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Forjadores de la acb (XXIII): Alemany, un gran refuerzo

Salvador Alemany, figura clave en el FC Barcelona y en el baloncesto acb, es el protagonista de este nuevo capítulo de "Forjadores de la acb"

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“Me enamoré de la gente que había allí”. Con esta corta y gráfica frase resume Salvador Alemany la impresión que le causaron los miembros de la ACB cuando entró en ella en 1986 después de que Josep Lluís Núñez, el presidente del Barcelona, le incluyera en la junta del club para atender la petición de Aíto García Reneses, que quería que el Barça tuviera un directivo específicamente dedicado al baloncesto. De entrada, la gente del baloncesto le recibió con ciertas reticencias, porque era considerado un directivo “futbolero”. Sin embargo, bien pronto se convirtió en un puntal, unánimemente respetado, para la consolidación del proceso asociativo.

Víctor Varela, de Lugo, y Rafa Moyano, de Huesca, también tuvieron una aportación relevante en el crecimiento de la Asociación en los años ochenta. “Cuando alguno de ellos, o Jaquotot, o González Varona (Estudiantes), tomaba la palabra los demás escuchaban con mucha atención”, comenta Alemany, que subraya igualmente el “sentimiento y compromiso asociativo” de Rubio.

“Yo entonces tenía un cargo relevante en el mundo empresarial y eso, aunque a costa de sacrificar muchas horas de familia y de descanso, me permitía dedicar bastante tiempo al Barça y a la ACB. Me hacía mucha ilusión. Algunos empresarios y ejecutivos tienen hobbies como el golf, el tenis o el bridge. Pero el mío fue entonces el baloncesto. Me preguntaba a menudo sobre el sentido de lo que estábamos haciendo y cómo había que hacerlo para conseguir los objetivos. La ACB era débil, pero teníamos que hacerla fuerte entre todos aplicando criterios empresariales”, explica Alemany, que siempre consideró muy importante trabajar previamente las asambleas, sobre todo para explicar bien los proyectos a los que dudaban de ellos. “Debe tenerse en cuenta –dice- que aquella era una ‘asociación de rivales deportivos’ que estaban obligados a trabajar juntos por su propio interés. Cada cosa que se decidía podía alterar los complicados equilibrios en los que se basaba el intento de autogestión”.

“Cuando yo acudí por primera vez a una reunión –cuenta ahora Alemany-, la ACB ya tenía cierta forma, aunque también es verdad que el Barcelona y el Real Madrid mostraban algunas reticencias. Pero creo que con el paso del tiempo demostraron ser dos de los clubs que más fomentaban el espíritu asociativo. En los tiempos de Mariano Jaquotot era fácil que nos pusiéramos de acuerdo, nos respetábamos. Y la forma en que actuaba el tándem Eduardo Portela-Jordi Bertomeu te hacía pensar que aquello iba en serio. La gente podía ir a la suya, era en cierto modo una asamblea de intereses individuales, pero se incorporaron criterios asociativos, porque quedó claro que todos necesitábamos una liga sana y consistente. En aquellos tiempos todavía necesitábamos llegar a acuerdos puntuales con la Federación Española y había algunas competencias que podríamos llamar precarias, como en el tema arbitral”.

“Este era un asunto ciertamente complicado, algo especialmente sensible para los clubs. Un punto en el que las discusiones eran constantes”, recuerda Alemany. “En un momento dado, a propuesta mía, llegó a aprobarse que los equipos puntuaran a cada árbitro de sus partidos y que, durante un tiempo, las designaciones de cada encuentro tuvieran en cuenta la opinión que tenían los equipos de cada colegiado. Este sistema, que llegaba a la recusación, tenía muchas ventajas para evitar las desconfianzas sistemáticas entre equipos y árbitros, pero entonces los árbitros alegaron que aquellos colegiados a quienes Barcelona y Real Madrid puntuaran mal nunca pitarían finales, y eso les condicionaría. Personalmente, entendí el argumento y yo mismo propuse retirar la medida”.

Además del de los criterios de reparto de los ingresos centralizados, gestionados por la ACB por delegación de los Clubes, otro de los debates más recurrentes era el de cerrar la Liga, con el referente de la NBA. "Este debate sigue hoy vigente en las ligas nacionales y en la Euroliga. Pero yo nunca creí en ello -nos dice Salvador Alemany-, porque no está en la cultura y en los valores europeos del deporte. El elemento agónico de clasificarse o no y el riesgo de perder la categoría son esenciales para el interés del seguidor europeo del deporte. Además, luchar desde abajo para escalar la pirámide y poder llegar a la máxima categoría es un aliciente fundamental para el deporte de base y el estímulo de los jóvenes. Y, en mi opinión, este criterio sigue siendo válido y así lo defendí en la ACB y posteriormente en la Euroliga, incluso en un modelo tan mercantilizado como el actual en el que el equilibrio presupuestario es esencial".

El “hermano menor" del debate sobre una liga cerrada fue entonces el asunto de los descensos y la ampliación del número de participantes para evitar el descenso, o la reducción para que el reparto de los ingresos fuera superior. “Era como una montaña rusa –explica Alemany-, sobre todo en la relación con los poderes establecidos (Federación Española y CSD) y cuando estaban en juego los intereses clasificatorios de cada uno, algo que generaba repentinos cambios de opinión de los miembros de la asamblea, según la situación del equipo propio”.

"Pero en ningún momento tuve la sensación de que todo aquello pudiera venirse abajo”, afirma. “La mayor parte de los profesionales del baloncesto en los medios de comunicación eran comprensivos con las dificultades y nos ayudaron, porque se sentían comprometidos con el nuevo proyecto, pionero del deporte profesional por equipos en España. La Liga de Futbol Profesional fue siempre por detrás de la ACB en sentimiento asociativo. Y con el paso de los años observé que había arraigado un sentimiento de unidad, de asociación, todavía superior, aunque nunca exento de confrontación, entre rivales que necesitan trabajar juntos".

"No quiero olvidarme del difícil papel que tuvieron que desempeñar Gómez Navarro y Cortés Elvira, desde el Gobierno, y Ernesto Segura de Luna y Pere Sust, desde la Federación Española. Visto desde ahora, creo que debemos reconocer sus dificultades y su flexibilidad para hacer posible la ACB”, termina Alemany.