En ocasiones, un día señalado o un hecho concreto crean el recuerdo fundacional del baloncesto en nuestras vidas; otras veces, simplemente, el baloncesto siempre estuvo ahí. Para Jordan Loyd todos los recuerdos vitales están ligados al mundo de la canasta y éste ha sido el leitmotiv que ha guionizado sus pasos a través de los años.
Heredando el amor por el juego de sus padres, el jugador de Valencia Basket reconoce que el baloncesto siempre ha estado ligado a él. Andrea, su madre, jugó en el instituto y Kenny, su padre, fue capitán de la Universidad de Xavier, por lo que fue natural la forma en la que Jordan se enamoró de la pelota naranja. “Comencé con cinco años, era realmente muy joven. Desde que tengo recuerdos hay baloncesto en ellos, mi padre jugaba a baloncesto y fue algo que he heredado. Empecé realmente muy joven”.
De esos primeros días quedan las tardes jugando con su padre, Kenny. Sesiones interminables que durante años y, como el ciclo de la vida, sirvieron para dar el relevo de padre a hijo. “Cuando era un niño no paraba de jugar contra mí, me machacaba. Y llegó un momento en el que ya era demasiado fuerte, grande y rápido, y tenía que sacar lo mejor de sí mismo para mantenerse a mi nivel”, reconoce entre risas. Duelos que, además de crear un fuerte vínculo entre ambos, ayudaron a que el joven Loyd aprendiera algún que otro truco ‘old School’. “No me enseñó muchos trucos… bueno, un par. Tal vez como abrirme en ataque y como romper. Trucos para que la gente piense que vas hacer algo y haces otra cosa distinta. Sí, él me enseñó algunos trucos de la vieja escuela que todavía no quiero mostrar” (risas).
“Él era un base muy grande, he visto partidos de él y era un juego muy físico. Me ha contado muchas historias de cómo era de físico el baloncesto antes. A él le encanta recordarlas y a mí me encanta escucharlas y sentir que fue un gran jugador; yo intento estar a su altura”, asegura Jordan Loyd. Kenny completó el ciclo universitario en la Universidad de Xavier y llegó a ser el capitán del equipo, empero, nunca dio el salto al profesionalismo. “Había mucha gente que, conforme se iba haciendo mayor le preguntaban: ¿por qué no juegas como profesional? Es probablemente una de esas cuestiones donde no tienes mucha explicación. Era un jugador realmente bueno y probablemente alcanzó su mejor momento cuando estaba cerca de los 30, así que se desarrolló un poco tarde”, recuerda.
Los lazos familiares con el baloncesto no acaban ahí; también su hermana Tayler jugó en el instituto y sus tíos y primo jugaron en la universidad de Xavier. Así pues ha sido inevitable que en el camino de formación, Jordan Loyd estuviera regado de buenos consejeros. “Mis padres siempre me enseñaron a tener confianza, ser humilde y ser trabajador. Nada puede ser tan grande para perder tu confianza… Esas son lecciones que llevo conmigo hasta el día de hoy. Ellos pusieron mucha confianza en mí y me enseñaron que, pase lo que pase, debo estar firme y humilde”, recuerda mientras nos confiesa una frase de sus padres que es recurrente en su pensamiento: “Never too high, never too low”.
No hay lección más sabia ni que más se deba tener a mano que ésta, pues pocas profesiones son tan proclives a los extremos como la del deportista. Un día eres encumbrado a los altares del éxito y al siguiente bajas a los infiernos del olvido. Puedes abrazar la fortuna y, de repente, sentirte en la mísera soledad. Altibajos de los que no ha estado exenta la carrera de Jordan Loyd.
UN CAMINO NO EXENTO DE PIEDRAS
Sus primeros pasos como jugador de baloncesto los dio en el Instituto Milton. Como otros muchos deportistas, son esos primeros recuerdos los que no olvida porque son donde la pasión por el baloncesto creció desmesuradamente y estableció amistades para toda la vida. En el caso de Jordan, además, aquellos días traen a su mente el dulce recuerdo del triunfo alcanzado en 2010. “El mejor recuerdo que tengo de esos años es cuando ganamos el campeonato estatal en mi año júnior. Es un sentimiento increíble ser el mejor equipo del Estado. Éramos un equipo realmente bueno, con buenos jugadores que incluso hoy en día mantenemos el contacto”, señala.
Sin embargo, pese a ser el líder de aquel equipo no llegaron grandes oportunidades y tuvo que aceptar la oferta de la Universidad de Furman. Allí no fue todo lo bien que esperaba y, tras una lesión en el primer partido de la segunda temporada, pidió ser transferido a la Universidad de Indianápolis. Cuando algo no funciona es lógico buscar un cambio que reordene el camino. No siempre sale bien, pero en el caso de Jordan Loyd tuvo efectos positivos y rápidamente se ganó un puesto en el equipo. Todo volvía a encajar cuando la muerte de DaiJon Parker, su amigo de la infancia y compañero en la universidad, le volvió a recordar lo efímera que es la felicidad y lo importante que es agarrarse a cada momento de esta vida. Hoy en su honor luce el dorsal número tres y dedica cada uno de sus logros.
Pese a los números (20,8 puntos en su año senior), el hecho de competir en la segunda división universitaria restó relevancia a lo conseguido y le borró de las franquicias NBA. Sin caer en la decepción, comprendió que a él le tocaba recorrer el camino largo hasta el éxito. Se buscó un futuro en la G-League destacando en los Fort Wayne Mad Ants (equipo vinculado a Indiana Pacers), de ahí dio el salto a Europa jugando una notable temporada con el Hapoel Eliat (fue el tercer máximo anotador de la liga israelí con 17,4 puntos), pero siempre estuvo habitando en su mente el deseo de jugar en la NBA. Lo intentó durante varias ligas de verano y, finalmente, la temporada pasada Toronto Raptors le abrió las puertas de ese Disneylandia del baloncesto que es la NBA.
Jordan Loyd vio cumplido su anhelo primario y se convertió en el primer jugador de la Universidad de Indianápolis en alcanzar la NBA. “Aún no lo he asimilado y no creo que pueda asimilarlo hasta dentro de un tiempo. No piensas que eres el primer estudiante de tu universidad que pisa una pista de la NBA… es un poco locura ya que estoy intentando seguir creciendo y evolucionando hacia adelante antes de echar la vista atrás y ser consciente de este honor. Para mí significa mucho volver a la universidad cada verano porque tengo una gran relación con los entrenadores y la gente que permanece allí”, señala.
RETRATO DE UN SUEÑO
Pese a que en su primera oportunidad con la NBA Jordan Loyd solo disputó 12 encuentros, su historia jamás será olvidada. “Fue magnífico. Simplemente estaba jugando con chicos que estarán en el Hall of Fame, que serán leyendas de la NBA y que, además, fuera de la pista de baloncesto son buenas personas. Marc, Serge, Kawhi, Kyle … son grandes tipos y la experiencia de estar con todos ellos me hizo ser mejor”.
Con un contrato que le hacía compaginar partidos con los Raptors y su equipo filial en la G-League, Jordan reconoce que le tocó vivir una situación “difícil porque tienes dos roles totalmente diferentes. En la NBA tienes un rol menor y en la G-League eres el jugador principal y tienes que hacer cosas distintas, pero es bueno porque ayuda a tu juego y a adaptarte a diferentes circunstancias del baloncesto como venir a Europa. No es fácil, pero te ayudar a crecer en este proceso y me lo pasé bien”. La bipolaridad laboral de Jordan le llevó de tener que vestirse de estrella con los Raptors 905 (en nueve partidos anotó 30 o más puntos) a, simplemente, arrimar el hombro en los entrenamientos de los Raptors. Sabía cuál era su función y la aceptó con tal dignidad y entrega que a él le encargaron el rol de ser Stephen Curry durante las Finales NBA. Jordan simulaba ser el base de los Warriors en movimientos y en la ejecución de jugadas durante los entrenamientos, algo que hoy recuerda con una sonrisa. “Fue una locura. Él es uno de los mayores talentos desde la época universitaria, pero yo lo enfoqué tratando de hacer todo lo que pudiera por mi equipo en ese momento. Fue divertido, tenía muchas oportunidades de lanzar y sentía que todos estaban centrados en mí. Fue bueno sentir que ayudaba al equipo de la manera que me fuera posible”. La felicidad del anillo compensó con crees aquellas sesiones donde recibía dos contra uno, sufría el rigor táctico de la caja y uno o, sencillamente, la defensa de sus compañeros le llevaba al extremo de sus posibilidades.
Sin quererlo, Loyd también forma parte de una imagen icónica en el título de la NBA de Toronto Raptors. La instantánea es la que refleja la tensión previa al éxtasis que produjo la canasta ganadora de Kawhi Leonard en el séptimo y definitivo partido de las semifinales de Conferencia Este. Ahí, junto al protagonista del lanzamiento y Joel Embiid, Loyd quedó inmortalizado para la posteridad en un momento que ya es historia de la liga. “No sabía que iban a retratar ese momento, pero fue genial ver después del partido y de la temporada que fue un momento icónico y ahí estaba yo”, recuerda. Haciendo gala de su carácter afable, un tipo tan divertido como Jordan Loyd no dejó escapar la oportunidad e hizo suyo el momento luciendo una camiseta en la celebración del campeonato que justamente recordaba a todos que él era el tipo corriente con un traje que salía en esa foto. “La camiseta era maravillosa. Fue muy divertido”, confiesa. “Cuando se produjo el lanzamiento todo el mundo estaba mirando a Kawhi Leonard… a Joel Embiid y luego… ¿a un tipo corriente con un traje? Fue muy divertido porque, obviamente, soy más que un tipo normal, soy un jugador de alto nivel y, por supuesto, me hubiera gustado participar, pero luego todo saltó por los aires. Después de la celebración y tuvo más repercusión de la que esperaba”, reconoce.
Ese sentido del humor y capacidad para reírse es algo que le define como jugador y como persona. Sobre el parqué siempre tiene un gesto de complicidad con los compañeros y se encarga de animar y apoyarles en cada momento; fuera de las pistas se considera “Un poco alocado (risas). La gente dice que soy un tipo divertido y, la verdad, es que disfruto estando con gente. Me encanta estar con mis amigos y mi familia. Soy muy familiar y me gusta estar cerca y cuidar de la gente que forma mi círculo próximo. Valoro los momentos grandes y los pequeños… este es el tipo de persona que soy”.
Más allá de lo que dijera su camiseta y la broma que trajo consigo, Jordan Loyd es mucho más que un chico cualquiera y en este inicio de temporada está demostrando en Liga Endesa que es un jugador de primer nivel. Con 12,5 puntos por encuentro, se ha convertido en el máximo anotador de Valencia Basket y esta evidenciando que también puede generar canastas a sus compañeros (2,8 asistencias por encuentro) como ejemplificó en Murcia repartiendo seis pases de canasta.
Datos que hablan muy bien del paso adelante que dio este verano. “Es fantástico estar en España. Obviamente no está siendo fácil, no tenemos todas las victorias que quisiéramos y eso es duro. Pero estamos en una de las dos mejores ligas en el mundo”, asegura. “Competir en la Liga Endesa y Euroliga es muy divertido. Tenemos un equipo con tíos muy buenos, con chicos muy positivos, pese a no ganar partidos los entrenadores y jugadores nos mantenemos positivos y eso hace que la transición sea más fácil para mí”, cuenta. Jordan, además, reconoce que Marc Gasol le felicitó cuando se enteró de su fichaje. “Marc se alegró mucho de que viniera a España. Después de que firmara se mostró muy contento por mí y me habló muy bien de Valencia”.
Semana tras semana, Loyd viene demostrando que puede llegar a ser un jugador determinante en la liga ya sea con su lanzamiento exterior (tiene un 40% en triples) o castigando a campo abierto los errores del rival. Sin embargo, y pese a mostrar gran parte de sus virtudes, asegura que “aún puedo demostrar más cosas. Estoy enfrentándome a los mejores jugadores que hay en Europa y es un reto cada semana, pero me gusta competir a este nivel. Sé que todavía mi juego tiene que crecer y va a hacerlo. Sé que es parte del proceso. Creo que según pase el tiempo todos vamos a aportar más cosas”. De momento tiene claro que “sólo quiero ganar partidos y jugar duro”.
En lo colectivo sabe que el techo todavía queda lejos, que es largo el camino para formar la química necesaria, pero con victorias como la conseguida el pasado domingo todo es más fácil. “Sabemos que somos un equipo talentoso. Hemos tenido altibajos al inicio de la temporada e intentamos apoyarnos los unos en los otros, pero ha sido una victoria importante sobre todo por ser en casa y con nuestra afición. Como dice nuestro entrenador, vamos día a día, cada partido es importante y tenemos que intentar ganarlo”, afirma. Y en ese camino para ser mejores, Jordan tiene claro que es esencial mejorar en defensa. “Todo se basa en la defensa. Creo que hay diferentes aspectos que podemos mejorar: la comunicación como equipo y pequeñas cosas… todo tipo de detalles se pueden mejorar para conseguir más victorias", añade.
En pocas fechas, Loyd ha descubierto lo pasional que puede ser su nueva afición y ésta lo está erigiendo como uno de sus nuevos referentes. La química es total y eso se traslada al parqué. “Me siento muy cómodo en la pista, sé que es mi trabajo, pero no siento presión ni nada por el estilo. Me siento afortunado por ser jugador de baloncesto y disfruto de cada momento que llega. Creo que si te diviertes, suceden cosas buenas”, señala. Sin duda que ver sonreír a Jordan Loyd será el mejor síntoma de mejoría para Valencia Basket.