Hubo una época en la que los tableros eran de madera y los pesados balones de cuero proporcionaban un bote difícil de controlar. El basket se jugaba en canchas descubiertas y sobre piso de cemento, y la NBA era una lejana galaxia de la que apenas se tenía noticia alguna. La dedicación al deporte de la canasta no podía tener más motivo, pues, que la diversión y el instinto, virtudes que definieron los primeros pasos de un pequeño prodigio de Pineda llamado a cambiar el rumbo de este deporte en España.
Contemplando esos inciertos inicios y con la perspectiva del tiempo, todavía tiene más mérito la carrera deportiva de Nino Buscató, para quien el término pionero se queda ya demasiado corto. La historia del basket español y de la selección no se pueden entender sin el legado de este carismático jugador, figura emblemática de una época, la de los primeros años de la Liga Nacional y especialmente en la década de los 60, marcada por un desarrollo incipiente del deporte de la canasta.
A Buscató le avala su marca de 222 partidos internacionales con la Selección, su presencia en tres ediciones de los Juegos Olímpicos y en ocho Europeos, así como las siete ocasiones que formó con la selección europea. En competición estatal, conquistó dos Ligas y dos Copas con equipos diferentes y puso broche de oro a su carrera con una medalla de plata en el Eurobasket de Barcelona (1973) que hizo justicia a su contribución.
Su herencia, de todos modos, va más allá de los récords y los trofeos. Con un físico limitado y apenas 1.78 de estatura, fue uno de los primeros en emplear en España el lanzamiento en suspensión, un gesto técnico que adoptó después de ver en acción a la selección estadounidense en los Juegos Olímpicos de Roma 60, en especial a Jerry West. "Los entrenadores me decían que no lo hiciera pero yo vi que era el tiro del futuro porque era más sorpresivo", recuerda. "Lo mecanicé rápido. Antes casi todos lanzaban sobre un solo pie como hace hoy en día un poco Navarro. Esta vez consistía en saltar con los dos y lanzar".
Además, recibió reconocimientos prestigiosos a su espíritu deportivo, como el premio Fair Play de la UNESCO en 1969 por una acción protagonizada en un partido del Torneo de Navidad ante el Real Madrid cuando lanzó un balón fuera de banda y renunció a anotar para que fuera atendido su marcador, Vicente Ramos, que había caído lesionado. "Fue algo que me salió así, sin pensar. De todos modos, creo que aquel premio me lo dieron porque aún no lo había recibido nadie de basket", recuerda. Lo que sí tiene mérito es que a lo largo de su carrera sólo le pitaron una técnica. "Me llevé bien con los árbitros. Era normal discutirles cosas alguna vez pero nunca les ponía el público en contra".
El apelativo de Nino surge del nombre de la panadería familiar de Pineda, Cal Nino, en la que estuvo trabajando hasta los 27 años, compaginando durante muchas temporadas el deporte con el oficio. De bien joven, la pasión por el deporte le llevó a participar en distintas disciplinas. "En un solo día llegué a disputar tres finales escolares, de fútbol, balonmano y basket", recuerda. Pero fue en el deporte de la canasta en el que empezó a destacar bien pronto por ser un jugador rápido, autoritario y felino, con un tiro a media distancia infalible. Quizá tuvo algo que ver también en su decisión el hecho de que en un partido de fútbol estuviera a punto de abrirse la cabeza en un encontronazo después de tirarse en plancha por un remate. "Esto se ha acabado", le dijo su madre en aquella ocasión.
Del Pineda al Barça, pasando por la panadería
Debutó en el primer equipo de su ciudad natal, UDR Pineda, a los 15 años y en dos temporadas mostró unas condiciones prodigiosas que le llevarían a emprender sin duda ese camino. El tiro era su obsesión hasta el punto de que tenía memorizadas las grietas de la vieja pista de cemento del Pineda. "Desde allí no fallaba nunca", recuerda. "Entrenaba a diario, cientos de tiros, hasta que no podía más. Desde aquellas grietas podía tirar con los ojos vendados".
A los 16 ya estaba en Primera Catalana y era capaz de anotar 37 puntos al Joventut y 28 al Barça en dos partidos memorables. Como era lógico, su talento llamó bien pronto la atención de los equipos grandes, que intentaron ficharle. Acabó en el Barça porque el encargado de las secciones del club, Antoni Palés, era fabricante de harina y tenía tratos con la familia. "Convenció a mi madre, que puso como condición que siguiera viviendo en Pineda y regresara allí cada noche", explica. Le pagaron los gastos y un primer sueldo de 5.000 pesetas en el primer año que se incrementó a 20.000 al siguiente.
Cada día llegaba de entrenar a las doce de la noche y se ponía a hacer el pan hasta las siete. Dormía hasta las dos, cogía el tren y el tranvía y otra vez a entrenar. "Unas veces era en tren, otras en taxi, en moto, coche... iba y venía de entrenar como fuera", recuerda Nino. Un ritmo frenético e inimaginable para un joven jugador hoy en día.
Llegó al Barça en 1957, el segundo año que se disputaba Liga Nacional, con doble jornada cada fin de semana y duelos apasionantes entre los equipos catalanes y los de Madrid. El Barça jugaba en el Palau d'Esports de la calle Lleida, un pabellón de 7.000 espectadores que el equipo azulgrana llenaba casi siempre.
En la Penya, los mejores años de su carrera
En el Barcelona estuvo tres años hasta que el presidente Enric Llaudet decidió reconvertir las secciones en amateurs y el equipo se desmembró. "Allí tan sólo quedaron Canals y los juniors; el equipo bajó a provincial", recuerda. "Era el momento álgido de mi carrera y quería seguir jugando en Liga Nacional". Nino buscó otros caminos y acabó en el Aismalíbar de Montcada y Reixach, donde se formó definitivamente como jugador bajo la sabia dirección del técnico Eduardo Kucharski y los consejos de jugadores prestigiosos como Santiago Navarro. Allí permanecería durante cuatro años antes de dar el salto al Joventut de Badalona.
Los años como verdinegro los recuerda Buscató como los mejores de su carrera. En aquel bar de La Plana regido por Joan Mas se consiguió una unión total entre los estamentos del club y un ambiente irrepetible. Pasó once temporadas en aquella casa llegando a convertirse en el jugador más emblemático del basket catalán. "Durante todo el tiempo que estuve en la Penya jugamos sin extranjeros y eso era un handicap porque el resto de equipos empezaban a ficharlos", explica Nino. "A pesar de todo, fuimos competitivos y al Madrid le ganamos una Liga y una Copa, además de ser superados en cuatro o cinco años sólo por el basket average". El Picadero era la otra potencia de aquellos años ya que el Barça no volvería a recuperarse hasta principios de los 70.
En la Penya vivió Buscató algunas de las mejores anécdotas de su carrera. Especialmente memorable fue la eliminatoria de la Recopa de 1970 cuando tuvieron que ir a jugar a Atenas ante el AEK un partido de vuelta con 19 puntos de renta. "Cuando acabamos de jugar aquel partido en Badalona los griegos se abrazaban y daban saltos de alegría, nosotros no entendíamos nada porque habíamos sido claramente superiores y la ventaja era grande". La respuesta la encontraría el Joventut en el infernal viaje a la capital griega, donde los jugadores fueron sometidos a una presión terrible desde que llegaron. Nino recuerda que no les dejaron ni dormir. "Unas 500 personas nos perseguían constantemente allí donde fuéramos. En el entrenamiento se quedaron al borde de la pista profiriendo insultos y amenazas, con cánticos constantes. En el partido se llegaron a juntar 40.000 espectadores en el estadio olímpico de Atenas, descubierto por supuesto. Había llovido hacía poco y estaba todo el suelo mojado, casi no se podía jugar. En la primera pelota ya me dieron un puñetazo en el vientre y el árbitro no hizo nada. Perdimos de 21". El colegiado de aquel partido, italiano, le dijo al entrenador Eduardo Kucharski que tenía hijos y quería verlos pero a raíz de su informe la FIBA ya no permitió al AEK volver a jugar más en ese campo.
También escandalosa fue la eliminatoria que disputó el Joventut del 67 con el Maccabi en otra semifinal de la primera edición de la Recopa después de vencer de 28 puntos en casa. El equipo de Tel Aviv preparó una encerrona en su pista y con la ayuda arbitral logró empatar tras vencer también por 28. "Nos obligaron a jugar un tercer partido a las 48 horas también en su casa. Acabamos perdiendo", cuenta el genio de Pineda. "Éramos un equipo modesto que jugábamos sin extranjeros. Al Madrid no le pasaban esas cosas".
Durante todos esos años Buscató fue siempre uno de los jugadores más pretendidos del mercado baloncestístico y el Madrid no dudó en intentar su fichaje en varias ocasiones. "Saporta y Ferrándiz siempre me dijeron que tenía las puertas abiertas pero yo estaba muy a gusto en el Joventut, entendía muy bien la filosofía del club", dice. Los intentos de los responsables madridistas, que llegaron a viajar a Pineda en un par de ocasiones para intentar convencerle, no fructificaron. "Saporta llegó a ponerme un talón en blanco pero para mí lo importante era seguir aprendiendo al lado del mejor entrenador que conocí, Kucharski".
Además de su talento y calidad técnica, Buscató supo ejercer el papel de líder en el vestuario. Sus bromas y conjuros en el equipo se hicieron populares y en muchas ocasiones sirvieron para levantar la moral del equipo en situaciones delicadas. "Gracias a ello salíamos muchas veces a jugar con más garra y tensión. Todos estábamos convencidos de que esas cosas funcionaban". Hubo una época en la que Nino se dedicaba a quemar papeles en el centro del vestuario y a realizar una especie de danza ritual que había aprendido de la bruja cadernera, una mujer rara de Santa Susana que vivía sola y a veces habían pillado tirando cosas al mar. En la selección llegó a convencer a sus compañeros para tomar un poco de vino de algas con poderes sobrenaturales. Este extraño secreto sirvió para arreglar un inicio negativo del Europeo de Nápoles de 1969.
Igualmente conocido era el pánico que tenía Nino a volar en los aviones de aquella época, una sensación que compartía con varios jugadores, especialmente con Alfonso Martínez. Nino recurría al truco de quitarse el zapato izquierdo para mitigar los mareos que le provocaban los despegues y aterrizajes pero el caso de Martínez era más problemático. En un desplazamiento a Polonia, el pívot llegó a renunciar a un vuelo entre Wroclaw y Varsovia por la poca confianza que le inspiraba la nave y realizó el trayecto en taxi para coger en la capital el vuelo directo a Barcelona. "Los aviones eran diferentes a los de ahora y había veces, como en Wroclaw, que aterrizábamos en auténticos campos de coles", dice Nino.
En la selección Buscató ejerció de líder del grupo de jugadores catalanes habituales y le tocaba negociar casi siempre las primas con Raimundo Saporta. "Si ganabas alguna 'pela' era con la selección y con eso los catalanes se ilusionaban. Los de Madrid ya estaban acostumbrados a ello, en cambio nosotros...". Los métodos de Saporta para motivar se hicieron populares. Tras pactar fijos y premios sacaba unas carteras con monedas de oro y anunciaba que habría una para cada jugador. "Pero si os pitan una técnica os quito una moneda a todos", añadía. De esta forma cada vez que un jugador creaba problemas el resto del equipo se le echaba encima porque estaba jugando con el dinero de todos.
Plata en casa y adiós a la selección
El momento cumbre de la carrera internacional de Buscató llegó en el Eurobasket del 73, una cita crucial en la historia del basket en este país. Buscató recuerda que "fue el acontecimiento mediático que supuso el despegue del basket como deporte de masas. Durante diez días el país vivió basket a tope". En lo deportivo, las cosas no pudieron ir mejor. Los responsables federativos se marcaron como objetivo alcanzar las semifinales y el equipo respondió no sólo con eso sino derrotando a la URSS por 80-76 en un partido histórico que valió la clasificación para la final. Una vez en ella, la Yugoslavia de Slavnic, Cosic y Kicanovic resultó inabordable (67-78) aunque esta última derrota no empañó para nada el éxito de la participación española.
Buscató aprovechó esta gran oportunidad para anunciar su retirada de la selección. "Para mí era especial porque suponía la despedida y en Barcelona. Además, derrotamos al gigante ruso en un partido memorable". Siguió en activo en su club, el Joventut, durante una temporada más antes de dejarlo definitivamente en vista de la pujanza de las nuevas generaciones aunque eso no fue obstáculo para que realizara una temporada brillante, acabando como mejor jugador de la final de la Copa del Rey de Alicante. Aquel partido que se llevó el Madrid por 87-85 estuvo marcado por el escándalo arbitral y la parcialidad irritante que mostraron los árbitros. "No tengo ningún reparo en decirlo, aquel partido nos lo robaron Santolaria y Santiago Fernández, fue vergonzoso", rememora Nino.
Públicamente Buscató no dijo que se retiraba pero todo el mundo lo interpretó así, de ahí que no le llegaran ofertas que, de otro modo, hubiera podido aceptar. "Si me hubiera llegado algún equipo grande creo que hubiera sido útil porque estaba en forma", matiza ahora Nino. Ranko Zeravica, entonces entrenador del Barcelona, se lamentó de no haber hecho nada cuando se enteró, con los años, de su buena disposición para jugar.
Posteriormente inició su carrera como entrenador al lado de Kucharski y al frente del Joventut en la temporada 75-76. Un cúmulo de infortunios afectaron al equipo verdinegro en el inicio de aquella temporada y ambos acabaron dimitiendo del cargo tras la eliminación europea. El equipo lo cogió Jose Maria Meléndez, con quien la Penya conseguiría el título de Copa en la final de Cartagena (99-88) ante el Real Madrid. Más adelante, Buscató se hizo cargo del júnior del Barcelona, del Hospitalet en Primera B y, desde 1992, ostenta el cargo de seleccionador de Catalunya.
Desde hace 20 años, Francesc Buscató ejerce de profesor de baloncesto en el Instituto de Educación Física de Barcelona, actividad que compagina con la de comentarista radiofónico para la cadena SER. "Vivo bien, lo máximo que puedo. Estoy vinculado al mundo del basket haciendo lo que me gusta y soy feliz", concluye.
FICHA PERSONAL
Francesc 'Nino' Buscató i Durlán
Pineda (Barcelona), 21/04/1940. Base, 1,78 metros
Trayectoria deportiva (jugador)
- 1955-57 : Pineda
- 1957-60 : FC Barcelona
- 1960-64 : Aismalibar
- 1964-74 : Joventut de Badalona
Trayectoria deportiva (entrenador)
- 1974-75 : Joventut de Badalona
- 1975-80 : FC Barcelona júnior
- 1980-81 : CB l'Hospitalet (Primera B)
- 1992- : Seleccionador de Catalunya
Títulos
2 ligas (1959 y 1968)
2 copas (1959 y 1969)
Medalla de plata en el Europeo de 1973
Logros individuales
- 222 partidos internacionales, récord durante 20 años (1973-1993)
- Ha participado en ocho ediciones del Eurobasket (Estambul-59, Belgrado-61, Wroclaw-63, Moscú-65, Helsinki-67, Nápoles-69, Essen-71 y Barcelona-73) y en tres Juegos Olímpicos (Roma-60, Mexico-68 y Múnich-72).
- Constó dos veces en el cinco ideal de Europa y jugó siete veces con la Selección Europea
- Premio Fair Play de la UNESCO en 1970
- Medalla de Oro al Mérito deportivo de España.
- Medalla de Oro y Medalla de plata al Mérito Deportivo de la Diputación de Barcelona.
- Medalla de Oro al Mérito deportivo en basket de la Federación Española