Redacción, 16 Feb. 2012.- El Caja Laboral no falló en su cita de cuartos, tras vencer en el derbi vasco a un bravo Lagun Aro GBC por 72-65.
Los donostiarras, llenos de orgullo e ilusión, se repusieron al buen inicio baskonista y al show inicial de Teletovic. Más tarde, Baron le ganó la partida a Oleson y, con 10 puntos consecutivos, impulsó a su equipo, que incendiaba la serie al descanso: 38-28.
Sin embargo, cuando peor pintaban las cosas para los de Ivanovic, una brillante reacción con un 23-3 de parcial en 7 minutos, de la mano de Milko Bjelica y Pablo Prigioni le dio la vuelta al partido, que seguía abierto al término del tercer periodo (55-49) y que se puso al rojo vivo a falta de 6 minutos para el final (59-58).
Neto la tuvo en sus manos pero el conjunto de Sito Alonso no pudo culminar la remontada de los de San Sebastián y entre Prigioni y Bjelica, domadores de sueños, sentenciaron para meter a su equipo en semifinales.
Aquella primera vez
Sentado en el parque, con disimulo en el cine o descaro en la playa, pero siempre con ese pellizco en el estómago, esa sonrisa furtiva y eterna, macedonia de gozo y nervios. La primera vez nunca se olvida. Jamás. Sea lo que sea. La del Lagun Aro, en un marco incomparable, un Palau Sant Jordi inmenso, bello, poderoso, ya es historia.
El Caja Laboral arrancó mejor (7-2, m.2), de la mano de un Teletovic especialmente inspirado en su puesta en escena. En su versión 2.0, el bosnio no solo tiraba desde lejos con acierto sino que posteaba y hacía daño en la pintura. Una canasta suya provocaba el tiempo muerto (14-10, m.7) de un GBC que, con Panko errático, no encontraba su identidad y acusaba la falta de experiencia.
A pesar de eso, otro veterano de guerra, generación del 77, Andy Betts, compensaba los malos porcentajes de su equipo con un esfuerzo impagable en la zona. Rebotes, intimidación tarifa plana de trabajo oscuro que terminó por encontrar la luz. Contagiados por la garra del británico, el conjunto donostiarra se agarraba al partido con la intención de esperar su momento. Y lo logró.
Partido más trabado, más lento, más feo quizá, sí, pero favorable a sus intereses. Y eso es lo que importaba. Un gran tapón del gladiador Doblas y la penetración final de Jimmy Baron, con un balón que deshojó la margarita tocando aro y el cielo antes de decidirse a entrar permitían que los objetivos se cumpliesen con el bocinazo final: 17-16. Habría batalla.
La Cenicienta feroz
No solo los lobos tienen colmillos, aunque contar en un libro para niños que una Cenicienta puede ser peligrosa traumatizaría a generaciones enteras. ¿Cenicienta? ¡Vaya Cenicienta! Con una nueva penetración, Baron demostraba a la primera de cambio que deseaba darle un golpe de estado al partido y Lorant bailaba en la zona para incendiar el partido con un 0-6 de parcial (17-20, m.12).
Empero, enfrente seguía estando el Caja Laboral. El que se multiplica por mil en las Copas, el feroz. Y no era un cuento. A pesar de una canasta rickyrubiesca de Neto, puro desafío a la gravedad, hubo reacción baskonista. Con Lampe regresando a las pistas tras meses en el limbo, un par de chispazos de Heurtel, Bjelica y Oleson bastaban para recuperar la iniciativa (24-22, m.14). Un espejismo.
Lo que parecía ser un mano a mano entre Oleson y Baron -7 puntos seguidos Brad por 10 de Jimmy- derivó en el primer gran show de la Copa. Pase lo que pase del jueves al domingo, el segundo cuarto del escolta del Lagun Aro permanecerá por siempre ligado al torneo de Barcelona. El búho de Rhode Island, más búho que nunca, anotaba con la facilidad de los genios y el carisma de las estrellas. Un triple, una penetración, otra canasta desde más allá de 6,75 y un canastón forzado, sin posición, puro desahogo de talento, ponían el encuentro en llamas (26-32, m.16).
El Caja Laboral, desarbolado, se perdía en la red de la ilusión que había tejido su enemigo, que por momentos parecía el experimentado en el torneo. Su excelente forma de mover el balón permitía anotar sin demasiados apuros a Lorant y Neto, para alcanzar la máxima justo antes del descanso (28-38) y desatar la locura en la grada blanquiazul, que tardó once años en saber lo que es jugar una Copa y veinte minutos en saber lo que es difrutarla.
Un domador y un mago
La ocasión parecía ideal para la gran sorpresa del torneo, mas el Caja Laboral se las ha visto en situaciones aún más negras. Desenfreno sin perder la calma. Locura sin perder la cabeza. Con buena letra se escribe mejor. Y las remontadas salen. Milko Bjelica tuvo mucho que ver en ella. Cuatro puntos consecutivos del balcánico calmaban la tormenta y un triple de Prigioni a continuación confirmaba el 7-0 de inicio (35-38). Aquí no había pasado nada.
Los baskonistas, lejos de conformarse con meterse en el partido, quisieron terminar de darle la vuelta y nuevamente Milko Bjelica ejecutó el letal simbolismo para poner el 43-41 pasado el ecuador del tercer periodo. El serbio, homenaje a aquellos invisibles que aportan sin ruido, que deciden sin aspamientos y sentencian con zapatos de claqué, era el estandarte de un Caja Laboral que, ahora sí, bordó el baloncesto.
Y lo hizo para dar un puñetazo a los libros de historia copera, desempolvando antecedentes, pisando récords. Con un baloncesto agresivo y valiente y con una dirección fantástica de Prigioni, el parcial ascendió hasta el cielo. El argentino robaba y anotaba. Y luego, por no variar, volvía a robar y a anotar. La originalidad al diablo comparada con la clase. Pasan los años y se repite la historia, aunque cambiasen por unos años sus colores. Prigioni es Baskonia y Baskonia es Prigioni. Su templanza, su control insultante y su actitud, clave del 23-3 de parcial (39 de valoración a -10 en 7 minutos) que parecía romper por siempre la historia del partido: 51-41.
No obstante, el arrebato de orgullo del Lagun Aro y un triple de Vidal cuando el reloj agonizaba permitió que ni siquiera el segundo mejor cuarto de un equipo en la historia de la Copa (27-11) dejase K.O. a aquel equipo que nunca se rinde: 55-49.
El sueño perece a lo grande
Nada más empezar, Heurtel echaba agua fría al conato de incendio donostiarra. Pero este Lagun Aro GBC no entiende de imposibles. Allá cuando iban con 2-8 en la tabla, en el abismo de las posiciones de descenso, su entrenador dijo que veía capaz a los suyos de ganar todos los partidos que restaban hasta el final de la primera vuelta y Andy Panko se atrevía incluso a no renunciar a la Copa.
La mayor remontada vista jamás en una fase regular silenció a los que rieron entonces y su agónica clasificación copera, con otra remontada- ¡cómo no!- en Murcia, acabó de convencer al más escéptico. Para tumbarles a ellos, hay que aprender a domar sueños.
El del GBC, inmenso, creció y creció en el corazón del último cuarto. Un 2+1 de Vidal, una canasta de tres puntos de Baron, que volvía a aparecer, y un nuevo triple de Panko, confirmaban la buena nueva. Una vez más, quizás la más emocionante, el Lagun Aro se había levantado del suelo: 59-58 (m.34).
Neto, incluso, tuvo en sus manos el balón para ponerle la guinda a la gesta de los suyos y darle la vuelta a la le apeteció, algo inimaginable minutos antes tras la sangría baskonista. Al balón no quiso entrar y el destino quiso, como si los ángeles hubiesen mirado a Belgrado en lugar de a San Sebastián, queBjelica volviese a vestirse de verdugo.
Un triple absolutamente matador de Milko y una canasta en la posterior jugada, cortaba de raíz la reacción de los de Alonso. Volverían a levantar cabeza, cómo no, pero una pérdida con solo 5 de desventaja a falta de dos minutos y las últimas pinceladas de talento del mago Prigioni y Bjelica sentenciaron.
72-65. Unos cantándole MVP al que se atrevió a vestirse de enemigo. Otros con lágrimas en los ojos aplaudiendo al que se atrevió a soñar sin premio. A veces los cuentos de hadas dejan con una sonrisa al vencedor y al caído. Pero solo a veces.