Solucionado por fin el conflicto con el Barcelona, la vida de la ACEB estuvo marcada por la continuidad en la reforma de las estructuras deportivas del baloncesto español. Un ejemplo muy claro del éxito en este aspecto es la consolidación de la fórmula de la Copa del Rey, que ya en la cuarta edición organizada por los clubs (1987) pasaron a jugar ocho equipos en vez de cuatro. Una fórmula de gran éxito que sigue vigente.
No fue fácil hallar un relevo en la presidencia cuando Antonio Novoa puso fin a su larga gestión, que culminó el 30 de abril de 1986 con una decisión crucial para la tranquilidad económica de la Asociación: la compra de un chalet en la calle Iradier de Barcelona, que sigue siendo su sede. Costó 35 millones (de pesetas, naturalmente), de los que 15 se pagaron al contado y el resto mediante una hipoteca.
En la asamblea del 14 de febrero de 1986 se había aprobado que solamente pudieran aspirar al cargo de presidente quienes no formaran parte de ninguno de los clubs miembros. Tres semanas después, el 7 de marzo, en otra asamblea, se nombró una junta directiva provisional presidida por Mariano Jaquotot, que era vicepresidente del Real Madrid. A sus 36 años, Jaquotot era ya un economista y empresario de gran prestigio que había entrado un año antes en la junta del club blanco, de cuya sección de baloncesto se encargaría desde 1988 hasta que un cáncer (“Si he ganado muchos playoffs, ¿por qué no voy a ganar éste?”, dijo al conocer su enfermedad para mostrar su entereza, aunque lamentablemente se equivocaba) acabó con él en solo dos meses, en 1994, cuando estaba llamado a suceder a Ramón Mendoza en la presidencia del Madrid. Su prematura desaparición supuso una pérdida muy dolorosa para el Real Madrid y para el baloncesto.
En principio, las funciones de aquella junta provisional no debían prolongarse más allá de dos meses. Pero en la práctica fueron más: siete meses exactamente. No había manera de llegar a un acuerdo sobre el nuevo presidente, con los clubs divididos prácticamente por la mitad en este aspecto. Así lo demostró la votación del 3 de abril, en la que Pedro Antonio Martín, que se había encargado del baloncesto madridista hasta la llegada de Ramón Mendoza, obtuvo ocho adhesiones, por siete del otro candidato, Ernesto Segura de Luna. Sí, el expresidente de la Federación Española. Lejos ambos de las once necesarias.
“Me faltó algún voto”, recuerda ahora sin amargura Pedro Antonio Martín. “Me propusieron para el cargo el Joventut y el CAI, y me apoyaron varios otros. Quizás el Barcelona me veía una persona muy próxima al Real Madrid, pero no hubo un movimiento de los clubs catalanes contra Madrid”.
Además de ocupar relevantes cargos académicos, políticos y empresariales, Pedro Antonio Martín fue entre 1982 y 1985 el representante en la Asociación de Clubs del Real Madrid, del que era vicepresidente en el mandato de Luis de Carlos, así como vicepresidente de la Federación Española. Después representó al Collado Villalba, un club mucho más modesto. “Otro mundo”, dice.
De aquellos primeros tiempos de la ACEB explica que “fueron un esfuerzo de diálogo, de comprensión, de cesiones. Todo el mundo renunció a algo. Al principio la Federación Española no lo entendía, pero luego Ernesto Segura de Luna (que fue su rival en aquellas elecciones ya citadas) nos ayudó mucho”. Y quiere tener un “recuerdo especial para algunos directivos, como Gonzalo, Carles Casas, que ya no están, o Antoni Novoa, que se dejaron mucho dinero particular por el baloncesto”.
“Era un proyecto necesario e ilusionante, pero también muy difícil de llevar a la práctica. Teníamos que hacer un producto atractivo, convencer a Televisión Española, buscar un patrocinador… Conseguir que la Asociación pudiera financiar su propia estructura y más ingresos para todos los clubs. Por separado, quizá los tres grandes de entonces, el Madrid, el Barça y el Joventut, podrían haberlo conseguido, pero no los demás”, afirma. “Al principio se pensaba mucho en el modelo de la NBA, pero algunos ya decíamos que esto no podía ser lo mismo. El dinero, la masa de espectadores, la penetración en la sociedad, el país mismo; todo era distinto”.
Para no prolongar más aquel vacío de poder, otra asamblea (de hecho, doble) aprobó el 7 de octubre una vuelta atrás de las nuevas condiciones pactadas anteriormente: de nuevo podría ser presidente el representante de algún club. Así fue elegido Juan Fernández (OAR Ferrol), “un hombre encantadoramente polémico”, en definición de uno de los padres de la ACEB, organismo que ese mismo día perdía una letra y se convertía en ACB. Buena idea, que lanzó Toño Rivas, el presidente del Peñas Recreativas de Huesca: un nombre más corto, más comercial y más homologable a la NBA. “Fue fundamental ese cambio, sobre todo de cara a la comercialización”, explica Portela.
José Luis Rubio (CAI Zaragoza) sería el vicepresidente, y José Luis Sánchez Erauskin “Santxon” (Baskonia), el tesorero.