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En tierra de gigantes: Tyrone Bogues (I)

Triunfar en la NBA es muy difícil; hacerlo con menos de 1.70 m. de estatura se antoja imposible, pero no lo es. Tres hombres lo han conseguido brillando con luz propia y consiguiendo pasar a los anales de la historia. Tyrone Bogues, Spud Webb y Earl Boykins, son los protagonistas de esta hazaña, que recoge Álvaro Paricio en la serie "En tierra de gigantes". En ella nos acercaremos a las vidas de estos jugadores que debieron superar todas las barreras posibles para alcanzar el estrellato. En la primera entrega, Muggsy Bogues es el protagonista de esta historia de esfuerzo y lucha contra el prejuicio que nace en el conflictivo barrio de Lafayette

Tyrone Muggsy Bogues consiguió salir de la peligrosa calle jugando a baloncesto (Foto NBA Photos)
© Tyrone Muggsy Bogues consiguió salir de la peligrosa calle jugando a baloncesto (Foto NBA Photos)
  

Que Tyrone Bogues al nacer fuera un bebé especialmente pequeño no era extraño en la familia. Era el menor de cuatro hermanos y, como el resto, pronto se vio que no iba a ser muy alto. De hecho, los 160 centímetros de altura de Tyrone no son una novedad, ya que su madre sólo mide un metro y 50 centímetros y el más alto de los hermanos, Richard, apenas alcanza el metro y 70 centímetros.

Bogues creció en un edificio de diez plantas para familias con pocos recursos dentro del Lafayette Court Housing Project. Era un ambiente marginal, de exclusión social y en donde era tan habitual oír disparos de armas de fuego como ladridos de perros. La única vía de escape era el centro comunitario, que suplía la falta de hierba y árboles de los parques con bibliotecas y los aros doblados de la calle con una pista indoor. La estrechez del piso hacía que Bogues compartiera habitación con sus dos hermanos varones en unas condiciones realmente precarias. En invierno, tenía que abrir las ventanas para paliar el calor descontrolado que emitía el radiador. Además, era habitual convivir con ratas y ver como algo tan elemental como la luz eléctrica o el ascensor dejaban de funcionar. No obstante, a veces era mejor subir a oscuras los diez pisos que encerrarte en un ascensor con alguno de los extraños vecinos de apartamento.

Y es que Lafayette nunca fue un barrio fácil; las drogas, los robos y la violencia eran elementos con los que la familia Bogues debía convivir. Poco importaba si eras inocente o culpable, la calle no hacía distinciones y siempre se estaba próximo a la muerte. De hecho, el propio Tyrone Bogues estuvo apunto de morir a la edad de 5 años. Fue disparado por el propietario de una tienda al verse involucrado en un altercado en el que nada tenía que ver. Bogues fue confundido con unos niños que habían roto el cristal de una tienda y, al intentar alejarse del jaleo formado, recibió varios perdigonazos de la escopeta del tendero. Hoy en día aún tiene en su cuerpo parte de esos perdigones; de no ser por un amigo que le ayudó a escapar, aquel día podía haber muerto.

Lejos de intimidarlo, este ambiente de marginalidad hizo de Bogues un hombre más fuerte. Fue capaz de transformar todas estas emociones negativas en motivaciones internas que le ayudaron a superar los momentos duros por los que tuvo que pasar a lo largo de su vida.

También de aquellas calles surgió el sobrenombre con el que hoy en día es conocido. El apodo de “muggsy” apareció cuando tenía 10 años y comenzaba a ser famoso por su peculiar forma de jugar a baloncesto. Como le recuerdan, Bogues siempre estaba “asaltando” (mugging) a sus rivales, buscando robarles el balón y correr el contraataque. A la vez, en la televisión americana de la época eran famosas las películas de los Bowery boys, unos chicos que eran el fiel reflejo de la juventud de Lafayette. En aquella ficción, como en la vida, todos tenían un apodo y el del líder de aquel grupo era el de “muggsy” (asaltante). Aquella extraña combinación de hechos dio lugar a un apelativo que, si bien al principio no era muy de su agrado, acabó convirtiéndose en un nombre de respeto, un nombre para un líder.

Si complicado fue crecer en el ghetto, no lo fue menos su relación paternal. Richard Bogues, su padre, pasaba largas jornadas fuera de casa trabajando en el muelle; labor a veces insuficiente para mantener a su familia y que le obligaba, en más de una ocasión, a tener que vender drogas y robar para que la familia no pasara hambre. Sin embargo, el precio que tuvo que pagar por sobrevivir a las calles fue muy elevado. Richard fue arrestado y condenado a 20 años de prisión por atraco a mano armada. Por entonces, Tyrone sólo tenía 12 años. De esta tragedia la relación entre ambos salió reforzada. Así, si en un comienzo Richard no mostró especial atención por las cualidades deportivas de Tyrone, en la cárcel empezó a coleccionar los recortes de prensa en los que salía su hijo. El baloncesto se convirtió en el vínculo de unión que les ayudó a entenderse y respetarse. De igual modo el baloncesto les volvió a unir en libertad, ya que con su primer contrato Muggsy pudo pagar el dinero que costaba la libertad de su padre y permitir a éste poder asistir a un encuentro de su hijo antes de morir.

La muerte de Richard dejó a Mugssy sin referencia paternal por lo que su juventud tuvo que apoyarse en las mujeres de su familia y en el baloncesto para sobrevivir. Elaine, la madre, redobló esfuerzos para compaginar trabajo con estudios, convirtiéndose en todo un ejemplo para sus hijos; mientras que Sherron, la hermana, fue el mayor apoyo dentro del baloncesto. Por último, pronto quedó claro que el basket sería la única salida para escapar de Lafayette. Junto a su amigo Reggie Williams, la vida comenzó a girar entorno al baloncesto y gracias a él, pudo evitar los riesgos de la calle.

Para Muggsy, “el deporte lo es todo en el ghetto”. Entre tanta miseria, el centro recreativo era el único espacio donde los chicos se sentían libres y podían ser felices. Por ello, gran parte de la juventud la pasó en el centro de Lafayette. Allí practicó varios deportes aparte del baloncesto e incluso ganó un torneo local de Ping-Pong y el campeonato estatal junior de Wrestling en la categoría de menos de 65 libras. Sin embargo, Muggsy siempre tuvo claro que su pasión era el baloncesto y, a pesar de que siempre lo despreciaban por su altura, comenzó a practicarlo a todas horas. Pasó de jugar en canastas hechas con cajas de leches a competir con los diferentes centros recreativos de la ciudad. Con el tiempo, aquellos que los menospreciaron tenían que rendirse ante las cualidades del little fella y aplaudir al MVP de aquellos torneos. Un trofeo que curiosamente regaló a un compañero que se había quedado sin premio alguno. “Sólo lo consideré otra asistencia, sabía que le había hecho feliz”, señaló tras el torneo.

El ingreso en el instituto tampoco iba a ser sencillo. Las instancias educativas le negaron la entrada en el Dunbar High School, el mejor instituto de la zona. En su lugar debía jugar en el Southern High, un instituto muy lejos del nivel baloncestístico de Dunbar. Bogues tardó dos años en conseguir el traslado a Dunbar y así poder jugar allí sus dos últimos años de instituto. Dunbar era el mejor equipo de Baltimore; en él jugaban además de Bogues, David Wingate, Reggie Williams y Reggie Lewis. En su primer año en el equipo, se logró un record perfecto de 28 victorias sin ninguna derrota, alzándose con varios torneos escolares en donde Bogues volvía a ser declarado MVP, transformando las risas que causaba su salida a pista en cerradas ovaciones al terminar cada encuentro. En su segundo año, Dunbar fue considerado el mejor high school del país, y con una marca de 31 victorias y ninguna derrota, aquel equipo sigue siendo para muchos el mejor equipo de instituto que ha habido nunca.

Previamente a este último año, durante el verano, Bogues participó en varios campus de entrenamiento que resultarían clave para dilucidar su futuro. En aquellos campus no sólo consiguió ser elegido MVP sino que llamó la atención de varias universidades de gran prestigio. P. J. Carlesimo de Setton Hall fue uno de los primeros en interesarse por Bogues y más tarde John Thompson de Georgetown se sumó al interés por aquel pequeño base que había destacado por encima de grandes estrellas del High School como Dallas Comegys, Ricky Winslow, Mark Jackson o Pearl Washington. Sin embargo, por encima de las diferentes ofertas de reclutamiento, en Bogues primó el deseo de jugar en una división conocida como era la Atlantic Coast Conference y, asumir los galones de líder en una universidad como Wake Forest.

Bogues comenzaba una nueva etapa en su vida y, como siempre, no iba a ser nada fácil. Muggsy tuvo que asumir la paternidad de su primera hija, Tyisha, sin dinero, con 17 años y con una relación inexistente con la madre de su hija. Por suerte para él volvió a aparecer la figura materna de Elaine para hacerse cargo de la pequeña y permitir que Muggsy pudiera marchar a Wake Forest plenamente centrado en el baloncesto.

Aclimatarse a la universidad tampoco fue fácil. Por primera vez estaba lejos de su familia y amigos, se encontraba en un entorno de blancos adinerados que le menospreciaban y, como él dice, acusaban de todo. “Llegué a ser acusado de hacer trampas en un examen al que ni siquiera me había presentado”, señala. Pero por encima de todo, lo más difícil de asumir en aquel primer año es que ya no era imprescindible en el equipo de baloncesto. Bogues apenas jugó una media de 9 minutos en su primer año y siempre como suplente del senior Danny Young, un base cerebral poco dado al espectáculo que en la NBA hizo carrera entre Seattle y Pórtland. Pero si a nivel individual el año no fue demasiado bueno, en lo colectivo Wake Forest alcanzó un record de 21-8 y cayó en la ronda Final Eight contra la Universidad de Houston en la que jugaban Hakeem Olajuwon, Clyde Drexler y Ricky Winslow.

Por suerte para él todo cambió en su segundo año. La marcha de varios jugadores y el entrenador Carl Tacy posibilitaron la entrada de Muggsy en el quinteto titular, aunque a la vez debilitó a un equipo que acumuló derrota tras derrota en los siguientes años. Si bien sus esfuerzos por mejorar un equipo perdedor fueron estériles, las excelentes actuaciones defensivas frente a jugadores como Len Bias, Kenny Smith o Spud Webb, le valieron para formar parte del equipo nacional americano que disputó en 1986 el mundial de baloncesto en España.

Aquel campeonato fue una experiencia extraordinaria. Con un equipo plagado de estrellas como David Robinson, o Sean Elliott, los Estados Unidos se proclamaron campeones del mundo (algo que no conseguía desde 1954) sin perder ningún partido e imponiéndose en una emocionante final a la URRSS de Sabonis, Valters y Homicius. Sin embargo, aquel campeonato es aún recordado hoy en día por la extraordinaria defensa que realizó Bogues sobre Drazen Petrovic en el partido de cuartos. Drazen ya era una estrella en Europa y durante el mundial promedió 27 puntos por encuentro, pero en aquel encuentro se quedó en sólo 12. “Sus entrenadores no podían comprenderlo, los fans no podían comprenderlo, nunca habían visto a Petrovic ser reducido y permitir que un tío de 5-3 le hiciera todo tipo de diabluras”, comenta orgullo con Bogues.

En lo extradeportivo, el mundial dejó a Bogues sensaciones contradictorias. Por un lado, el ambiente de miedo que se respiraba en aquellos momentos por los atentados terroristas (el propio equipo americano fue testigo directo de la explosión de un coche) y el sentimiento antiamericano que había en cada encuentro afectaron negativamente al equipo. Pero por otro lado, los pitidos y broncas que sufrían los americanos, se volvían en aplausos signos de admiración cuando Muggsy recibía la pelota. A pesar de promediar sólo 4.2 puntos por partido, para la prensa internacional y los aficionados fue la estrella del mundial. Aquel campeonato supuso el trampolín definitivo para la NBA.

(Continuará)