Poco a poco, el germen del cambio iría cuajando. Los clubs –no siempre todos- celebraron varias reuniones para hablar de cuestiones como el patrocinio de la Liga o las gestiones con TVE, siempre con el objetivo de generar ingresos, mientras va creciendo entre ellos la conciencia de crear una asociación.
En esta dirección se enmarca la reunión que diversos clubs (Granollers, Pineda, Baskonia, Askatuak, Basket Badalona y Helios, los dos últimos de Segunda División; Real Madrid y Estudiantes, por su parte, excusaron su asistencia mediante sendos telegramas) celebraron en Zaragoza el 8 de octubre de 1977 bajo los auspicios de José Luis Rubio, en la que (copiamos literalmente la información publicada en “El Heraldo de Aragón) “adoptaron por unanimidad el acuerdo de constituir la Asociación de Clubs Nacionales, ultimándose algunos detalles y completando la redacción de los estatutos a presentar a la Federación Española de Baloncesto para su aprobación”. Sin embargo, el objetivo todavía quedaría muy lejos.
Gasca tenía una buena relación con Eduardo Portela, entonces director técnico del FC Barcelona, después (1982) asesor de la presidencia y primer gerente, y más tarde (1990) primer presidente ejecutivo de la ACB. Y algunos entusiastas dirigentes de clubs sin grandes medios económicos, que eran los que más lo necesitaban, se empeñaron en dinamizar el proceso con numerosas reuniones y continuo contacto telefónico. Hablamos de José Luis Rubio en Zaragoza, Antoni Novoa en Granollers y Juan Fernández en Ferrol. También fueron muy activos José Luis Sánchez Erauskin (Santxon) en Vitoria y Domènec Tallada en el Círcol Catòlic de Badalona.
“Éramos unos clubs, digamos, modestos –recuerda Rubio-, con un denominador común: una serie de personas que tenían desde sus orígenes un profundo sentimiento y amor por este deporte, unido al deseo de poder competir con los grandes en opciones de igualdad. Algunos veníamos de la Primera B, en la que ya habíamos conseguido dejar atrás el nombre de Segunda División, en algunos casos incluso después de haber luchado deportivamente desde la Tercera División. Y también habíamos participado del sueño de aquella primera liga profesional”.
“Para el nacimiento de la Asociación fue fundamental el hecho de que varios directivos de clubs hechos a sí mismos tuviéramos las mismas inquietudes”, continúa explicando el que fue, al frente del Helios, el artífice del espectacular crecimiento del baloncesto de élite en Zaragoza. “Las inquietudes de unos dirigentes del baloncesto de clubs, que entendíamos que el esfuerzo y el riesgo económico que asumíamos en nuestros respectivos clubs no se veían correspondidos con una capacidad de influencia en la gestión y el futuro de la competición que diera sentido a la existencia de todos y cada uno de los proyectos. Sabíamos lo que queríamos y hasta dónde podíamos llegar. Queríamos ser dueños de nuestro destino, porque el marco federativo del momento no daba respuesta suficiente a esta inquietud. Había que igualar la competición y conseguir la independencia económica: administrarnos nosotros y aumentar los ingresos”.
Santxon, que lo fue todo en el Baskonia (jugador de la primera plantilla de su historia, en1959, y luego presidente, gerente, consejero…), recuerda aquellos primeros tiempos de la Asociación como “muy difíciles y al mismo tiempo muy bonitos. Difíciles, porque había que cambiar el orden establecido. Costó mucho sobre todo integrar a los árbitros, sin lo cual el proyecto quedaba incompleto. Pero también muy bonitos, porque todos pensábamos igual: que dentro de la Federación no se podía hacer nada”. Reconoce que le sorprendió la rapidez del proceso, debida a que “la Federación tampoco peleó mucho, porque Segura de Luna, que no tenía un pelo de tonto, lo vio inevitable”. Para él, la clave del éxito estuvo en que “todos los clubs estábamos decididos a colaborar, unos cediendo parte de sus privilegios y otros no exigiendo la igualdad total”.
“La gente estaba muy cabreada, porque el poco dinero que generaba el baloncesto se lo llevaba la Federación Española”, recalca Miguel Ángel Bufalá, que fue campeón de España juvenil con el Estudiantes en 1964 y, desde 1967 hasta hoy, ininterrumpidamente, directivo de la entidad madrileña, como gerente, vicepresidente o presidente del club y de la fundación, además de médico de prestigio. Él fue quien expuso que los jugadores de baloncesto debían estar adscritos a la Seguridad Social… y que lo pagara la FEB. “Los clubs queríamos más independencia, porque todo lo controlaba la Federación Española”, reitera Domènec Tallada. “El Real Madrid, que dominaba la situación, se unió pronto al resto. Al Barça le costó un poco más”. Y reconoce que “al principio no teníamos muy claro hasta dónde podríamos llegar y seguramente no esperábamos romperlo todo; el dinero era el gran problema, pero fuimos consiguiendo cosas, en los primeros tiempos poco a poco y después más deprisa”.
Sabían aquellos pioneros que para conseguir su objetivo habría que cambiar el orden establecido, modificar estructuras anquilosadas, buscar publicidad y negociar con TVE. Y sabían también que el recorrido no iba a ser fácil. Pero estaban decididos a luchar contra todo lo que fuera necesario, empujados por la convicción de que no había otro camino para llegar a la meta deseada: un baloncesto español más fuerte y más justo, capaz de generar sus propios recursos y también de dar la oportunidad de competir con opciones, en toda la magnitud de esta frase, a todos los equipos que se adhirieran al revolucionario proyecto.