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Moderdonia también es basket

¿La peor crónica de la historia? ¿El peor partido jamás visto? Los protagonistas de Colgados del Aro y de La Vida Moderna mezclaron durante una noche baloncesto y humor. ¿Qué podría salir mal? ¡Descúbrelo!

  



Redacción, 13 Mar. 2018.- En el teaser del partido en Twitter, un usuario afirmó que el tuit era como un trailer de las películas de comedia malas: lo mejor ya iba en ese anuncio. Y no le faltaba razón. Sin embargo, más allá de ese momento cumbre de Ignatius, poseído por el espíritu de Abdul-Jabbar en su sky-hook, la cita mereció la pena.




Noche del viernes 9 de marzo, ambientazo en el Colegio San Agustín. La vida moderna es ser famoso, acudir a un pabellón lleno y ruidoso... y que nadie haya venido a verte. El partido paralelo de la Copa Colegial restaba presión a ambos equipos, que disputarían la reedición del duelo del pasado junio en la pista anexa. Y, tras lo visto en la cancha en uno de esos partidos en los que sales con síndrome de Estocolmo, la revancha está servida. Será el próximo mes de junio.

El choque arrancó con terror, con el tablero maltratado en el calentamiento y numerosos fallos que recordaban que había sido una buena idea poner el límite en 11 puntos, en lugar de en 21, a la hora de finalizar el partido. Ignatius abrió la veda antes de que Iturriaga, el que tuvo retuvo, le diera a su equipo una ventaja que, en un abrir y cerrar de ojos, parecía definitiva.




Colgados del aro no, pero por poco. A falta de mates, Daimiel acertaba desde el lateral, Iturriaga no necesitaba ni ejercer de palomero para dominar y Kowalsky, el que más serio se lo tomaba de todos, se convertía en el mejor defensor de su equipo, provocando que Quequé pidiera el cambio a la primera que pudo y se quedara en el banquillo muchos minutos con cara de haber visto la muerte frente a sus ojos.

La entrada de Mikel López, hijo de Iturriaga en el bando enemigo -la traició-, mejoró la imagen del equipo de Broncano. David, con camiseta de McGrady, se dio cuenta de que el Colegio San Agustín no es Rucker Park y, sin dejar del todo el estilo playground en su juego, comenzó a pasarla, Mikel niveló el choque con un par de canastas e Ignatius le dio la vuelta al encuentro en su versión más salvaje.




Le llaman el Elvis Canario y la casualidad es que fue el Elvis Canario. Puro rock el suyo bajo los aros, de Granadilla de Abona a Memphis, sin miedo a los centímetros de Iturriaga. Rebotes en ataque constantes, al suelo en cada balón dividido, lucha en la pintura entre litros de sudor, un taponazo para la galería y, crecido, una falta a Kowalsky que hubiera hecho llorar de emoción al mismísimo Bruce Bowen. Mensaje a navegantes. El siguiente, el ya célebre en las redes sky-hook, sirvió para poner a los suyos a una canasta de la gloria, antes de la sentencia final del que nadie imaginaba.

Fue la jugada 3, fue la jugada 3, repetía Broncano, autor intelectual de la victoria, ideólogo del mérito ajeno. David, fiel a una pizarra que solo está en su cabeza, penetró, doblando el balón a Quequé, que se puso en ese instante el traje de Don Héctor. Qué tiro, qué clase, qué sangre fría. Qué potra, en realidad. Su lanzamiento lejano hizo que su afición -el hijo de Ignatius- estallara de alegría por su victoria más inesperada.




Eso sí, los de Colgados del Aro anduvieron rápidos para plantear su réplica: si eran capaces de ganar cada uno contra uno contra sus rivales moderdonios, habría tablas. Y, por momentos, parecieron capaces de lograrlo. Quequé, pese a prolongar su estado de gracia con un churro incalificable de inicio, acabó cayendo por 2-1 contra Kowalsky. A continuación, Ignatius obligó a Iturriaga a bajar al fango para vencer de forma reñida (2-1) a un rival que regaló otro de los momentos cumbres del partido.




Daimiel tuvo en sus manos el pleno. Y lo tocó con los dedos tras su fadeway inicial, antes del empate de Broncano. Los siguientes minutos serían ilegales en numerosos países. No pasó nada y pasó de todo. Pasó de todo y no pasó nada. Por fin, el líder de La Vida Moderna, después de una posesión eterna, acabó anotando tras reverso, desatando la euforia en una Moderdonia que, ahora sí, conseguía la primera victoria oficial de su corta historia.




Llovieron los abrazos, se estiró la celebración... ¿quién diablos se olvidó del himno? Al menos hubo tercer tiempo, con el tercer partido ya en el horizonte. Dos estilos, dos mundos. Baloncesto y commedia empezaron cara a cara y acabaron entrelazados. Una vez más. Y que nunca hubo más vida moderna que la de colgarse del aro. Junio espera.

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