El joven Moussa vuelve a casa con una sonrisa que ilumina su rostro. Él siempre se ha caracterizado por ser un chico alegre y dicharachero. Contagia su felicidad a quién está con él, pero hoy es un día especial porque le han dicho que puede viajar a Europa y jugar profesionalmente al baloncesto
Caprichoso el destino como nadie, Moussa renegaba meses atrás de cuantos quisieran verle botando una pelota de baloncesto. Lo suyo era el fútbol porque Senegal es tierra de futbolistas y, como todo joven que tiene sueños en Rufisque, el pueblo donde vive, él se acuesta emulando ser Tony Silva, el portero de su legendaria selección, aquella que en 2002 por primera vez jugó una Copa del Mundo. Por entonces, Moussa tiene ocho años pero la fiebre del fútbol contagia a todo un país.
Su envergadura y agilidad le hacía ser un portero fantástico, pero, claro, a ojos del espectador aquel espigado chico debía colgarse de una canasta y no del travesaño. Fueron muchas las voces que le insistieron para que probara con el baloncesto y, de tanto escucharlas, al final cedió.
Probó y aquello de correr y saltar le gustó. La adrenalina del baloncesto era fantástica para aplacar su ímpetu. Siempre corriendo de un lado a otro, un día de Moussa era agotador en cualquier otra persona. Y ese deporte lo cambió todo.
De primeras compaginó la multiactividad, pero cuando David Sanz se cruzó en su vida, todo cambió. Era habitual que el agente deportivo viajara por África en busca de nuevos talentos que exportar; no tanto encontrar a un chico como Moussa. No lo hizo ni especialmente bien ni irremediablemente mal durante la prueba. Hay veces que, sin explicación, las personas toman decisiones. Las relaciones crecen con el amor a primera vista y quién no ha dicho alguna vez en voz alta: "Me ha entrado por el ojo" . Llámenle instinto u ojo clínico, pero, la verdad, es que el tiempo acabó aplaudiendo ese primer impulso.
Todos en casa saben que es la oportunidad de su vida. No hay nada seguro, pero ¿y si…? Solo de pensarlo se vuelven vidriosos los ojos de sus seres más queridos.
Tuvo que pasar un invierno para que el sueño de Moussa se hiciera realidad. Como las floreces que ven la luz en primavera, el sueño del chico de Rufisque se iluminó el 22 de marzo de 2011. Ese día pisó España… y aquí sigue.
Dicen que el jet lag te trastoca los primeros días de un viaje, la morriña dura más. Para Moussa no era cuestión de añorar su casa, que lo hacía y mucho, el problema fue que todo era nuevo. Solo su compañero, Gaston Diedhiou, le servía de puente con su hogar. El idioma era extraño, el clima demasiado frío y el baloncesto… ¡ay el baloncesto!
Había que pulir tantas cosas en tan poco tiempo que a su agenda diaria le faltaban horas para entrenar. Voluntarioso como ninguno, era un alumno aventajado. Que si había que mejorar el bote, se hacía, "¡Cuidado con los pasos, Moussa!" Fueron infinidad de ocasiones las escuchó a Antonio Blázquez, su entrenador, advertirle de la infracción.
Los orfebres de Fuenlabrada y Torrejón realizan un lustroso trabajo y destaca tanto en categorías EBA y LEB Plata que en la temporada 2013-14 da el salto a la Liga Endesa confirmándose como uno de los proyectos de futuro más sólidos. No tardan en llegar a sus puertas promesas de grandes equipos de España y Europa, los intereses se multiplican ante un potencial que cada día crece y, finalmente, las expectativas se cristalizan con su fichaje por el FC Barcelona Lassa.
Los pasos de Moussa son tan grandes como las zancadas con las que corre el contraataque y salta para machacar el aro. Empero, la exigencia en Barcelona ofrece pocas concesiones para los jóvenes y su caminar se frena cuando menos debe. Los jóvenes deben progresar experimentando sobre el parqué, cometiendo errores y aprendiendo de ellos, pero no hay tiempo para ello en el club blaugrana y debe deshacer el camino para regresar al hogar fuenlabreño con el que nuevamente coge impulso. Los minutos recargan su vitalidad y la energía de su juego le hace despegar por segunda vez. La puerta que se abrió para entrar en España es la misma que le despide para instalarse en la vecina Andorra.
Al Principado llega, todavía cedido por el Barça, como jugador de rotación y con el pensamiento de ayudar mientras termina su crecimiento competitivo. Sin embargo, Moussa acorta los plazos y la energía que demuestra en los entrenamientos desborda las previsiones de los entrenadores, come los minutos de sus rivales en el puesto de pívot.
“El equipo se montará alrededor de Diagne, estamos encantados”, dijo Ibon Navarro el pasado verano. En Andorra ha encontrado su lugar, su tranquilidad… su baloncesto. Un senegalés entre las nieves de los Pirineos que se ha convertido en uno de los estandartes de un equipo que es el orgullo del país. Sobre la pista sus números se agigantan tanto como su figura, fuera de ella su carisma encandila a aficionados propios y ajenos. Un rey mago que regala zapatillas y siembra ilusión para que crezca la pasión del baloncesto en el país que le ha prometido amor eterno.
Todavía mantiene en secreto su ritual antes de lanzar tiros libres, pero a sus 26 años, Moussa ha cambiado. Ha sabido controlar su fuego interior y, aunque todavía sigue siendo todo intensidad en defensa y busca el don de la ubiquidad sobre el parqué, sabe que hay momentos dónde es mejor serenarse y no caer en la precipitación. “Es mejor una canasta que una falta que me lleve al banquillo”, se dice para sus adentros aplacando su diablillo interior. Es la madurez la que le hace pensar no tanto en él como en los compañeros y la responsabilidad de ser uno de los hombres de confianza le hace frenar cuando antaño saltaría persiguiendo el tapón infinito.
SU CRECIMIENTO EN MORABANC ANDORRA
TEMPORADA | PUNTOS | REBOTES | VALORACIÓN |
---|---|---|---|
2019-2020 | 11,5 | 6,1 | 16 |
2018-2019 | 8,6 | 6,3 | 13,9 |
2017-2018 | 5,9 | 4,9 | 8,8 |
Todo ha cambiado para Moussa… todo menos su sonrisa. Es el tipo de la sonrisa infinita, el que reta a David Broncano ante las cámaras, el que se baña en aguas coperas para celebrar una victoria, el picante de las reuniones... un showman que disfruta de la vida. Lo suyo no ha sido un camino fácil y sabe que sin su optimismo quizá no hubiera tan llegado lejos. Cuantos muchos miran detalles banales, cuando otros pelean por cuestiones insignificantes, Moussa relativiza la vida. Quiere a los suyos, los tiene presentes en su día a día y se preocupa por que estén bien. Senegal está tan lejos como cerca queda de su corazón. Pero también disfruta de la vida, exprime los días buscando las risas y, sobre todo, saborea del placer que es jugar al baloncesto. Todo ello le hace ser un ser completo y trata de contagiar su felicidad a quiénes se le acercan. El rostro del niño ha mutado a hombre, el espíritu se conserva intacto.