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Tras los pasos de...

¿Dónde acabaría aquel capaz de enamorar en Zaragoza allá por los 80? ¿Qué hace el autor de la canasta más importante del Cáceres? Entrenadores, presidentes, arquitectos... descubre el presente de cinco históricos que, de una forma u otra, dejaron huella en el baloncesto español

Ruland no triunfó en Barcelona
© Ruland no triunfó en Barcelona
  

Jeff Ruland

Érase una vez, un hombre ligado a la polémica. Jeff Ruland no dejó indiferente a nadie, ni en España ni al otro lado del charco. Llegó en 1980 a Barcelona procedente de la NCAA con un gran nombre tras promediar un 20-12 en Iona y, desde el comienzo, fue sinónimo de controversia. Con un contrato de 8 millones de pesetas, altísimo para la época, se le presentaba como uno de los mejores americanos en llegar jamás a nuestro baloncesto, aunque su rendimiento nunca fue acorde a las expectativas. Capaz de abonarse al 20-10 sin despeinarse y, sin embargo, dejar una sensación agridulce por su falta de compromiso, los problemas de lesiones hicieron el resto. De virus estomacales a lesiones de rodilla que le enfrentaban directamente con el Barça, con los aficionados y la prensa, que no dejaba pasar una. "¿El mejor americano que ha llegado a España? Como mucho el mejor pagado", exclamaba El Mundo Deportivo.

Serra, su técnico, hablaba de falta de adaptación pero a su club se le acabó la paciencia y le sustituyó por Mike Phillips, si bien llegó a un acuerdo para continuar hasta final de temporada, jugando sólo la Korac, donde destacó para darle a su equipo el pase a su primera final europea. Ese año el cuadro catalán conquistó la segunda liga de su historia, aunque cuando el equipo lo celebraba él ya estaba en el aeropuerto, rumbo a su país... donde le dio la vuelta a la tortilla. En Washington sí acabó de explotar, convirtiéndose en el primer jugador en ir al All Star de la NBA tras pasar por España. Su caché era alto -las primeras Nike Air Force 1 fueron para él- y en 1986 llegó a Philadelphia tras un traspaso en el que Moses Malone pasaba a Washington, aunque las lesiones volverion a cruzarse en su camino y a dinamitar su carrera.

Ruland protagonizó en 1991 uno de los regresos más sorprendentes de la historia, tras 5 años inactivo, aunque a los diez días con los Sixers fue atropellado por un carrito de equipaje fuera del Boston Garden -llegó a pedir indemnizaciones millonarias- y se rompió el talón de aquiles, una lesión que superó para despedirse, de forma testimonial, en Detroit. A partir de ahí, pasó a los banquillos y entrenó a su Universidad de Iona, a los Thunderbirds de Albuquerque de la NBDL y hasta la NBA, llegando a ser técnico asistente en los 76ers. Tras ser despedido en 2009 de Philadelphia, sorprendió a todos aceptando la propuesta de la humilde Universidad del Distrito de Columbia, en la Division II de la NCAA. Allí, sin medios, inventó la "box and none" (hubo partidos en los que las lesiones le obligaron a jugar con 4 jugadores), se abonó a la derrota (1-20 de balance) y aprendió a sufrir con un equipo muy alejado del glamour que siempre rodeó su trayectoria. "Sólo quería entrenar, no disfruté realmente de la NBA. En la Universidad no sólo se trata de ganar o perder". Suerte, porque su equipo ha empezado va por la misma línea este año, arrancando con un 0-6.



Kornegay encandiló en Sevilla
© Kornegay encandiló en Sevilla
Chuck Kornegay

Su nombre sale a la palestra cada vez que se habla sobre la posible futura convocatoria de Serge Ibaka con la Selección Española. Y es que Chuck fue el último jugador nacionalizado en vestir la elástica roja, con la que incluso logró el bronce en el Europeo de 2001. Antes de ese logro, Kornegay se forjó en Villanova y se quedó a las puertas de la NBA antes de su llegada a Sevilla. Allí, tanto como en Fuenlabrada, se convirtió en uno de los interiores más sólidos de la ACB y, ya con el pasaporte español bajo el brazo, el Unicaja le fichó por tres temporadas, en los que fue indiscutible.

Además de por Rusia y Turquía, aún le quedaría tiempo a Kornegay de jugar en Menorca -un doble tapón suyo a Rafa Martínez le dio la permanencia al Llanera-, Etosa Alicante y, ya en LEB, Palma Aqua Mágica. Sin embargo, cuando a sus 34 años el de Dudley abandonaba España, no lo hizo para colgar las botas, sino para enrolarse en las filas del Unión Atlética uruguayo. Las pilas le duraron una temporada más y, en la 2009-10, firmó por el Club Atlético Obras Sanitarias, donde jugó unos partidos con los Pepe Sánchez, Lábaque, Espil y Gabriel Fernández en un conjunto con aroma ACB en el que promedió 7,3 puntos y 4,1 rebotes antes de ser cortado por la llegada del ex baskonista Brandon Kurtz.

¿Fin de su carrera? No, aún le quedaba un paso más y al antiguo internacional español no le asustó el reto de luchar por mantener la categoría enrolado en la Asociación Italiana de Charata... ¡en la segunda argentina! No importaba, el pívot volvió a darlo todo en la pista y aportó su granito de arena (en forma de 10,4 puntos y 4,8 rebotes por choque) para lograr su último reto. ¿El definitivo? Chuck abandonó el club en verano pero con tanta devoción por el basket a sus 36 años, no hay que descartar un posible regreso a las pistas.



Copeland, un hombre de negocios con exito
© Copeland, un hombre de negocios con exito
Hollis Copeland

¿Cuántos aficionados actuales al CAI Zaragoza le deben su amor al basket a Hollis Copeland? Ya fuesen testigos de sus exhibiciones o por haber escuchado, a modo de leyendas que crecen con el tiempo, a sus padres relatando la magia que el norteamericano dejó en Aragón a comienzos de los 80. El alero, 2º ronda del draft del 78, llegaba a la capital maña para sustituir a Sten Feldreich sin haber tenido muchas oportunidades en la NBA, aunque su clase parecía garantía para marcar diferencias en España y el CAI le sedujo con un contrato de 25.000 dolares anuales. Se los ganó casi al pie de la letra, rozando los 25 puntos por partido con los zaragozanos, convirtiéndose muy pronto en uno de los mejores extranjeros de la liga.

Monumento a la elegancia, a la regularidad, a la clase. Físico y talentoso, era de ese tipo de jugadores que no eran el mejor en nada pero que te conquistaban con todo lo que hacían sobre la pista, en la que parecía superior al resto. Tapones, robos, saltos imposibles, tiros a media distancia, alley oops... y él se sintió en el mismísimo cielo, como confesaría años más tarde en una entrevista para la NBA. "Fui jugador del año, salvé al equipo del descenso y sentí que podía ser una especie de Michael Jordan en España. Por primera vez en mi carrera, realmente era El Hombre. Me encantó". Tan cómodo se encontraba que llegó a un acuerdo para renovar por dos temporadas, aunque New York se cruzó en su camino. "Realmente no quería volver, me lo pasé muy bien, me encantó ese estilo de vida. Pero los Knicks insistieron".

Una maldita lesión en el pie entrenando le provocó una dislocación en sus 5 huesos del pie y corría el peligro de tener que llevar muletas toda la vida, por lo que sus opciones de brillar en la pista quedaban aún más lejanas. Tras abandonar la NBA se casó, se dedicó a la investigación en medicina y, pese a que él había estudiado psicología, acabó repentinamente como representante en un banco. A partir de ahí, otro cúmulo de casualidades le hicieron conocer a un pez gordo de una empresa de Wall Street aficionado a los Knicks que le hizo una entrevista. Salió bien. "Era el primero en llegar y el último en irme durante tres años, pero mereció la pena". Actualmente trabaja como agente de bolsa en Wall Street, asesora a ex jugadores retirados de la NBA, es un habitual en los medios a la hora de comentar cada vez que se habla de basket y economía, ha trasladado el éxito que enamoró en Zaragoza a las finanzas y aún le queda tiempo para ser miembro del órgano directivo de la Universidad de Rutgers, donde se formó. "Esta es ahora mi NBA. Y es que jugar en Nueva York... te acostumbra a cualquier tipo de presión".

Jordi Freixenet, un clásico de la ACB
© Jordi Freixenet, un clásico de la ACB
Jordi Freixanet

Es una paradoja infinita. Tras una carrera muy sólida en la que siempre estuvo en la élite, su momento de mayor gloria llegó en su único coqueteo con una división inferior. Diez veces internacional absoluto, jugó en Liga Nacional con el Cotonificio y, desde la creación de la ACB, siempre estuvo en lo más alto siendo clave en el Lícor 43, IFA Español, Cajacanarias y TDK Manresa. Empero, fue en Primera División cuando se convirtió en leyenda, tras convertir el 10 de mayo de 1992 una canasta in extremis y agónica que hizo sonreír a toda una ciudad, Cáceres, donde aún se le venera. Acacaba de sellar el soñado ascenso a la ACB de los extremeños.

Cuando colgó las botas, Jordi Freixanet vivió ligado al baloncesto, formando parte del organigrama técnico del Manresa, siendo entrenador sub23 y asistente del primer equipo, aunque en la actualidad, su presente está lejos del parqué. A sus 48 años, la arquitectura colorea su días.

De una empresa de materiales de construcción a sus servicios como técnico interiorista para un histórico que tiene un estudio de arquitectura en Sant Fruitós de Bages. El baloncesto sigue en su vida reencarnado en el talento de su hija Jael, campeona de Europa Junior y actual jugadora de la Cadí La Seu y, como cuenta el periodista y colaborador de ACB.COM Javier Ortiz en El Periódico de Extremadura, su presencia es uno de los principales alicientes del partido benéfico entre leyendas que se jugará este fin de semana en Cáceres.


(*Foto bujacocesto.blogspot.com)

Miller, muy querido en Málaga
© Miller, muy querido en Málaga
Kenny Miller

De Loyola -donde fue el máximo reboteador en la NCAA- al infinito. Italia, Francia, Turquía, Grecia, Puerto Rico, Venezuela, Ecuador y, donde más tiempo estuvo, España, defendiendo los colores de Unicaja, Gran Canaria y Tenerife. Aún retumba el Ciudad Jardín con el cántico del "Ke-nny, Ke-nny Miller... Miller" que respondía a cada uno de sus salvajes mates. El pívot norteamericano jugó cinco años seguidos en Málaga, donde se convirtió en todo un referente en un equipo que rozó en 1995 la que hubiera sido, en ese momento, la mayor sorpresa de la historia del basket nacional, poniendo en jaque al Barça en una final inolvidable con una exhibición física memorable. Miller sólo entendía de rebotes y mates y cada vez que tenía ocasión la hundía -así se explica su excelso 72% en tiros de 2 durante la campaña 97-98-, para delicia de unos fans que volvieron a disfrutarle, con un rol mucho más modesto, en 2002, ya con pasaporte español.

El máximo reboteador de la historia del Unicaja sigue muy ligado al baloncesto, a las puertas de cumplir los 43 años de edad. Tras su retirada, se convirtió en un afamado hombre de negocios, convirtiendo en oro todos los proyectos en los que se involucró. El penúltimo, el de Solid Rock Exposure, un programa de baloncesto enfocado en el desarrollo de jóvenes, a los que se les exige buenas notas, con el fin de mejorar sus cualidades para lograr que consigan una beca en universidades importantes.

Por si fuera poco, en los últimos meses se ha metido de lleno en un reto aún más ambicioso, el de ser el presidente de un conjunto de la ABA. Convenció a los organizadores de la competición y sus Northwest Indiana Magical Stars obtuvieron una plaza en la expansión de la ABA en 2011. El pasado mes empezó el casting de unos jugadores que tenían que pagar 100 dólares para hacer las pruebas y, hace unas semanas, volvió a ser actualidad en España al confirmarse que el último fichaje del Unicaja, Billy Baptist, venía avalado y recomendado por el mítico pívot norteamericano. Incombustible. Y lo que le queda...



Continuará...