A Coruña, 18 Feb. 2016.-El Herbalife Gran Canaria se planta en las segundas semifinales de Copa del Rey de su historia tras una victoria cargada de épica frente al Valencia Basket (78-83).
El cuadro de Aíto García Reneses fue capaz de vencer a un Valencia Basket que solo había perdido un partido en toda la Liga Endesa y que, iniciado el segundo cuarto, sentía que el camino hasta semifinales era llano (28-16, m.11). En solo dos minutos, con tres triples, el cuadro canario se metió en el partido y el parcial fue creciendo hasta la locura, con un 0-21 que tampoco le sirvió a los canarios para adueñarse del choque, igualado al descanso (42-42).
El Valencia Basket sacó la garra para escaparse en el tercer periodo y volvió a sentirse vencedor una vez iniciado el cuarto final (67-57, m.31), antes de que los amarillos despertaran, esta vez por vez definitiva, tras un triple de Pangos. La escabechina interior de Báez y Omic y un triple de Rabaseda que Diot no pudo responder, la sentencia de un sueño.
El líder vestido de líder
Después de una semifinal intensísima, donde una canasta era un tesoro, un segundo algo más que un segundo y hasta un rebote te podía valer un partido, qué diferente pareció el inicio del Valencia Basket-Herbalife Gran Canaria. El tiempo avanzaba más rápido, las defensas pedían algo de tregua y los puntos llovían de forma sencilla, en una especie de pacto de no agresión que pronto rompieron los taronja.
Salin saludaba de inicio, San Emeterio le devolvía el gesto con puntos (7-7, m.3) y el propio Salin daba la réplica en forma de triple (12-10, m.4). Ambos sentían que podían relajarse atrás con tanta inspiración en ataque mas la ecuación era clara: el primero que empezara a fallar podía quedar muy descolgado. Y cuando el aro empequeñeció para los de Aíto García Reneses, su rival solo tuvo que seguir la inercia, impulsada por su superioridad en el rebote.
Hamilton entraba en escena. Sikma también. 16 puntos en cinco minutos. San Emeterio, completísimo, hurgaba en la herida y, por si faltaba alguien, Lucic abría brecha del todo con cuatro puntos seguidos. El líder haciendo de líder. El Valencia haciendo de Valencia, con 6 rebotes en ataque -y solo 8 fallos- y un 14-4 en el balance global reboteador que desequilibraba el duelo al término del primer periodo (26-16). Jugando así… ¿quién podría pararle?

La guerra de los parciales
Como si el primer cuarto jamás hubiera terminado, Lucic estiró un poquito más su racha para una máxima de +12 (28-16, min.11) justo antes de que el partido saltara por los aires. Que, simple y llanamente, explotara en mil pedazos por el acierto de un Herbalife Gran Canaria rompedor desde el 6,75.Seeley cogió el martillo cuando nadie se atrevía ni a sostener un clavo. Aguilar lo usó para romper el cascarón al fin y Seeley, otra vez él, destruyó el aura de perfección del Valencia Basket con otro acierto exterior. Destruir para volver a crear. La anarquía era esto. Tres triples en minuto y medio. Tres triples para cambiar un encuentro (28-25, m.12). Y un 0-9 que aún era muy corto para lo que estaba a punto de suceder.
Por un momento, A Coruña era una isla y la bandera gallega era amarilla. Del "Sí se puede" al "Pío pío". Y de las caras tristes en la grada a esa sonrisa tonta tras un primer beso que parecía imposible. Esa sonrisa nerviosa del que disfruta pero no se lo cree, del que quiere gritar pero antes frotarse los ojos para ver si eran reales esos malabarismos de Seeley o la canasta de Omic para poner por delante (28-29) al equipo que tres minutos antes perdía de 12.
Aguilar martilleaba una y otra vez, qué disfrute el suyo, y el choque entraba en una especie de espiral del más difícil todavía, del parcial más largo, de la sorpresa más gigante. 0-15. No, no, espera, que Pablo pone el 0-17. ¿Acaba de taponarle Seeley a Martínez? Wow, 0-19 tras canasta de Rabaseda. ¿Otra vez tú, Aguilar? ¿Era en serio ese 0-21 en menos de cinco minutos? (28-37, min.15). La locura, la locura. La locura era eso.
El Herbalife Gran Canaria se lanzaba con descaro a por las semifinales pero, en las guerras de parciales, las reglas a veces se vuelven en contra de uno. Primero fue San Emeterio, tenía que ser él, el que rompió la sequía valenciana con un 2+1. Más tarde, con 31-39 en el luminoso y serio peligro de quedar a la deriva, apareció Rafa Martínez con un triple, que continuó Dubljevic con un 2+1 y completó el propio Rafa con otro enceste para igualar a 39. 8-0, igualdad total en cuanto a vicios y virtudes, en cuanto a defectos y méritos, y 42-42 al descanso tras el cuarto de más contrastes que verá la Copa en años. Destruido todo, había que empezar a construir. Y quedaban 20 minutos para ello.

El rodillo de siempre
La memoria es injusta. El baloncesto, también. El Valencia Basket lleva desde octubre regalando exhibiciones, regalando récords, regalando unos meses inolvidables a su afición y a cualquier amante imparcial de basket. La magia frenó y la decepción de la Eurocup pareció tapar todo lo anterior, como si tuvieran que llegar a tierras gallegas pidiendo excusas, pese a ser el favorito en la encuesta a técnicos no presentes en Copa. Orgulloso y herido, los de Martínez parecieron conjurarse en el descanso para creer en lo imposible: ¿Y si ni un 0-21 es capaz de pararnos?
San Emeterio al mando. Hamilton cubriéndole las espaldas. Sikma en la sombra, donde duele más. Y Vives saltando hasta las nubes para taponar a Savané. El rodillo volvía a funcionar, esta vez con un equipo delante defendiendo, al que le hizo 13 puntos en menos de 5 minutos para volver a sentirse, cuarto y medio después, dueño y señor del partido (55-46).
Los de Aíto se quedaban sin respuestas, pese a que el técnico intentaba cambiarlo todo, con hasta 4 sustituciones de una tacada. Aguilar seguía anotando, sí, y Seeley amenazaba con otra remontada después de robo (60-56, m.29), mas el rebote volvía a ser de los de la capital del Turia (9-4 en este periodo) y el intercambio de golpes eso lo condicionaba todo. Shurna, con 5 puntos seguidos al final del periodo (65-57), recordaba por qué el taronja ha sido el color de moda en el baloncesto español desde el primer día del curso. Pero deberían demostrarlo diez minutos más. Y su rival no estaba por la labor.

La venganza de 2015
Ganara quien ganara, el triunfo iba a fortalecer mucho a uno y hundir al otro. Hacer un 0-21 y perder duele. Recuperarse de un 0-21 y perder, duele igual. Dubljevic ni lo pensaba cuando volvía a poner un +10 (67-57) nada más iniciarse el cuarto. El Herbalife Gran Canaria, tras la decepción en los cuartos de su propia Copa, sentía cómo se le iba la opción de cicatrizar la herida. Hasta que Pangos llegó. Hasta que el canadiense, después del 2+1 de Báez, anotara su primera canasta del partido, 33 minutos iban ya, para volver a meter el miedo en el cuerpo de su rival (67-63). Y no era poco.
Seeley demostró que era el día de los parciales con una canasta para estirar el nuevo hasta el 0-8 justo antes de que San Emeterio se quedara congelado en el aire coruñés, en el mismísimo tiempo, para superar la defensa numantina del Herbalife, consciente ya que su éxito dependía de asfixiar más y más a su oponente. Lo entendió Báez, con un taponazo para anotar a continuación y poner el choque en tablas (69-69) a falta de 5 minutos. Como si de una prórroga se tratara, las semifinales se decidirían ahí. Y todo, una vez más, desaparecía para volver a empezar de cero.
Omic elevó su voz más que nadie. Bosnio de nacimiento, esloveno de adaptación, amarillo de corazón. Como si hubiera nacido en la mismísima orilla de Las Canteras. Mirada a la grada tras cada acción positiva. Demasiadas para su cuello. Rebote en ataque y canasta. Y testigo a Rabaseda, con un triple que, ahora sí, supo a victoria (71-76) a falta de minuto y medio. El Granca tenía a Omic. Y eso es tenerlo todo. La grada rendida, los suplentes en pie, los que estaban en pista convencidos de que, con él al lado, la Torre de Hércules tampoco parece tan grande (73-77).
Una técnica en contra y un canastón a tabla de Dubljevic lo volvió a apretar todo (76-77) antes de que Pangos se recubriera de Chocolate blanco para inventarse la asistencia del partido, aprovechada por Rabaseda. 74-77. Intercambio de tiros libres. Nadie fallaba. Hasta que Diot lo hizo, buscando la prórroga desde el 6,75. El balón le cayó a Pangos, el que inició el cambio, y el partido murió con él (78-83), para devolverle la sonrisa a un Herbalife Gran Canaria que logró a miles de kilómetro su anhelo aplazado de 2015. Pedro Martínez, manos en la cabeza, se acordó de la predicción de Aíto, que puso al Valencia Basket como favorito a la Copa, mientras García Reneses sonreía con disimulo, en contraste con su plantilla, tan radiante como consciente de que esta vez el sueño puede ir más lejos. La historia queda a un pasito.