Eduardo Portela es un personaje clave en esta historia. Desde el principio. Fue uno de los primeros convencidos de la necesidad de unir a los clubs en una asociación y trabajó para ello a menudo en la sombra, cuando estaba en nómina de una entidad, el Barcelona, que no lo tenía tan claro. Cuando se desvinculó de ella, los directivos de la ACEB tuvieron clara la conveniencia de incorporarlo oficialmente al proyecto. El 27 de septiembre de 1982 se le nombró asesor de la presidencia.
Bien pronto tendría que lidiar como tal con un toro muy difícil. Portela, justo él, un hombre de amplio pasado azulgrana, se vio obligado a enfrentarse a la posición de su antiguo club, y muy concretamente del presidente, Josep Lluís Núñez, que no creía oportuno el ingreso de la entidad en la Asociación, al considerar que de este modo su junta directiva perdía independencia.
El problema venía de lejos, de mucho antes del fichaje de Portela por la ACEB. Aunque el Barcelona participó en las primeras reuniones -algunas incluso con el mismo Portela como su representante- y mostró una buena disposición en los inicios -básicamente gracias al talante dialogante de Josep Mussons-, las diferencias no tardaron en llegar y el club barcelonista estuvo fuera en los primeros meses. La situación no podía ser más extraña.