Es una de las mejores fotos tomadas en una cancha de básket. La mayoría de los que han empezado a leer esto la han visto alguna vez y seguro que se han preguntado, ¿al final ese loco robó el balón?. Jacinto Maillo, fotógrafo de la agencia EFE, la tomó en un partido de cuartos de Copa de Europa entre el Real Madrid y el Tus 04 Leverkusen. Los alemanes acaban de sacar de fondo y los blancos se preparan para defender. Al que se le acaba de caer el balón se llama Cuprela y el que salta hacia la pelota como si fuera el último donette es Vicente Ramos. Vale, pero ¿cómo acaba?.
Vicente Ramos entró en el Ramiro de Maeztu con cuatro años, donde ya estudiaba su hermano José Ramón, cuatro años más mayor que él. “Todos traíamos nuestro balón y, en el recreo, a jugar. Sólo baloncesto”. En clase y en esos recreos, Ramos coincidió con Emilio Segura, Pablo Bergia y un tal Alejandro García Reneses que, aún hoy, sigue siendo uno de sus mejores amigos. Esa generación se curtió de la mano de Paco Hernández, un entrenador y profesor del Colegio Estudio que llegó a entrenar al primer equipo del Estu. “Fuimos uno de los primeros equipos que entrenó corriendo en la calle. Disputábamos el campeonato escolar con el Ramiro en Vallehermoso y, corriendo, nos íbamos a jugar con el juvenil del Estudiantes”. Con ese equipo llegó su primer título y, lo que es más importante en el Ramiro, frente al Real Madrid. En el campeonato de España juvenil del 64, el banquillo blanco ya celebraba el título cuando una defensa presionante en los tres últimos minutos permitió al Estu robar los balones necesarios para acabar ganando. No fue la única victoria recordada frente a los de la Castellana de ese año. Segura, Ramos y Aíto, que ya estaban en el primer equipo como juniors, participaron en la mayor paliza de la historia de los derbies Estudiantes-Real. En la final de consolación de la Copa del Rey, los del Ramiro le metieron 52 puntos (114-62) a un Madrid que, ese año, se había proclamado Campeón de Europa por primera vez.
Sus siguientes tres temporadas en el Estudiantes fueron de aprendizaje porque Juan Martínez Arroyo, el jugador que más veces ha vestido la camiseta del Estudiantes, era el base titular y no soltaba el puesto. El club sufrió muchos problemas internos y, durante una temporada, la 64-65, Anselmo López, Don Anselmo, el presidente de la Federación y alma del baloncesto español, presidió una junta gestora. La siguiente fue la primera sin su hermano, que se fue al Picadero, y la 66-67 tuvo un partido grabado en la memoria de todos los aficionados del Estu: la de la bandeja de Emilio Segura que quitó la Liga al Madrid en el último minuto. Vicente Ramos recuerda que, al año siguiente, cuando el Estudiantes visitó la cancha de la Penya, el equipo beneficiado por la machada, toda la plantilla recibió una cálida ovación y una afeitadora Askar, el patrocinador del Joventut.
Esa temporada, la 67-68, Juan Martínez se lesionó y Pinedo dio la titularidad a Vicente, que formó con Aíto una sociedad demoledora. La rapidez y fortaleza física de Ramos, combinada con la visión de juego de Reneses, llevaron al equipo colegial al subcampeonato; sólo faltó una victoria ante el Madrid para conseguir el título. Díaz-Miguel, que ya era seleccionador, se llevó a Ramos a los Juegos de México, donde la selección sólo cosecha los palos que recibe en un partido contra Filipinas. “Nos dieron durante todo el partido y, en el túnel de vestuarios, entre tres rodearon a José Luis Sagi-Vela y lo pegaron bien”. No iba en broma lo de los palos. España se clasifica en un digno séptimo puesto con el buen sabor de boca de acabar con una victoria sobre Italia. Y llegó un momento casi inevitable en la vida de todo jugador del Estudiantes: la llamada del Madrid. Vicente Ramos no se lo pensó mucho. “Yo iba con Aíto a ver los partidos de Copa de Europa y quería jugar a ese nivel. Además, mi hermano ya estaba en el Madrid y conocía a los jugadores y el club”. Pedro Ferrándiz, su futuro entrenador, se encargó de negociar su traspaso a la Castellana.
Otro nivel
Fue a jugar a otro nivel y a ganar títulos y lo consiguió. Nueve Ligas, siete copas, dos copas de Europa y tres intercontinentales. Un balance abrumador para diez temporadas. El primer año cayó la Liga y disputó la final de la Copa de Europa frente al TsSKA de Moscú, cuando los rusos no eran rusos, sino soviéticos y daban mucho miedo con sus bigotes de cosacos. La final se jugó en Barcelona. Se podía prever un ambiente hostil -y Ferrándiz así lo recuerda- pero Ramos tiene otra versión en la que el hombre más listo del baloncesto europeo, Raimundo Saporta, solucionó la posible animadversión. “El pabellón tenía un animador, un tal Solsona. Saporta habló con él para que hiciera que el público nos animara. Evidentemente, el público no iba a gritar ¡Hala Madrid! pero sí consiguió que nos apoyaran como si fuéramos la selección”. El partido fue justo lo que él estaba buscando: otro nivel. “Era mi primer año y ya estaba jugando la final de la Copa de Europa. Y fue un partidazo. Dos prórrogas. Estuvimos a punto de ganar si Miles Aiken hubiera metido un tiro cercano a canasta. Pero lo falló”. Y eso le costó el puesto en el club al americano.
En su segunda temporada en el Madrid, la 69-70, consiguió el primer doblete de una serie de seis consecutivos y fue elegido el mejor base europeo. Esos años se resistía Europa, donde el Madrid siempre se estrellaba con el Varese. En el año 72, disputó sus segundos Juegos Olímpicos en Munich. La selección no hizo un buen papel y, sobre todo, ganó amigos. Vicente Ramos, como muchos otros de sus compañeros, aún sigue conservando buenas amistades en el combinado de Cuba, rival en el grupo y, a la postre, verdugo. Pero no fue por eso por lo que ni Ramos ni todos los que estuvieron allí recuerdan esos juegos. La selección española se alojaba en un edificio muy cerca de la delegación israelí. Sin Internet, sin móviles y sin la CNN, los jugadores sólo se enteraron de que un grupo terrorista había secuestrado a varios atletas hebreos cuando vieron aparecer, al mediodía, varias tanquetas en la Villa Olímpica. Siguieron todo el desarrollo desde sus habitaciones, incluido el trágico final. “Fue horrible. El momento más duro fue al día siguiente, cuando se hizo en el estadio olímpico una celebración por aquellos chicos”.
En la 72-73 cayó otro doblete y Ramos participó en la mayor gesta de la selección hasta los Juegos de Los Ángeles. En el Eurobasket de Barcelona, España sorprendió a todos plantándose en las semis, donde esperaba la URSS, el único equipo que plantaba cara a los yanquis. Cuando todo el mundo esperaba ver cómo quedaba condenada a la lucha por el bronce, la selección derrotó a la URSS. En la final, Yugoslavia, el baloncesto que comenzaba a tomar el relevo de los soviéticos, fue un escollo insuperable y España consiguió una medalla de plata, un metal al que se ha acostumbrado demasiado. Para Ramos, uno de los secretos de aquella cita fue el trabajo de José Luis Torrado, ‘el brujo’. El seleccionador, Díaz Miguel, después de haber estudiado el baloncesto estadounidense, tenía claro el valor de la preparación física y de los recuperadores y fisioterapeutas... y ‘el brujo’ era un poco de todo. “Tenía una bolsa con hierbas y nos ponía emplastes en las lesiones. No he visto a nadie recuperar las fibras musculares tan rápido”.
Corbalán, el relevo
Al año siguiente, además de otro doblete, llegaría la deseada Copa de Europa y Ramos estuvo a punto de no jugarla. En un entrenamiento previo, chocó con Luis Mari Prada, el pívot de San Sebastián, y perdió un diente que pudo coger al vuelo. “La noche anterior a la final de la Copa de Europa estaba en la consulta de un dentista francés intentando salvar mi diente”. Todo salió bien. A pesar de que el máximo anotador del partido fue un pívot italiano llamado Dino Meneghin, el Madrid se hizo con su quinto título europeo contra el Ignis de Varese. Esa final de Nantes es recordada también porque fue el espaldarazo del relevo natural de Ramos en la dirección del Madrid, Juan Antonio Corbalán. Quedando dos minutos, Vicente Ramos fue eliminado por faltas y Corbalán tuvo que jugarlos; el joven de 19 años no se arredró: provocó dos faltas decisivas y convirtió los tiros libres. El Madrid ganó por dos puntos.
Los tres años siguientes siguieron cayendo títulos nacionales y, en Europa, el Varese seguía siendo la bestia negra. Dos finales perdidas y ambas con un americano, Bob Morse, como máximo anotador. En el Madrid, se comenzaban a poner los cimientos del equipo de los ochenta. Lolo Sáinz, el segundo de Ferrándiz, se hizo cargo del equipo y, además de Corbalán, se incorporaron nombres como Rafa Rullán, Juan Manuel López Iturriaga y un gallego enorme que no había tocado un balón hasta los 14 años, Fernando Romay. La 77-78 fue su última campaña y la única en la que le falló la Liga. Y es una espina que tiene clavada. Ni siquiera la segunda Copa de Europa, otra vez contra el Varese, le quitó el mal sabor de boca. El Madrid y el Joventut llegaron empatados al último partido, los verdinegros jugaban ante el Basconia y el Madrid, contra el Círculo Católico, vecino badalonés de la Penya. “Perdimos, sobre todo, porque los árbitros nos masacraron. Eran Bagué y Vidal”. No se le olvidan. Lo más curioso es que su verdugo, además de la pareja, fue Aíto, ya entrenador del Círculo, y su amigo desde que jugaban juntos en el patio del Ramiro. “Como siempre, había hecho un buen equipo del que sacaba el mejor partido. Espero que algún día se le reconozca y le den la selección”.
Su salida del Madrid fue tan fácil como la llegada. ”Sáinz me dijo que quería renovar el equipo y lo entendí. Tuve ofertas del Estudiantes y del CAI pero quería dedicarme a la segunda vía”. La segunda vía era la vida laboral. Acababa de terminar la carrera de Químicas y lo más importante era encontrar un trabajo. Hasta que lo consiguió, entrenó al Imperio de Segovia, al que ascendió de 3ª a 2ª pero el banquillo no le atrajo tanto como a Aíto o a su hermano, que llegó a dirigir varios años al Estu.
¿Y la foto?, ¿cómo acaba la foto? “Me llevé el balón y conseguí darle una asistencia a Luyk, que fue el único que se quedó esperando a ver qué pasaba, y machacó”. ¿Hay que estar un poco loco? “No, el secreto está en el Ramiro. Los profesores del Ramiro cuidaban mucho la preparación física y hacían que sus alumnos practicasen otros deportes como el atletismo, el balonmano o el voleibol”. Y de ahí viene la famosa jugada. “Ese robo de balón es la defensa en plancha del voley que se hace cuando el balón viene bajo y hay que subirlo para poder jugarlo”. Así acaba la foto.
FICHA PERSONAL
Vicente Ramos Cecilio
Ciudad Rodrigo (Salamanca), 18/3/1947. Base 1,80
Trayectoria deportiva
Formando en la cantera de Estudiantes
Estudiantes (63-64 a 67-68)
Real Madrid (68-69 a 77-78)
Títulos
Nueve Ligas (68-69, 69-70, 70-71, 71-72, 72-73, 73-74, 74-75, 75-76 y 76-77)
Siete Copas (69-70, 70-71, 71-72, 72-73, 73-74, 74-75 y 76-77)
Dos Copas de Europa (73-74 y 77-78)
Logros individuales
109 veces internacional
Medalla de plata en el Eurobasket de Barcelona
Dos participaciones en Juegos Olímpicos (México 1968 y Munich 1972)
Nombrado mejor base europeo en 1970
Abanderado del equipo español en los Juegos del Mediterráneo de Argelia 1975
Medalla de Plata al Mérito Deportivo por el CSD en 1978
Real Orden al Mérito Deportivo Categoría de Plata en 2003