejo Team, en honor a ese plato típico extremeño que todos deberían probar. ¡A ver si me acerco a comerlo ahora que estoy tan cerquita!”

Pierre parece olvidar su edad cuando habla de baloncesto. Autocrítica, mesura, pies en el suelo. Como si no acabara de cumplir 22 años. Como si cada derrota o situación difícil le hubieran hecho crecer a pasos agigantados dentro del parqué. Malos resultados en su etapa manresana y salida por la puerta de atrás, problemas económicos en Lleida, el pequeño sinsabor de su inolvidable experiencia con la selección y hasta el propio inicio en Sevilla, cuando todo era ilusión. Ya va tocando dejar de ser el que tranquilice o consuele en los momentos más feos por haber vivido tantos. “Me gustaría ver la otra cara del baloncesto y no sufrir tanto como hasta ahora. Quizá sea un privilegio, pero he vivido situaciones límite y con eso puedo ayudar ahora a mis compañeros. Aunque ya me apetece ver esa otra cara de ganar muchos partidos, luchar por un Playoff, por una final o quién sabe si un título. Quiero ganar”.

Qué lejano queda el día de colgar las botas. Sin embargo, Oriola ya lo tiene muy claro. El baloncesto será un muy buen recuerdo, no un siguiente destino. “Ahora mismo es mi vida pero pese a que me gusta, cuando me retire no quiero seguir en el mundo del basket ya que lo que me gusta es jugar”. ¿Su destino? Aquel sueño de pequeñito, del hijo de la Tárrega del teatro callejero. “Me gustaría dedicarme a la interpretación. El cine y el teatro me fascinan, es una de las cosas que tengo pendiente. Y ya te dije que de pequeñito se me daba bastante bien, aunque ahora estaría desentrenado. Estoy moviéndome, a ver si puedo hacer unas cositas en el mundo de la interpretación, es el mundo al que deseo dedicarme”.

ACB Photo
© ACB Photo


“El mundo entero es un escenario. Y todo lo demás… es vodevil”, escribía Alan Moore en forma de V. La cancha como teatro. Si la vida es una obra, mejor comedia ligera. Si en la pista saltaba como un portero, que suban el techo del escenario por encima de los tres metros. Hasta entonces solo peligrarán los aros de aquel que siempre gritó que no tenía ningún don. Quizá, sin saberlo, acababa de encontrarlo. Y con él la forma de relanzar su carrera, de construir su vida, una obra de teatro con aroma a parqué que busca final feliz. Es su historia, es su vodevil. El vodevil de Pierre