Redacción, 12 Dic. 2012.- Cheri y Mike se frotaban los ojos. La puntería del pequeño Ryan no era normal. Su pasión por encestar, más comprensible. La hermana de Cheri, Michelle, estaba casada con un tal Danny. De apellido Ainge. Doble campeón de la NBA y All Star en aquel 88 en el que Ryan, con apenas tres años, metía una y otra vez la minúscula pelota en aquella canasta de plástico que le habían comprado para el salón.
"¿Y si le quitamos el tablero?" Y lo hicieron. Pero Ryan jamás tiraba a tabla y ni lo notó. No le hacía falta y siguió anotando. A sus 7 años de edad, su tío Danny hizo las maletas para mudarse a Phoenix, donde jugaría con los Suns. Era la ocasión perfecta. Su Gilbert natal estaba a 40 kilómetros del pabellón y verle en directo sería su mayor impulso para seguir alimentando su idilio con el balón.
Ryan creció jugando con Tanner, el hijo de Danny, de su edad. Eran el perro y el gato y se peleaban todo el rato. Su primo ganaba la lucha. Él, tirando a canasta. No había dudas, el basket sería su destino. "Mi padre me animó a jugar también béisbol, fútbol americano y tenis, pero el baloncesto era el deporte más divertido para mí, con el que mejor me lo pasaba. Tuve una gran infancia. Mi padre trabajaba en casa y nunca nos faltó de nada".
Su padre tenía un papel destacado en la iglesia y Ryan aprovechaba que esta tenía una pista de baloncesto. "Tiraba todo lo que me apetecía". Hasta mil tiros al día, no es leyenda urbana. Sin embargo, en aquella época solo tenía tiro. Y sus inicios en el Gilbert High School no ayudaron. "Fue muy difícil porque no era mi zona, no tenía amigos y todo fue nuevo para mí. Hasta el tercer año no exploté". Su endeble físico jugaba en su contra y solo su esfuerzo y su capacidad para tirar le permitían tener más oportunidades con su equipo. Fuera de la pista era querido por todos.
Un buen día, le dio de su dinero 50 dólares a su madre, para que comprase unas zapatillas deportivas, pegase al timbre de la casa de un compañero de equipo, las dejase ahí y saliese corriendo. Se enteró de las malas condiciones económicas de su amigo y quiso ayudarle sin ponerse medallas a cambio.
En su último año en el High School, Toolson encontró por fin su hueco y se convirtió líder de un equipo modesto, lleno de bajitos, que arrasó en el estado, proclamándose campeón, con 22 puntos suyos en la final y 19 de media durante el año. Su pareja de oro en aquel equipo, Tommy Hambicki, tuvo un accidente de tráfico cuando volvía precisamente de celebrar el campeonato y quedó paralizado de cintura para abajo. Ryan jamás abandonó a su amigo, con horas y horas en el hospital animándole y apoyándole en la larga rehabilitación. Hoy Tommy es una estrella del baloncesto en silla de ruedas. "Es de los mejores del país, estoy muy orgulloso de él. Sigo en contacto con él, claro. Y me encanta ver que se ha convertido en uno de los mejores jugadores de todo el país".
Aquel incidente marcaría la juventud de Ryan que, pese a ser jugador del año en su estado, eligió a la modesta Utah Valley en lugar de ir a BYU o Arizona State. Simplemente, su boom fue tardío y él ya se había comprometido con ese centro. Aunque, pese a que jugó tres encuentros en la 2003-04, hubo que esperar dos años más para verle triunfar en la universidad. Y es que Ryan, mormón, viajó de misión a Ciudad de Guatemala durante dos años que le cambiaron para siempre. Como persona y, más tarde, como jugador.
Dos años sin baloncesto y tres de gloria
"Fueron dos años dificilísimos, la experiencia más dura de mi vida. Se trataba de un país complicado, no sabía español, me tenía que acostumbrar a la cultura, a la comida y a la lengua. Y no tenía al lado ni a mi familia ni a mis amigos". De hecho, pese a escribirle un e-mail a la semana, durante su estancia solo habló en un par de ocasiones con su familia: el día de Navidad y el Día de la Madre.
Vivía en la Zona 1, cerca del centro de la ciudad, tierra de la Mara Salvatrucha. Pasó miedo pero aprendió, pese a que le robasen lo poco que llevaba por la calle en varias ocasiones. Era otro mundo. A él le compensaba. A él le llenaba. "Representaba a mi Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Yo ayudaba a la gente, especialmente a los más desfavorecidos. Tratábamos con personas adictas, con problemas de drogadicción, y les ayudábamos al que lo pedía a conocer más sobre Jesucristo. Hacíamos lo necesario para aquellos que nos necesitaban".
En 2006, volvió a montarse en ese avión que tantas veces había soñado y pudo volver a casa. O casi. Porque para él siempre Utah Valley University (UVU) fue una segunda morada. Como años antes le pasaba a sus padres cuando Ryan anotaba y anotaba en la vieja canasta de plástico, ahora era su técnico Dick Hunsaker, el que se frotaba los ojos al ver que, recién aterrizado y tras dos años sin tocar un balón, Toolson las marcaba todas. Lo llevaba en la sangre.
Ryan no solo encandilaba en los entrenamientos. El jugador no acusó el periodo de inactividad y su difícil experiencia guatemalteca. A las pocas semanas, ya decidía en pista, con 15,5 puntos por encuentro de media en esa 2006-07. "Casi todo el mundo era de mi religión, lo que me permitió hacer nuevos amigos de forma muy rápida. El entrenador me dio la oportunidad de hacer muchos tiros y tuve éxito", relata. Por aquella época, ya le llamaban "Long Range" ("Largo alcance"), aunque donde dio más que hablar, a nivel nacional incluso, fue desde el tiro libre.
"Tengo mucha confianza cuando los tiro, siempre pienso que el balón va a entrar. A mí, fallar un tiro libre me persigue más incluso que errar una canasta ganadora en el último segundo porque es que no se deberían fallar tiros libres. En un partido hay muchas cosas que pueden impedirte hacer un bien lanzamiento, pero un tiro libre es siempre lo mismo, es lo único que no ha cambiado en la historia del basket. 10 segundos, tiro abierto y frente al aro. De pequeño le preguntaba a mi tío Ainge por qué los pívots fallan tiros libres y tienen un porcentaje tan bajo", dijo en una ocasión, entrevistado por Collegehoopsnet. No era solo palabrería. En aquel curso lanzó 99 tiros libres. Anotó 96. "Recuerdo esos tres. Uno contra Southern Utah y dos seguidos contra South Dakota". El último lo tiró a fallar.
Su media del 97 % era la mejor del país, aunque no de forma oficial por las especiales características de Utah Valley, que estaba pasando de ser un equipo independiente en la D-1 a entrar en la Great West Conference. Y qué más daba. "Sea o no sea el récord, siempre será un récord para él. Y eso ya nadie podrá quitárselo", respondía su padre.
El de Gilbert volvió a ser el mejor en el país en tiros libres en las dos siguientes temporadas, con un 95,1 % y un 92,7 % respectivamente, para un 93,7% de media final, la segunda mejor marca de la historia NCAA. Empero, pronto dejó de ser una mera anécdota estadística y un hombre récord para convertirse en pura genialidad en pista. "Es un regalo verle", exclamaba su técnico, el mayor de sus fans. "Es el mejor tirador del baloncesto universitario. Es absolutamente un jugador NBA. Pero absolutamente. Jamás vi una mentalidad ofensiva como la suya. Si le dan la oportunidad..."
Todo acompañaba. Hasta el amor. En 2008, Jessica dejó de ser su novia... para convertirse en su esposa. "Casarme en la Universidad es la mejor decisión que tomé en mi carrera. Encontré a la chica de mis sueños y supe que era para mí, por lo que no había más tiempo que perder. Ayudó en mi juego. No tuve más fiestas hasta las 2 de la mañana. Me centré en el baloncesto, en los estudios y en ella". Licenciado en zoología y marido feliz, en la pista tampoco le fue mal. Ryan elevó sus números hasta los 23,4 puntos en la 2007-08, que elevó ligeramente (23,8) en su año de despedida. Se marchó siendo considerado el jugador más grande que pasó por ese centro, con récords de anotación, asistencias, triples y tiros libres.
Pero antes de partir, la guinda. Qué rabia le dio a Ryan fallar un tiro libre en su partido contra Chicago State, y más justo después de hacer su peor partido, el único con menos de 10 puntos, en todo su último año. Si bien el tiro libre le dolía más. No podía explicárselo. Se quedó con el brazo en alto mirando al infinito. Gritó, se enfadó y su técnico lo sentó para que se calmara. Volvió y ya nada fue igual. El partido, agónico, ayudó, con cuatro prórrogas para el recuerdo que le dieron épica a su día más redondo. 11 de 18 en tiros de 2, 7/11 en triples, 20/21 en tiros libres. 63 puntos, 12 rebotes. Tope del año en la NCAA. El partido de su vida.
Ryan se sintió en la cima del mundo. Medio centenar de mensajes de texto y de voz, gente de la que no había oído hablar en años felicitándole. Su nombre, en las noticias. "El sobrino de Ainge", la eterna coletilla. Y es que poco más se sabía de un héroe anónimo que jugaba en familia como local. Sus abuelos Margaret y Ron, pese a las dos horas y media de distancia desde su casa, siempre estaban allí. Pocos más. Ni ojeadores NBA, ni periodistas reputados. Cualquier cosa que se saliera del guion, era la novedad. La distracción para la grada.
Con esa premisa, Ryan tenía la NBA muy muy cara. "Soy tan bueno como el resto de tíos que suenan para el draft", se lamentaba. Pero le habían visto muy poco. "Siempre he pensado que la NBA es una cuestión de tiempos. Quizás podría haber llegado si hubiera jugado en otra universidad, pero aquel no fue mi momento". Turquía sería su destino.
Turquía, al rescate
"¿Pinar... qué?" A Ryan se le atragantó el nombre del que sería su nuevo equipo, el Pinar Karsiyaka SK de Izmir. "No sabía nada de Turquía, la verdad", reconoce. A Toolson le costó arrancar fuera de la cancha. "Era una religión tan diferente a la mía y encima no conocía la lengua. Sin embargo, la gente era muy buena conmigo". En la pista, la adaptación fue mucho más rápida.
El de Arizona encandiló en la primera parte de la temporada y mantuvo el tipo hasta el final para un promedio de 16,7 puntos por encuentro, con más del 40 % en triples. Era una metralleta, un bombardero. Y eso que el baloncesto europeo y el propio país turco le habían sorprendido. "¡Aquí todos tiran! ¡Hasta los pívots!" Su experiencia pasada en Guatemala, mucho más complicada, le ayudó psicológicamente y un equipo lleno de norteamericanos con los que hablar hizo el resto.
All Star en Turquía (12 puntos aquel día), Ryan ganó en confianza para volver a probar fortuna en la NBA, su eterno anhelo, jugando en la Liga de Verano con Phoenix. Dan Majerle, otrora estrella a la que veía jugar tantas veces de pequeño, era el asistente de los Suns. No tuvo demasiada fortuna -6 minutos de media en 2 partidos y solo una canasta anotada- y volvió a hacer el equipaje. En Europa ya tenía un nombre y un clásico, la Benetton de Treviso, decidió apostar por él.
Aterrizó en Italia con el mote de "Carabina" y prometió en el arranque, pero pronto perdió sitio en el equipo de Treviso. "No sé qué ocurrió para no triunfar allí, la verdad. Creo que no me adapté bien al sistema de Repesa, no encajaba. Lo intenté todo y me esforcé, pero nunca funcionó". Tras 15 partidos (9,5 pt), Ryan Toolson fue cedido al Fabi Shoes Montegranaro. De Málaga a Malagón. "Antes de llegar el equipo tenía problemas para ganar partidos y a los dos encuentros, allí echan al técnico. Resultó una experiencia muy mala".
6,4 puntos en 7 partidos parecían un bagaje pobre para lo que había demostrado los años anteriores. Ryan y su mujer hacían escapadas para conocer lugares de Italia cada vez que podían pero nunca terminó de conectar con aquel país. "La verdad, para serte honesto, no disfruté nada mi experiencia italiana. Nos gustaba la comida... pero durante un mes. Todo el día pasta y pizza resultaba aburrido, ¡no puede ser! No había muchos McDonald's, ni Pizzas Hunt, ni restaurantes americanos". Algo salvó aquel año. Lo más importante. Asher.
"Es lo único bueno que tuve en Italia... ¡pero vaya cosa buena! Mi hijo nació en Montegranaro y la verdad es que el equipo se portó fenomenal con nosotros en el hospital y nos ayudó bastante". Asher tendría que ver triunfar a su padre, no podía quedarse con ese mal sabor de boca. Por eso a Ryan no le tembló el pulso cuando volvió a oír los cantos de sirena de la Liga Turca. Esta vez, para jugar en el Aliaga Petkim.
"Necesitaba estar en un equipo que me necesitara", confiesa hoy. Y tanto. De hecho, Toolson se convirtió en el referente anotador del equipo, con 17,3 puntos, 2,8 rebotes y 3,1 asistencias. Los fans le adoraban. "Ryan Superman", le gritaban. Recuperó la sonrisa. "Personalmente me hacía falta una temporada así, sentirme uno de los mejores del equpio y que tuvieran confianza en mí. Ese entrenador y ese equipo eran justo lo que necesitaba. Permitían que tirara y les respondía con puntos. Me gustó la experiencia". A Berdi Pérez también.
La lucha por el reconocimiento
Días antes de la llegada de Berdi Pérez al Herbalife Gran Canaria, negociaba con Himar Ojeda, que estaba en el puesto, la llegada de Toolson al club insular. Después de dejar su agencia de representación y hacerse cargo de su puesto, Berdi cerró el acuerdo. Toolson no se le podía escapar.
El jugador, que tuvo propuestas de Turquía y de Ucrania, reconoce que se fijó en la progresión de CJ Wallace y Jaycee Carroll como principal motivo para recalar en el equipo canario. Ahora está encantado de esa decisión. "Sabía que era un buen equipo y un buen lugar para vivir. Es un paso adelante en una carrera, un trampolín. Y estoy muy contento por haber venido aquí. Hay un gran equipo, la gente es muy agradable y mi familia ama esta isla".
Ryan se preparó a conciencia, recuperando su tradición de lanzar compulsivamente a canasta. Hasta 700 tiros por sesión llegó a hacer en verano antes de lesionarse con una hernia muscular. Fue operado y tardó en carburar, pero se recuperó a tiempo. "Pedro Martínez me ha dicho que confía mucho en mí y eso me anima. Espero ayudar tanto como él y Berdi esperan", declaraba.
No fueron promesas rotas. 26 minutos de media en las primeras 11 jornadas. Incluso en los días más grises. El norteamericano empezó firme, con dobles dígitos en las primeras 6 jornadas. Más tarde, encandiló con 29 puntos y 33 de valoración frente al UCAM Murcia, lo que le valió ser Jugador de la Jornada. Al partido siguiente, otros 20 puntos, que contrastan con sus dos últimas actuaciones (4 y 7 puntos), más irregulares. No obstante, promedia 12,7 puntos con un 43% en triples y, desde el primer partido, el nombre por el que más le preguntaron fue por el del antiguo ídolo Carroll. Vidas parelelas. Y él, encantado. "Ojalá pueda serlo", repite siempre, sin miedo a las comparaciones con Jaycee.
Qué manido está el tópico de "familia" a poco que un equipo parece unido, mas Ryan jura y perjura que esta vez es verdad, que son una piña dentro y fuera del CID. "Hemos tenido suerte. No suelen todos los jugadores tener familias formadas pero aquí el que no tiene esposa, tiene novia. Y Jessica, mi mujer, se lleva muy bien con las mujeres de mis compañeros de equipo. Y encima tienen hijos que juegan con el mío". La presencia de Nelson ayuda. "Para un mormón es muy cómodo este lugar. Hay muchos por aquí y no es usual tener compañeros de equipo mormones. Me siento muy cómodo aquí. Estamos muy felices en Gran Canaria".
Sus números, sólidos, por sí solos no servirían de nada si el equipo no acompañase. Pero es que este Herbalife Gran Canaria acompaña. Cuartos en la Liga Endesa, con un balance de 8-3, igualando el mejor arranque de su historia, Pedro Martínez ha conformado una de las escuadras más complicadas de batir y él se siente colmado en un equipo así. Y tira de lógica. "Mi objetivo principal es triunfar. Si hago muchos puntos y tengo éxito personal pero mi equipo pierde a nadie le importará mis méritos. Si el equipo acaba triunfando conmigo jugando bien, entonces ya tendré reconocimiento". Es el camino.
De San Diego a Las Canteras
Toolson juega con Asher, mira el reloj y enciende la tele. Tiene un hueco para verse un capítulo de The Office o Gossip Girl, las últimas series que le atraparon. Tampoco pide mucho más fuera de su profesión. "Soy tan intenso en la pista que cuando salgo de ella debo relajarme. El tiempo libre que tengo lo paso con mi familia y me lo paso igual en un parque que en un centro comercial estando con ellos".
Apasionado de la comida china, de Jim Carrey y su Ace Ventura, el alero vive pegado al 10. Su dorsal, inseparable. ¡Y eso que no es su número favorito! "Siempre ha sido el 10 pero durante mi etapa en el instituto, por una regla que había en Arizona, no podía llevar ni el 6, ni el 7, ni el 8 ni el 9. ¿Cuál era el que estaba más cerca? El 10. Y acabó siendo mi número".
Ryan habla español -"Me entiendo y me entienden"-, herencia de aquellos años en Guatemala, y se defiende en italiano, aunque nunca le pilló el truco al idioma turco. Tantos viajes le han hecho crecer, si bien vislumbra una retirada no muy lejana para no marear a los suyos. "Quizás lo deje dentro de 5 o 6 años. Deseamos tener uno o dos hijos y más y a ellos deseo darles una infancia normal, sin tantos viajes, sin tantos cambios de amigos ni de ciudad".
Hasta entonces, seguirá viajando cada verano a San Diego. Es más que una tradición. Es la reunión anual de Toolsons. Así, en plural. No falta nadie. "Es un encuentro familiar y vamos todos a California para reunirnos, ir a la playa, hablar de basket... ¡y jugarlo! Allí estuvo Danny, su tío de leyenda, hoy director ejecutivo de los Celtics, con el que tiene contacto a lo largo del año a través de correos electrónicos.
Tampoco faltó su primo segundo Andy, mito en España, tirador de raza, delicioso. Con él conversó antes de firmar por el Herbalife Gran Canaria. Es su mayor referente, por delante de Danny Ainge, ya que Andy, recordado con cariño en Andorra, Zaragoza, Badalona, Girona o Madrid, por su etapa en el Estu, le marcó años antes el camino en ACB. "Sabía que era una leyenda en España y hablamos mucho en aquel encuentro en San Diego. Él me puede contar tantas historias de su paso por aquí..."
El estadounidense repite que su casta no es tan especial, que lo de Andy y Danny es circunstancial y que en su familia materna lo que más hay son cowboys, mas su sangre irá con él a todas partes. Long Range, Carabinero, Superman... cualquier mote pesará menos que su apellido y sus raíces. De la playa de Anfi del Mar a Las Canteras, con el "Paradise" de Coldplay como banda sonora, es su canción, Ryan Toolson traza en Gran Canaria un nuevo lienzo de un linaje marcado por la puntería, la precisión y la distancia. Es el linaje del tiro.