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La noticia que conmovió al mundo (I)

El momento en que se conoció la noticia supuso, sin temor a exagerar, una conmoción internacional de primera magnitud. Earvin Magic Johnson, uno de los personajes más populares del mundo, era una nueva víctima del SIDA, la enfermedad contagiosa que mantenía en vilo a la Humanidad ante la impotencia de la comunidad científica. Más de una década después, G Vázquez se sumerge de nuevo en los archivos para regalarnos un relato estremecedor sobre lo sucedido en aquellas horas: los diálogos claves, los sentimientos de Magic, el entorno ... Detalles que habían trascendido en cuentagotas y de forma inconexa, y que nos permiten ahora reconstruir una emocionante secuencia no exenta de valor histórico

Magic Johnson vivió, en aquel mes de octubre de 1991, los peores momentos de su vida
© Magic Johnson vivió, en aquel mes de octubre de 1991, los peores momentos de su vida
  
  • La noticia que conmovió al mundo (II)

    La espléndida luz de California atravesaba la inmensa cristalera del despacho desde el que se divisaban las mejores edificaciones de Los Ángeles. Aquel privilegio no parecía inmutar a los tres hombres que, sentados en torno a una lujosa mesa de ébano, comenzaban a mostrar los primeros síntomas de fatiga.

    - Pero nosotros firmamos ese contrato, Lon. Acordamos esas cantidades hasta la temporada del 94 y sabes que ahora mismo tenemos la nómina completa.
    - Dr. Buss, por última vez, ¿dos millones y medio? ¿Cómo es posible que varios jugadores de la liga, entre ellos su propio compañero Sam Perkins, cobren más que él? ¿No cree legítima nuestra exigencia? No podemos esperar a la renovación. El contrato ha quedado desfasado.
    - Tú qué dices, Jerry.


    Durante buena parte de la conversación, el mánager había respetado en silencio la postura de las dos partes. Era quizá el más consciente de los tres de que, en aquellos primeros días de septiembre, iba siendo hora de cerrar filas. El equipo tenía que estar listo cuanto antes y aquel incómodo asunto, finiquitado. En unos días llegaría la boda y la luna de miel, poco después el viaje a París para el Open McDonald’s, la pretemporada y un nuevo curso, como todos, decisivo.

    - Sinceramente... creo que tiene razón.

    Dejando el café sobre la mesa, el propietario se puso en pie y respiró profundamente unos segundos antes de mostrarse, por fin, favorable al agente:

    - De acuerdo. Acabemos con esto de una vez. Haremos lo pactado.

    El pacto concertaba un préstamo a bajo interés de tres millones de dólares por encima del salario del jugador. La NBA no permitía rebasar el tope salarial pero no decía nada sobre aquella maniobra. A finales de mes, Magic Johnson recibió el dinero, pero antes, debía firmar una nueva póliza de seguros obligatoria para ese tipo de operaciones. Antes de ser aprobada, la compañía precisaba del jugador un reconocimiento médico de rutina. Unos días después, una muestra de su sangre viajaba camino del laboratorio.

    A las dos y cuarto de la tarde del viernes 25 de octubre de 1991, en la habitación de un lujoso hotel de Salt Lake City, Magic Johnson se hallaba cómodamente tendido sobre la cama haciendo tiempo frente a la tele a pocas horas del partido de pretemporada que les enfrentaría, aquella misma noche, a los Utah Jazz. De repente sonó el teléfono. La tediosa voz de una señorita informaba:

    - Sr. Johnson, tiene usted una llamada desde Los Ángeles: el doctor Michael Mellman.
    “¿Qué querrá ahora Mickey?”
    . Le pareció raro. El médico del equipo era un hombre muy escrupuloso y solía contactar con los jugadores para confirmar pequeños detalles y citas, pero rara vez lo hacía con el equipo de viaje. Era su costumbre, según él mismo decía, no molestar. “Está bien, pásemelo”.

    - Earvin –su voz sonó extrañamente nerviosa-, quiero que cojas el avión y regreses. Tengo que verte de inmediato.
    - ¿Por qué?
    - Tu reconocimiento médico, Earvin... El seguro no acepta tu póliza.
    - ¿No puede esperar hasta...?
    - No. No puedo esperar.


    Lo primero que hizo el jugador fue llamar a su agente y hombre de confianza Lon Rosen. Pero Lon, que también ignoraba los motivos, ya estaba al tanto del urgente reclamo del médico y le había reservado un billete para el primer vuelo.

    - Tienes el billete en Delta. El vuelo sale a las 16:28. Estarás en Los Ángeles a las 17:15. No avises en el hotel. Toma un taxi y vete directo al aeropuerto. Yo te esperaré en el lugar de costumbre.

    El vuelo llegó puntual. Lon le esperaba con el motor del coche en marcha. No salió a recibirlo. La consulta del doctor estaba cerca del aeropuerto y allí llegaron a las 17:40. Mellman les urgió a pasar al despacho. La debida discreción mantuvo quieto al agente, pero Magic le obligó a entrar con él. Aquella tarde el doctor “estaba pálido y demacrado. Podía ver en sus ojos que se enfrentaba con algo difícil. Cualquiera que fuese la noticia debía de ser mala. Quizá muy mala”.

    Lon y Earvin tomaron asiento frente a la mesa de Mellman, vértice clave durante aquellos minutos del triángulo más secreto en la historia de los Lakers. Un sobre de correo federal contenía otro más pequeño que indudablemente Mellman ya había leído. Fijó una mirada grave en Johnson antes de detallar sin el menor titubeo:

    - Earvin, he recibido los resultados de tu reconocimiento físico para tu seguro de vida. Dice que has dado positivo con el VIH, el virus causante del SIDA...

    La reacción posterior fue de absoluto silencio en la sala. Tanto que se podía escuchar con nitidez los cebadores de luz. Acto seguido el doctor pasó a explicar el vago significado de aquella sentencia. “Estos tests son fiables...”. Pero a Magic sus palabras le llegaban lejanas. “Voy a ordenar que se repitan”. Como un zumbido indescifrable. “Nunca se sabe”. No podía reaccionar. “Podemos probar el AZT, un medicamento que...”. No podía ser cierto. “Tranquilo, algunos pacientes llevan diez años con el virus sin presentar síntomas de SIDA y...”. Cuando por fin pudo abrir la boca, sólo pudo balbucear:

    - ¿Qué pasa... con Cookie? Dios mío, está... embarazada. ¿Y el bebé? Díme, Mickey, ¡el bebé!
    - Tendremos que someterla a reconocimiento.
    - Pero... ¿y mi carrera? ¿Qué pasa con mi carrera?


    Todo dependía de un nuevo reconocimiento, de la única e insoportable espera de otro resultado distinto al primero.

    - No sé qué decirte. Hay que estudiar lo que llegue y en caso afirmativo tendremos que comprobar cómo ha afectado todo esto a tu sistema inmunitario.

    Mellman propuso ponerles a él y a Cookie en manos de su colega David Ho, una de las eminencias mundiales de la enfermedad y a cuyo cargo llevaba años trabajando un equipo de investigadores en el Aaron Diamond Center de Nueva York.

    - Dios mío... ¿el SIDA? Pero Mickey, yo... yo no soy homosexual ni drogadicto. Yo...

    El doctor se incorporó entonces hacia delante como para dar más fuerza a su pregunta:

    - Dime, Earvin, al margen de Cookie, ¿has mantenido relaciones con otras mujeres?
    - Sí.


    Era ridículo mentir.

    - ¿Con muchas?
    - Sí.
    - ¿Utilizabas algún tipo de protección?
    - No.


    De nuevo el silencio.

    - Bien. Es preciso que Cookie y tú estéis aquí el domingo a las nueve. Necesito sangre.

    Earvin no quería volver a casa. Él y Lon deambularon por la autopista de San Diego en dirección norte. Necesitaba tiempo. Tiempo para saber cómo comunicarle a Cookie lo ocurrido. La llamó desde el coche. Ella salía en ese momento a cenar con unas amigas e hizo un esfuerzo por disimular su inquietud por que él no estuviera con el equipo.

    - Lon y yo vamos a comer algo. Llegaré a casa más tarde.

    Pero por mucho que tratara de serenarle el agente, la cena fue un continuo y angustioso darle vueltas al modo como contárselo a Cookie. Bien entrada la noche, Lon dejó a Earvin en la puerta de casa. Ya dentro, la indisimulada torpeza de uno y la femenina intuición de la otra precipitaron la conversación al momento fatídico.

    - ¿Qué pasa?
    - ...
    - ¿¡Qué es lo que pasa, Earvin!?

    (“Tener que decírselo era lo más duro y doloroso que jamás tuve que hacer en mi vida”).
    - He dado positivo en un test de VIH y tengo el SIDA.

    El desgarrador silencio parecía interminable.

    - Cookie, si... si mañana me dejas, lo entenderé perfectamente...

    No había terminado la frase cuando el rostro de Earvin recibió una seca bofetada. No le iba a ser nada fácil deshacerse de su amor, un mes después de casados tras catorce años de noviazgo.

    - ¿¡Estás loco!? ¿¡Por qué crees que me he casado contigo!?

    A primera hora del domingo 27, el doctor Mellman extrajo las muestras de sangre del matrimonio. “Una semana y lo sabremos”. La consulta estaba intencionadamente vacía. Nadie debía saber nada. Por la tarde Earvin pidió a Lon que le acompañara al Sports Club. Quería encontrarse a sí mismo. Durante algo más de una hora que permaneció sentado observando, el agente sólo escuchó la red, el balón y el rechinar de las zapatillas en aquella pista al uso. Al término, un Magic exultante, como desafiando a lo que se le venía encima, se dirigió a él:

    - ¿Sabes, Lon? He nacido para jugar a esto.

    Ni una sola noche de aquella semana pasó sin entrenar en aquel gimnasio. Fuera lo que fuese, no quería perder la forma.

    Magic Johnson, ante su estatua del Staples Center, la cancha de
    © Magic Johnson, ante su estatua del Staples Center, la cancha de "su equipo" de siempre, Los Lakers
    El lunes se sumaba otro problema. Eran dos partidos de ausencia y había que comunicar algo a la prensa. No hubo otro remedio que mentir. “Se trata de un simple ataque de gripe. Aún sufre un poco de deshidratación y el equipo desea que se recupere poco a poco para estar a tope”. Pero todo empeoró el jueves. Los primeros resultados llegaron aprisa. Certificaban el positivo y, afortunadamente, la intacta salud de Cookie y el feto. Fue una gran noticia. “Qué feliz y aliviado me sentí al oírla”. Pero el secreto corría cada vez más peligro. El día anterior un médico amigo de Lon que casualmente visitaba el gimnasio le asaltó de pronto: “Oye, tiene un aspecto estupendo. Debe de tratarse de un brote de gripe muy grave para que le dure tanto tiempo”. En ese delicado momento tan sólo conocían la noticia Lon Rosen y su esposa, el matrimonio Johnson, los padres del jugador, el doctor Mellman, Buss, West y, fuera de ese círculo de confianza, la compañía de seguros, que aparecía entonces como una sombra inquietante. Había que evitar como fuese una filtración.

    El viernes 1 de noviembre Los Angeles Lakers abrían la temporada en Houston. Por primera vez en doce años de carrera, Magic Johnson no debutaría junto al equipo. Él y Cookie sufrieron el partido en casa de los Rosen. Pese a los 37 puntos de Worthy y la honrosa titularidad de Sedale Threatt, los Lakers perdieron. Y volverían a hacerlo el martes en casa ante los Clippers. Cierta prudencia oficial obligó a Magic a situarse aquel partido en el banquillo. Pero el tiempo apremiaba y la prensa cargaba en privado contra Lon. “¿Qué pasa con él? ¿Cómo es posible que una gripe le dure tanto? ¿Qué está pasando realmente aquí?”. El doctor Mellman recomendó comunicar a los medios que “Magic estaría a punto tras unos días de entrenamiento ligero bajo supervisión facultativa”. Cada vez iba a resultar más difícil ganar tiempo. Por los mentideros de la liga comenzaba a extenderse el rumor de que Johnson ocultaba algún grave problema cardíaco.

    Así llegó el miércoles 6, día de la reunión más importante en la vida de Magic Johnson. A su casa llegó Mellman acompañado por el doctor David Ho, que había viajado desde Nueva York tras estudiar al detalle la sangre del jugador. Todo lo que diría aquel hombre, que nada sabía de rodeos, sería definitivo:

    - Sr. Johnson, tiene usted el virus, pero hasta ahora no ha afectado mucho a su sistema inmunitario. De momento no tiene ninguna enfermedad relacionada con el SIDA. Pero mi recomendación es que no juegue esta temporada. Sepa que no me resulta nada fácil decirle esto. Pero todavía ignoramos muchas cosas sobre este virus y no sabemos cómo tolerará usted el tratamiento de AZT al que le vamos a someter. Este medicamento produce efectos secundarios como jaquecas, diarrea, náuseas y anemia, y el suyo es el único caso conocido del deporte profesional. Siento decirle esto, pero si usted continúa jugando, su sistema inmunitario podría sufrir demasiado. Podría acortar drásticamente su vida.

    Bajo mutuo acuerdo entre ambos doctores y respetando la cercanía de Hellman a Magic, el médico de los Lakers fue entonces quien tomó la última palabra:

    - Earvin, lo siento mucho, pero... –se tomó unos segundos interminables- debes retirarte.