Su figura va asociada, indiscutiblemente, a la evolución de la ACB. Eduardo Portela, junto a un equipo de trabajo dinámico y ambicioso, tuvo la misión de adaptar el baloncesto profesional a unos tiempos donde se incorporaba al diccionario deportivo una terminología moderna. Gigantes fue testigo y notario de su evolución.
Cuando pusimos en marcha el proyecto ACB recuerdo que visité al entonces presidente de la Federación Española de Baloncesto, Ernesto Segura de Luna. Él estaba leyendo un libro: "En la cresta de la ola". Haciendo referencia al mismo y asociándolo a nuestro proyecto me comentó: «O estás en la cresta o vas para atrás». Siempre recordaré esa frase. Días más tarde visité a Raimundo Saporta y estuvimos reunidos durante cinco horas. Ambos me dijeron que les parecía una buena idea la creación de la ACB. Lo vieron con buenos ojos».
Eduardo Portela nos recibe en su despacho de la calle Iradier, en la zona alta de Barcelona. Cuando la Asociación de Clubes cambió su sede social de una céntrica oficina en un piso de la Gran Vía Barcelona a una preciosa torre en la parte privilegiada de la ciudad muchos fueron los que censuraron aquella decisión. Fue la primera gran inversión de los clubes, ya que hoy en día es difícil calcular el valor de un edificio impresionante en la mejor zona de la ciudad. El tiempo pasa pero él mantiene esa media sonrisa que permite romper el hielo y relajar cualquier conversación.
Han pasado casi veinte años.
Era una etapa en que lo queríamos cambiar todo. No seguíamos la corriente del tiempo, queríamos ir por delante. En eso no hemos cambiado. Los clubes veníamos de vivir en el contexto de la Federación e iniciábamos un desarrollo profesional. La Federación controlaba muchas categorías y todas por igual. Nosotros quisimos una cesión de los derechos de la Primera División teniendo como modelo la Lega Italiana.
Fue un cambio de planteamientos que revolucionó el deporte.
El deporte es por lo general, muy conservador. Nosotros queríamos la independencia, pretendíamos organizar la competición. La ilusión de los clubes y de sus ejecutivos y, de manera fundamental la participación jurídica de Jordi Bertomeu, lo hizo posible. Ese criterio empresarial desde el primer momento causó cierto recelo en un mundo del deporte acostumbrado a que salgan mecenas a solucionar los problemas.
¿Qué resultados se obtuvieron en los inicios?
Desde la primera jornada de la Liga ACB el público acudió en mayor número a los pabellones, el apoyo mediático creció, nacieron publicaciones especializadas como GIGANTES y la selección, con sus éxitos, se convirtió en motor impulsor de nuestro baloncesto.
El papel de la selección siempre ha sido un factor influyente.
La selección siempre ha hecho buen papel en todos los campeonatos en los que ha estado. No ha tenido suerte en el cruce de cuartos, sólo eso. Pero siempre he considerado que el epílogo de la competición ACB era una selección que mantenía la ilusión del aficionado una vez finalizada la temporada. Desde hace años vivimos una etapa brillante y en los últimos especialmente brillante con independencia del puesto que al final se ocupa.
Durante estos últimos veinte años, habrán habido hechos especialmente importantes para usted.
Los diferentes modelos de la liga, la idea de crear una competición equilibrada y acabar así con unas diferencias deportivas abismales. Teníamos como objetivo fundamental crear un modelo de competición adecuado y no en función de los intereses de unos u otros, sino de acuerdo a la opinión pública, la opinión de los aficionados. Incluso ahora seguimos trabajando de cara al espectador. Cada cuatro o cinco años hacemos un estudio de mercado para ver si ese modelo actual es que le gusta al aficionado. Por eso reforzamos el All Star y cambiamos sus fechas y su planteamiento. El basket es el basket y no es fútbol. Otro factor importante es la asistencia a las canchas, antes de aforos 2.000, luego de 5.000 para ahora, plantearnos unos mínimos de 7.500. Ya no nos planteamos organizar ningún evento en escenarios con capacidad inferior a 10.000 o 15.000 espectadores. En España hay diez millones de personas que les interesa el baloncesto. Esta temporada tendemos a superar el número de aficionados y el baloncesto es cada vez más aceptado socialmente.
Y en toda esa evolución los diferentes contratos con las televisiones.
Al principio, cuando existía la televisión única, pagábamos 575.000 pesetas de las de antes por la transmisión de los partidos a cambio de gestionar la publicidad estática. Con la llegada de la FORTA conseguimos un contrato de 2.750.000 por partido a lo que le debíamos restar esas 575.000. En la asamblea en la que se aprobó ese acuerdo hubo presidentes que lloraron de emoción. Luego, se llegó a un contrato de 1.000 por tres años. Años después llegó la firma del contrato con Canal +. 10.000 millones por cuatro años. Esa cifra permitió a los clubes dar un salto de calidad en sus estructuras económicas y deportivas.
Lo peor de todos estos años, sin embargo, la falta de unidad con las instituciones.
Sólo hay un baloncesto; no discuto eso en el sentido de que siempre se juega cinco contra cinco, con un balón y con dos aros. Pero los objetivos de la Federación Española y la ACB son muy diferentes. Eso es una realidad que reconoce la actual Ley del Deporte. Nosotros asumimos responsabilidades civiles, derechos y obligaciones y ello nos ha llevado a vivir momentos dramáticos como la eliminación de equipos históricos como el CAI, el Clesa Ferrol, el Lliria. Eso ha sido verdaderamente lo peor dentro de unos años en los que las satisfacciones han superado claramente a las decepciones. Pero personalmente he pasado muchas noches sin dormir al ver como socios fundadores, equipos históricos, personas líderes dejaban la ACB al no cumplir los requisitos de la nueva Ley del Deporte. Y eso se produjo en la ACB y no en el fútbol.
¿Tiene la sensación de vivir un nuevo momento especial en el baloncesto?
Tenemos que mantener esa ilusión, potenciar el factor humano. Debemos seguir trabajando mucho, adaptando la ACB a los modelos empresariales del momento y aumentar los ingresos. Deportivamente el baloncesto reúne dos aspectos fundamentales: Emoción y espectáculo. A partir de ello debemos tener una visión marginal, igual que les decía a mis jugadores cuando era entrenador. No sólo tenéis que mirar el balón, tenéis que tener visión de toda la pista. En la vida es lo mismo. Hay que tener visión todo lo que pasa a tu alrededor.
¿Y cómo será el futuro?
Reconozco las diferencias con los jugadores, con la Federación. Es normal porque cada uno defienda lo que considera mejor para sus intereses. Lo entendemos, pero la ACB no puede vivir encorsetada. Necesita libertad dentro de las normas. Si queremos autofinanciarnos necesitamos liberalizarnos.