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Forjadores de la acb (XXXIV): La batalla por los extranjeros

¿Dos extranjeros? ¿Tres en un futuro? La competición estaba en marcha y la presencia de jugadores no nacionales estaba en boca de todos. Conoce cómo se gestó esta norma en el penúltimo capítulo de "Forjadores de la acb"

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Eran tiempos de mercados cerrados. España se encaminaba hacia el fin de un régimen y el deporte no era una excepción al proteccionismo de los autóctonos. La ‘mano de obra’ extranjera estaba mal vista. El fútbol había cerrado sus fronteras en 1962 -y no las volvió a abrir hasta 1973- y el baloncesto había conseguido mantener un extranjero - entonces casi era sinónimo de americano- por equipo, aunque con la limitación de no poder jugar la Copa. Aunque cada cual hacía lo que podía para superar el control de la entonces estricta Delegación Nacional de Deportes. Los clubs de fútbol habían descubierto el tratado de doble nacionalidad con los países sudamericanos, aprobado por el gobierno español años antes (1954), y que fue la puerta por la que entraron los llamados ‘oriundos’, que tan bien dibujaron la picaresca del país, desde el que inscribió a sus padres como nacidos en Celta hasta un paquete de 40 jugadores (Roberto Martínez, Cos, Adorno, Ovejero, Valdez, entre ellos) con datos falsificados que denunció un artículo publicado en El País el 1 de julio de 1976 provocando un escándalo deportivo y también político. A ese contexto se enfrentaron los forjadores de la ACB, que tenían clarísimo que el incremento de los jugadores extranjeros era una de las armas imprescindibles para aumentar el espectáculo y disparar la atención de los aficionados.

El interés venía de mucho antes. El 17 de junio de 1976, cuando una asociación de clubs era solo un dibujo en la innovadora imaginación de Gasca, los clubs se reunieron con la Federación Española en el Salón Internacional del Instituto Nacional de Educación Física (INEF) de Madrid. José María Puente era su representante oficial, pero fue Josep Salido, presidente del Manresa, quien realizó la doble pregunta: ¿Podrán jugar la Copa los extranjeros?, ¿cuándo se permitirá el fichaje del segundo? Ernesto Segura de Luna, presidente de la FEB, le respondió con un “no veo ningún problema” a la primera, pero Raimundo Saporta, vicepresidente, fue mucho más cauto ante la segunda: “hay que proteger a la selección nacional”. Los dos coincidieron en su preocupación con el tema de los cada vez más abundantes nacionalizados. Salido sabía muy bien lo que pedía porque su jugador extranjero era medio equipo. Ed Johnson había jugado los 32 partidos de Liga, anotando 958 puntos, con una media de 29,9 por partido. Esa misma temporada los ocho mejores anotadores fueron extranjeros, comandados por Walter Szczerbiak (Real Madrid), seguido por Bob Fullarton (Breogán), el propio Johnson (Manresa), Calvin Chapman (Baskonia), Dave Elmer (Pineda), Bob Guyette (Barcelona), Andy Prince (Hospitalet) y Garalt Willet (Círculo Católico de Badalona). El jugador español más anotador fue Gonzalo Sagi Vela (Estudiantes) colocado en la novena posición y con una media de 21,2 por partido. Y el décimo también fue un extranjero: Albert Grenfell (Águilas), americano como todos los demás.

Quedaba claro que mantener ese extranjero era vital para el desarrollo de la nueva competición y aumentar el cupo a dos, uno de los principales objetivos. Por eso fue uno de los temas centrales de una de las reuniones decisivas para configurar la forma de una ACEB en la parte final de su gestación. Resultó una batalla larga. “En las reuniones con la FEB no se podía hablar del tema. Fui a dos o tres reuniones con la idea de plantearlo, pero cuando pronunciaba la palabra ‘extranjeros’ se acababa todo; no había ni discusión”, explica Antonio Novoa. Pero todo fue madurando hasta alcanzar un punto de no retorno. Fue el 24 de julio de 1981 con el Cuartel de la Montaña de Madrid como escenario. Asistieron los 14 clubs (Valladolid, Barcelona, Cotonificio, Manresa, Real Madrid, Estudiantes, La Salle Barcelona, Náutico Tenerife, OAR Ferrol, Canarias, Zaragoza, Joventut, Caja de Ronda y Areslux Granollers) y el tema de los extranjeros -primer punto del orden del día- fue tan importante que se unificó su debate en un documento anexo al acta de la reunión. Ahí se explicitan las diversas formas de entender la situación.

El documento dice: “Ha habido opiniones para todos los gustos. Un extranjero, dos extranjeros y hasta alguien se ha manifestado (quizás con sorna) por los tres extranjeros. En diversas ocasiones se han efectuado votaciones y ha habido -con pocos días de diferencia- cambios de opinión”. En esa reunión se vinculó por primera vez el aumento en el número a que los clubs de Primera B pudieran disponer de uno, se estableció que cualquier cambio debía ser para la temporada 1983-84 y que después de un par de temporadas se analizaría la experiencia. Entre los aspectos positivos de los dos extranjeros se citó la mayor igualdad, el evidente aumento de la espectacularidad, con un lógico mayor número de aficionados y una repercusión entre los niños, que dispondrían de más referentes.

También se citó como positivo el aumento de posibilidades de encontrar patrocinadores y el refuerzo de los equipos que participaban en competiciones europeas. El aspecto positivo -y Raimundo Saporta se encargaba de pregonarlo siempre que podía- era su repercusión en el rendimiento de la selección española. Por ello, algunas voces -claramente minoritarias- propusieron postergar el aumento hasta después de los Juegos Olímpicos de los Ángeles (1984) e incluso del Mundial de España (1986). Novoa explica que “Saporta me invitó a comer y todo su discurso fue frenar el tema de los dos extranjeros. Me dijo que, por favor, esperáramos hasta después de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. No lo dijo en tono autoritario, pero sí insistió mucho”.

No hubo opción. En ese julio de 1981 nació el consenso de comenzar la nueva era ya con dos extranjeros por equipo. Tan claro estaba que en las siguientes reuniones/asambleas de clubs (3 de marzo de 1982 y 5 de junio de 1982) no se trató el tema y hay que ir al sábado 27 de noviembre de 1982 para encontrar la luz verde definitiva. “La Asociación aprobó su Liga”, titulaba El Mundo Deportivo, que resumía lo que se había aprobado. Entre ello, el apartado de las plantillas: “Cada equipo podrá tener un máximo de ocho jugadores séniors, dos de los cuales podrán ser extranjeros”. En efecto, ese fue uno de los acuerdos de la Sesión Extraordinaria de la Asamblea de la Asociación de Clubs Españoles de Baloncesto que tuvo lugar en Madrid con la presencia de representantes de Granollers, FC Barcelona, Basconia, Caja de Ronda, Cotonificio, Estudiantes, Inmobanco, Joventut, Manresa, OAR, Obradoiro, Real Madrid, Valladolid y Zaragoza. Presidió Antonio Novoa y también asistieron Portela y Bertomeu. No existió apenas discusión porque el consenso hacía meses que se había logrado y los dos extranjeros en el baloncesto español ya eran una realidad. Se había ganado la batalla al resto de deportes -el fútbol seguía peleando con la trampa de los oriundos y los demás no había abierto el mercado foráneo- y la ACEB ganaba su primera gran batalla- Incluso se insinuó la posibilidad de llegar a los tres extranjeros por equipo, pero eso ya es otra historia.