Crónica

Campazzo resucita a un Real Madrid de impulsos (89-84)

Real Madrid disputará las semifinales de la Copa del Rey por quinto año consecutivo tras una notable remontada contra Unicaja en los minutos finales (89-84). Un soberbio Campazzo (18 puntos, siete asistencias y 33 de valoración) lideró al equipo blanco a su 13ª victoria seguida en el torneo del K.O.

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Redacción, 15 Feb. 2018.- El Real Madrid sobrevive. El campeón podrá defender su corona tras salir vivo de un partido en el que varios destellos seguidos y la actuación estelar de Campazzo (33 de valoración) tumbaron a un bravo Unicaja que rozó durante muchos minutos las semifinales.

Tres parciales de 8-0, cuando el Unicaja amenazaba con escaparse y uno de 7-0 en el último cuarto, cuando los malacitanos se habían ido por 7 tras el 5º triple de Waczynski, cambiaron para siempre la historia del choque. El Real Madrid, a semifinales.



El presente de Causeur y Salin

Dicen que el pasado no cuenta cuando el presente llama a la puerta, pero quién se iba a atrever a quitarle la condición de favorito al vencedor de las últimas 4 Copas. Dicen que el pasado no cuenta cuando el presente llama a la puerta, pero qué malagueño no viajó por un momento en el tiempo hasta Zaragoza 2005, Garbajosa al frente, para recordar que el único título copero de su historia llegó con los madridistas como víctimas.

Causeur, que no vivió ninguno de esos éxitos blancos, ponía el reloj en hora con un inicio frenético (7-4, m.3), mas entre Nedovic y Díez, adolescentes cuando Berni levantó el título hace 13 años, demostraron que el vigente campeón tendría que sudar para no perder su corona a las primeras de cambio.

De Rudy a McCallum, desatado en ataque, el primer cuarto quedaba marcado por la intimidación de Tavares y el acierto exterior de Salin, que solo sabía sumar de tres en tres en una cancha en la que sería capaz de anotarlos con los ojos cerrados. Si el encuentro iba de ex locales, el finlandés pedía su sitio. Si el encuentro iba de puntos, el Unicaja había aguantado el primer envite (23-23, m.9). Si el pasado ilusionaba, el presente podía ser aún mejor para ambos.

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El antídoto del 8-0

Ocurrió en poco más de un minuto de juego. En lo que tardaste en ir del sofá a la nevera para una cerveza. Las palomitas aún sin hacer. Un chispazo, dos, tres. Triple de Carroll para cerrar el primer cuarto con ventaja, otro de Doncic para darle la bienvenida al segundo y golpe de gracia de Randolph para un 31-23 (m.11) impensable tras el primer acto.

El partido había cambiado sin pedir permiso. Sin avisar, sin dar pistas. Del intercambio de golpes al intercambio de rachas. Del 8-0 al 0-14. Así, sin anestesia. Todo surgió de Suárez. Por momentos, Carlos se puso el traje de la final de la Eurocup para ser imán, para ser referente, para ser base, alero y pívot al mismo tiempo. Waczynski, su mejor aliado. El polaco, perfecto en estos minutos, convertía su tercer triple sin fallo y el propio Suárez confirmaba la locura cajista (¡40 puntos en 15 minutos!) tras otra bomba lejana. El +6 aún aumentó, cuando Brooks puso la máxima (36-45, m.17), encendiendo todas las alarmas en el equipo de Laso.

En mitad de tanta oscuridad, Doncic y Campazzo supieron encontrar la luz. La extraña pareja, que bien querrían todos los equipos de Europa. Uno que lleva encadenando títulos desde que llenaba los pabellones de la Minicopa Endesa para verle jugar. Otro que supo esperar su momento para triunfar en el equipo que tan bien supo intuir su magia. Entre el esloveno y el argentino, con un pequeño cameo de Tavares, volvieron a endosar otro 8-0 explosivo para reducir a cenizas todos los méritos de su rival e irse al descanso por delante: 46-45. Dos minutos contra ocho. Dos 8-0 contra dos cuartos. El que defiende un título tiene derecho a poner sus reglas.

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El orgullo de una grada

Alberto Díaz recordaba en la previa lo feliz que fue aquel lejano 20 de febrero de 2005, cuando su equipo al que animaba con diez añitos de edad, conquistaba su primera -y única- Copa del Rey. El malagueño, que prometió raparse con tal de sentir en primera persona lo que pudo vivir por la tele, estrenó el tercer cuarto con triple, pronto imitado por Salin.

Empero, en el Real Madrid siempre había alguien dispuesto a tirar del carro. Thompkins pidió la vez. Qué fácil lo hacía, qué sencillo parece anotar en toda una Copa del Rey viéndole jugar, viéndole ganar la posición, viéndole desquiciar a sus rivales sin cambiar un mínimo su cara. Tras dos pequeñas lecciones en la pintura, un triple con su firma volvía a cortar las alas de su rival. Otro de Causeur, desde la misma esquina, le daba la vuelta a la tortilla (56-55, m.25). Y Campazzo, burlón, firmaba el tercer 8-0 madridista en los últimos 15 minutos de partido. Lo nunca visto en un partido tan nivelado.

El Unicaja, tan genial como irregular, tan capaz de todo como inocente en ocasiones, tiró de rabia para volver a asumir el mando. Shermadini se hacía grande en la pintura, McCallum seguía funcionando por impulsos y Suárez, qué show, llenaba de orgullo la grada verde (60-65, m.29) poco antes de la última batalla. La que más valía. La que mejor se le da al Real Madrid.

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Campazzo resucita al campeón

"Desde que pisé Gran Canaria sentí mucha emoción. Cuando llegué, no sabía hacer nada y poder ganar en una islma que me lo dio todo es algo inimaginable", afirmó Tavares nada más aterrizar para la Copa. La rabia de su mate antes de acabar el tercer periodo marcaba el camino a sus compañeros, que no podían vivir solo de parciales de escándalo y arrebatos de genialidad.

Quizá la mayor victoria del Unicaja en este torneo, de esas que no llenan vitrinas pero sí pabellones, fue créerselo. Sí, creer que podía ganarle al Real Madrid, algo que pocos conjuntos del continente pueden decir en momentos de todo o nada. Waczynski, en pleno trance desde el 6,75, creyó tocar el cielo de Las Palmas de Gran Canaria con su quinto triple en cinco intentos -tope histórico cajista en Copa- para poner un 70-77 con menos de 5 minutos por disputar, con aroma al segundo gran bombazo del jueves.

Sin embargo, caprichos del básquet, ese triple fue el último momento de felicidad malagueña en cuartos. De sus manos surgió la gloria, de sus manos empezó la caída, con dos pérdidas infantiles que despertaron del todo al Real Madrid. Campazzo llamó a la puerta. Toc, toc, dos tiros libres para que lloviera menos. Rudy se apuntó a la fiesta, con canasta tras rebote en ataque y posterior triple para igualar a 77 tras contraataque del argentino. Tres 8-0 para resistir, un 7-0 para ganar. Y fue a más. Suárez, siempre él, se negaba a morir de rodillas, con 4 puntos con sello de héroe. Facu, inventando una penetración imposible de contener, respondió a la primera. Thompkins, merced un triple desde una esquina con la que soñará Unicaja (82-81), completaba el golpe en la mesa blanco con menos de dos minutos por disputar. Una mirada al banquillo, con cara de "Os lo dije", otra pérdida malacitana y el balón en manos de Campazzo de nuevo. ¿Qué les podía salir mal?

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El Real Madrid, irregular durante todo el encuentro, ahora parecía incapaz de desperdiciar un ataque. Tavares convertía desde la personal, Díaz erraba desde lejos y el partido parecía morir en las manos de Trey (86-81), tras un 14-4 sangrante. Sin embargo, Nedovic estiró la fe malacitana al límite con otro triple y, después de un rebote ofensivo vital de Rudy Fernández -que se dejó un tiro libre por el camino-, el serbio volvió a pedirla. Un bote, dos. Una penetración a por el partido. Un toque de Campazzo, robo para el argentino, falta para todo el banquillo cajista, que reclamó con insistencia. Y el balón a manos del argentino de nuevo. Campazzo, infalible desde el tiro libre, , completó su encuentro más redondo con la camiseta blanca (18 puntos, 7 asistencias, 33 de valoración), con los tiros libres de la victoria (89-84). El campeón sigue vivo.