El fenómeno Lebron (V)
Hasta hace unos años el valor deportivo y el valor de mercado corrían de la mano en todo deportista. Pero vivimos hoy una era singular donde surgen de repente figuras que rompen aquel equilibrio. Desde Georgie Best, aquel legendario futbolista del Manchester convertido en estrella pop, el proceso de des-realizar al deportista para realizarlo como producto de ficción a gusto del consumidor ha ido dando multitud de nombres. Anna Kournikova despierta una expectación sólo equiparable a sus contratos publicitarios como ninguna otra tenista sin haber alcanzado nunca una final de Grand Slam. Con David Beckham el fútbol como deporte cede su lugar definitivamente al fútbol como negocio sin que nadie se atreva a cuestionar que el propio Beckham resulte hoy por hoy el producto de mercado de mayor cotización' sin ser necesariamente el mejor.
La propia NBA, la primera organización deportiva en generar energía económica del espectáculo deportivo, sanciona igualmente esta dinámica cuando en el All Star de Atlanta asistimos con Yao Ming a la primera presencia titular de un novato foráneo en la historia de estos partidos. Al margen de cuestiones técnicas, se comprueba bajo el pretexto de las votaciones una precisa operación de oferta real a una demanda invisible (un business to business a escala universal) con la conquista de un nuevo y gigantesco mercado que anida en China y la nueva área asiática. Paralelamente a este proceso pero en sentido contrario, Tim Duncan, puede que el jugador de Baloncesto de mayor valor deportivo actual, carece de presencia en el Top 10 de camisetas vendidas por jugadores de la NBA.
Vemos entonces que el market y los media (la Pantalla del Deporte) sancionan con estas presencias la ascensión a lo más alto de la pirámide de deportistas que no han de ser necesariamente los números uno de sus disciplinas, y cabe preguntarse entonces qué lugar ocupa en todo este proceso nuestro hombre, Lebron James. 'Se le ha convertido ya en una megaestrella de facto?
Como si todo estuviera previsto en un guión de Hollywood, surge de la América profunda, Ohio lo es, un cachorro jugador de baloncesto de apenas 15 años que maravilla a aquellos que le ven jugar. Es tan superior y diferente al resto que sin haber llegado aún la Imagen a él, funciona la vieja tradición de correrse la voz a todos los círculos de baloncesto del inmenso país. Cuando la prensa no local se hace eco, han pasado por el pequeño pabellón del St Vincent figuras de la talla de Shaquille O'Neal y Michael Jordan. El propio Jordan reclama en el verano de 2001 al jugador, de tan sólo 16 años, para formar parte del training group que habría de servir a la puesta en forma de Mike para su regreso. Para entonces Jordan ya era otro ejemplo neto de monstruoso producto de mercado cuyo valor deportivo había descendido notablemente. Pero el rey Midas, con aquel reclamo, había pontificado así al adolescente, que pasó a ocupar aprisa titulares y reseñas en todas las páginas de la prensa deportiva a nivel mundial. Ya era todo un producto de venta sin que realmente se supiera gran cosa del prototipo jugador llamado Lebron James.
En Estados Unidos, el fenómeno se inflama y el 18 de febrero de 2002 protagoniza por sorpresa una insólita portada en Sports Illustrated (Ver foto adjunta): se trataba del deportista más joven en encabezar la portada de esa publicación. Bajo el sugerente 'The Chosen One', se diviniza su figura no ya como la de una futura estrella o sucesor de otro rey, sino definitivamente como 'El Elegido'. Su autor, Grant Wahl, arroja un órdago a la propia NBA (y sus jaquecas ante la plaga de highschoolers) cuando sugiere que el nivel deportivo de Lebron no sólo le convierte ya en elegible sino que a todos los efectos, la NBA le necesita. Necesita a ese nuevo Dios.
Es el año en que el pabellón de St Vincent se queda pequeño y cualquier otro también (incluso para las hordas de ojeadores), de modo que el 14 de diciembre de 2002 se produce por primera vez en la historia de la Televisión americana (con el velado impulso de la propia NBA) la retransmisión de un partido de Instituto a nivel nacional e internacional, previo pago por exclusiva on line. La poderosa ESPN vistió sus mejores galas y los ratings de audiencia respondieron incluso por encima de lo previsto. Lebron no defraudó en el reality show y se consagró superlativamente (más que como jugador) como excelente protagonista de las célebres superproducciones al mundo que habrían de venir.
Pero el negocio aplasta deportivamente el episodio: cuando la ESPN compra el partido, lo compra todo: a su técnico-comparsa Dru Joyce, que sabe que habrá tiempos muertos que él no solicite; compra el pabellón que debe estar a la altura de la velada; compra a Lebron que por ello escenifica una expresividad que roza por momentos lo grotesco (lo tele-visivo); compra al resto de chavales cuyo regalo de salir en pantalla compensa con creces su papel de piedra y su rol de anónimos. La ESPN compra aquella retransmisión y convierte el partido en una parodia a la medida del Lebron on TV. Después lo vende al mundo como un pastiche en formato Highlights y los informativos de todo el planeta muestran un día a ese nuevo Rey al que habrán de rendir cuentas en breve. El negocio, como vemos, impulsa el negocio.
Además del turbio pasado familiar, Lebron James cuenta ya incluso con esa leyenda negra que anida en todo mito para aumentar su potencial productivo. No tanto por aquel célebre Chevrolet de 40 mil dólares o las camisetas de casi mil, sino por destacarse como milagro de la superación que se destrozara la muñeca por dos lados al mate en el campus de Adidas el verano de 2002 y reapareciera divinamente 10 semanas después' mejor que nunca. El lujo desconocido para ese adolescente ya no era noticia después de la simbólica sanción de aquellos dos partidos porque a sus 50 (11 triples) y 52 puntos de respuesta inmediata, se consagró la idea de que ya no había nada negativo ni reprobable que atribuir a quien va a generar' nadie sabe muy bien cuánto.
La monstruosa realidad de Lebron no ha dejado de crecer y se ignoran los límites de semejante supernova. Como estaba previsto, ya es número uno del draft, pero es que parece que el tiempo molesta, la espera incomoda a todos, y hay que apresurar el verano y su ansiada entrada en la NBA cuanto antes y se da por todo ello el caso, puede que el más insólito de todos, de que su camiseta y zapatillas cuelgan ya del mismísimo Hall of Fame como el mayor reclamo de exhibición. El director del museo, Howie Davies, justificaba esa presencia incuestionable allí porque reconocían a James 'como el mejor jugador de High School de América, probablemente el mejor de todos los tiempos'. Viene al caso que el 7 de abril ingresara en el selectísimo Salón de la Fama un tal James Worthy; cuando Worthy accedió a la NBA en 1982, Lebron James ni siquiera había sido concebido. Se comprueba entonces que el fenómeno Lebron ha conseguido remover la idea misma de 'Museo': con James como detonante, el museo ya no atiende tanto a la realidad del pasado como a la novísima producción de atractivo infinito. No es en su caso la memoria de un legado profundo lo que le hace estar allí sino el impacto del nuevo producto de 'fenómeno-ficción' arrojado ya al resplandor del futuro, un negocio redondo para el presente.
El mismísimo vicepresidente de operaciones de la NBA, portavoz y miembro además del comité de selección de la USA Basketball, Stu Jackson, uno de los habituales recelosos a la 'infantilización' de la gran liga, no ha mostrado ningún pudor en afirmar su deseo de que Lebron forme parte de la selección americana en los Juegos de Atenas de 2004, un deseo acordado ya por la cúpula directiva de ambas organizaciones en el país, la profesional y la olímpica. La batalla entre Nike y Adidas por hacer del contrato de Lebron el más alto de todos los tiempos para la primera firma deportiva de un jugador, quedó por fin resuelta con una cifra superior a los 90 millones de dólares para la multinacional americana. Han pasado dos décadas desde que Michael Jordan firmara con ellos por 2,5 millones dólares. La diferencia proporcional no es tan grande como el hecho de que Lebron cerrase el acuerdo sin haber firmado aún por ninguna franquicia profesional, mientras que Jordan vestía ya una camiseta entonces.
A Nike le bastará con transfigurarse en él como marca, porque sin ser todavía Bron un NBA player, se ha convertido de pleno en eso que los gurús del marketing llaman un promotion no-thing, pues sin haber anotado aún una sola canasta en el cielo de algún Stadium, su figura se ha sublimado ya como una matriz generadora de ficción y dinero, destrozando aquella difícil relación simbólica entre producto y consumidor que antes a duras penas se alcanzaba. Y para esto no hay precedentes' tiene 18 años.
Hasta hace bien poco el deportista excepcional, la joya en bruto, había de escalar la montaña desde la base y a lo mejor alcanzaba la cima. Pues con el caso de James asistimos ya a la culminación del proceso contrario. Se sitúa al joven de entrada en la cima de la montaña, se le deja caer allí, y todas las fuerzas adversas que habrán de venir conspirarán para tratar de hacerle caer en un constante tambaleo allá arriba, en un punto muy delgado, en un punto demasiado frágil. La propia NBA, consciente del déficit de espectáculo que han generado las últimas Finales, subraya ahora el tremendo esfuerzo por crear un nuevo entorno emocional que atraiga al público de forma masiva. Y Lebron es la Piedra Angular.
¿Demasiado peso para él? Muy posiblemente, pero todo ello no puede hacer olvidar la verdadera 'perla negra' que ha significado hasta ahora y que ha dado sentido a estas seis entregas. Quede claro que James es un fenómeno como jugador, pero se ignora hasta qué punto esta arrolladora dinámica le puede nublar su trayectoria futura. Sobrevolaba en la entrevista de Ryan Jones en 'Slam' la idea de que tanta expectación haya podido afectar ya al joven, que en tierno lenguaje callejero se defendía a golpes: 'It's a good crazy' but I'm not really thinking about it. ['] I think it made me stronger ['] 'and I don't think I changed as a person. ['] I love basketball so much, maybe so'. Ojalá sea así.
Con King James se asiste pues como nunca a esta dinámica universal de la Di-versión, el desdoble de la realidad en dos caras: en nuestro caso, la del jugador real que hemos presentado en la serie y dos, el fenómeno de ficción, el que abordamos en esta última, un peligro en potencia para el deporte desnudo.
Suerte, chaval.
Gonzalo Vázquez
ACB.COM