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Nacho Ordín: 70 veces perfecto

En el curso de una temporada excepcional en los tiros libres, recurrimos a Nacho Ordín para explicar los misterios de la línea de 4,60. El oscense mantuvo hasta 2010 el mejor porcentaje histórico en una única temporada (98,1%) y ostenta, todavía hoy, el récord de tiros libres consecutivos sin fallo de la era ACB: 70. ¿Podría repetir su hazaña quince años después?

Nacho Ordín, en su primera campaña con el CB Granada (ACB Photo)
© Nacho Ordín, en su primera campaña con el CB Granada (ACB Photo)
  

Redacción, 23 Mar. 2017.- Mecánica, sensibilidad y confianza. Los pilares básicos para ejecutar con éxito un tiro libre. Los tres se pueden enseñar y entrenar, pero hasta cierto punto. En el último escalón, el que convierte a los buenos lanzadores en tiradores memorables, siempre entran en juego otros elementos -más etéreos y francamente difíciles de definir- como el talento natural y la misteriosa alquimia mental que hace que algunos humanos consigan actuar como máquinas infalibles.

En el curso de una temporada excepcional en la faceta de los tiros libres, con diez jugadores de la Liga Endesa por encima del 90% de efectividad y varias grandes rachas de aciertos consecutivos, echamos la vista atrás para encontrar a uno de los mejores lanzadores desde el 4.60 de la historia de la competición: Nacho Ordín.

Oscense con más de doscientos partidos ACB entre León, CB Granada, Gipuzkoa Basket y Lucentum Alicante, finalizó su trayectoria en la competición con un 87% de acierto acumulado en tiros libres, mantuvo hasta 2010 el mejor porcentaje histórico en una única temporada (98,1%) y ostenta, todavía hoy, y sin visos de ser superado, el récord de tiros libres consecutivos sin fallo de la era ACB: 70. ¿Quién mejor que él para desentrañar los misterios del único lanzamiento del baloncesto que siempre es igual?


El año de los récords

De Monzón a León, siguiendo su pasión y vocación con catorce años. Tiempo de sacrificios. La dirección de juego era suya. El tiro, en todas sus modalidades, su fortaleza y disfrute. 2001: una nueva vida en Granada. Amor a primera vista. Y el momento de la revelación.

Con 23 años Nacho Ordín asumió el timón del entonces recién ascendido 'Cebé' junto a Ernesto Serrano. Aquella campaña 2001-02 fue el inicio de una gran historia. "Es la ciudad y el equipo con los que más me he identificado en toda mi carrera. Pasé allí cinco grandes años. Quizá fue donde más a gusto me sentí", recuerda hoy.

En paralelo a la bonita trayectoria del equipo nazarí, que consolidaría la categoría con varias jornadas de adelanto, se desarrollaron dos narrativas individuales fuera de lo común. Por un lado, Oriol Junyent, que terminaría registrando la mejor media reboteadora de siempre de un jugador nacional: 10,5 por partido (todavía vigente; en la 2002-03 Felipe Reyes se quedó cerca con 10,41). Por el otro, la extrema fiabilidad de Ordín, que únicamente erró un tiro libre en toda la temporada y, gracias a ello, reventó el récord de porcentaje de un jugador ACB. La mejor marca previa, un 93,75% (60 de 64), databa de la 1992-93 y estaba en manos de, nada menos, Juan Antonio San Epifanio.

Ordín, perfeccionista y exigente, siempre había tenido predilección por el tiro libre. Pero, inmerso en su hermético túnel de concentración, tardó en apreciar la dimensión de lo que estaba haciendo. "Me doy cuenta de que puedo batir a Epi por la prensa. Cuando avanza la temporada y estoy en el noventa y tantos por ciento, un periodista me dice que su récord está a tiro", rememora. El base falló su único tiro libre en la segunda jornada ante el Casademont Girona. A partir de entonces, y hasta el final de campaña, una estadística inmaculada. Pero paradójicamente, en alguna ocasión su virtud se convirtió en una carga.

"Cuando quedaban pocas jornadas es cuando ya se vuelve casi insoportable. Todo el mundo, compañeros, periodistas y rivales, me preguntaban constantemente por los tiros libres", explica. Con el CB Granada salvado sin apuros, su constante y silencioso ejercicio de precisión extrema atrajo todas las miradas. "Llega un momento en que te agobia. Piensas 'joder, yo soy jugador de baloncesto; no solo me dedico a lanzar tiros libres".

(ACB Photo)
© (ACB Photo)

Y en ese momento de batalla interna, la presión por no fallar a veces se trasladó de las páginas de periódico y los comentarios de la grada a la pista. "Recuerdo el penúltimo partido que jugamos en casa aquella temporada, contra el Auna Gran Canaria. Antes de empezar, Richi Guillén me dijo que iba a hacerme varias faltas intencionadamente para que fuera a la línea, a ver si fallaba. Yo pensaba que me lo decía de coña, ¡pero lo hizo! Me hizo un par de faltas en salidas de pick and roll y tuve que tirar. No lo pasé bien, porque un error en ese momento me podía haber costado el récord", narra. Ordín anotó los cuatro tiros libres que lanzó aquel día, pero recuerda que "hubo tres que cuando salieron de la mano pensaba que los fallaba. Estaba muy presionado".

En el cierre de la temporada ante el Cáceres volvió a tener que lanzar dos veces desde el 4,60; un último momento de suplicio antes de hollar su Everest personal. "Recuerdo que Eduardo Portela había ido ese día a Granada para reconocernos a Oriol y a mí por nuestros récords, así que ese día no podía fallar. Tiré dos… y los metí. Pero con bastantes nervios". Ordín cerró su campaña con 53 de 54 para un entonces extraterrestre 98,15% de acierto. "Uno no se dedica al baloncesto exclusivamente para batir récords, pero aquello me hizo mucha ilusión. Más que nada, por superar a Epi, que es una auténtica leyenda".

Venciéndose a uno mismo

Ordín actualizó una marca de los años noventa y anticipó lo que los nuevos tiempos traerían. En el camino, tomó plena conciencia de sus capacidades. "Objetivamente, una de las cosas que mejor se me daba era el tiro, en sus diferentes modalidades: tiro de tres, tiro tras bote, libre... Penetraba muy poco, y cuando lo hacía era para doblar el pase y asistir, o parar a tres metros y tirar. Era una faceta que dominaba. Como consecuencia del récord, cada vez me importó más mantenerme en unos guarismos muy altos", explica.

El oscense arrancó la campaña 2002-03 totalmente asentado en el CB Granada y con el mismo aplomo desde la línea de castigo. En la séptima jornada ya acumulaba un 17 de 17, y 'lo' del año anterior parecía volver a repetirse… Hasta el siguiente partido.

El 17 de noviembre de 2002, el Casademont Girona, precisamente el último equipo ACB ante el que había fallado un tiro libre, visitaba la ciudad nazarí. El encuentro se tornó en lodazal, con porcentajes tétricos en ambos equipos. Ordín tuvo que disputar prácticamente los cuarenta minutos dada la seria lesión de tobillo del otro base del equipo, Ernesto Serrano. El cansancio, el azar, el desacierto que inundaba la atmósfera… Vete a saber qué, pero en su tercer viaje a la línea de tiros libres de aquel partido, falló. Sí, 409 días, 39 partidos y 70 tiros libres después, falló.

"A lo largo de mi carrera, como soy muy exigente conmigo mismo, en cada partido en que fallaba un tiro libre me comía mucho la cabeza. Pero si te soy sincero, aquel día sentí un poco de alivio", reconoce. La racha se había acabado y, con ella, la obsesión; propia y ajena. Llevó la hazaña hasta los 70 tiros libres anotados de manera consecutiva; nadie lo ha podido repetir todavía.

Paradojas de la vida, en la siguiente jornada, contra el Cáceres, Ordín hizo un 3 de 7 en tiros libres. El mismo tío que había permanecido infalible durante un año y un mes. "Me acuerdo perfectamente de aquello. Fue como una desconexión mental. Después de meter 70 seguidos, ¡fallé cuatro en un partido! No tiene mucha lógica, la verdad".

Recreando el récord

Retirado del baloncesto profesional en 2013, aunque con un exitoso regreso a Granada en 2015 para ayudar al Fundación Covirán a subir de EBA a LEB Plata, Nacho Ordín aceptó el reto que le planteamos. ¿Sería capaz de reproducir en 2017 sus setenta tiros libres consecutivos? Alejado de la práctica diaria, de la disciplina del jugador profesional, del rigor de los entrenamientos... El de Monzón se citó con las canastas del pabellón de St. Julià de Vilatorta, que el pasado mes de septiembre acogió uno de los torneos del Circuitos de Pretemporada Movistar by Liga Endesa. El resultado, en el siguiente vídeo:



Combatiendo el cansancio (porque no, no lo hizo a la primera), Ordín logró anotar sus setenta tiros libres… Incluso más: 83. A los 39 'tacos', cuando su actividad diaria ya no es el basket sino el ejercicio del Derecho en el departamento jurídico del FC Barcelona, sigue residiendo en él una habilidad que muchos profesionales del baloncesto en activo desearían con todas sus fuerzas poseer. El que tuvo, retuvo.

Las formas, perfectas. Pie derecho, el de la mano de tiro, ligeramente adelantado y apuntando a la canasta. El izquierdo, dando equilibrio. Hombros cuadrados. La posición del brazo, en un ángulo de noventa grados. La flexión de rodillas. La mirada fija en el aro. El gesto de acompañamiento al soltar el balón, como el que mete la mano en el tarro de las galletas, que dirían los americanos. Y quizá lo más importante es lo que no se aprecia: "Visualizar el balón entrando. Cada vez que tiraba visualizaba la bola pasando por la red. Me ayudaba muchísimo".

"Lo más importante es que el gesto de tiro sea siempre el mismo", recalca. "Tener una rutina te hace mantener tu concentración. Mientras la estás haciendo te abstraes del momento del partido, de lo que se está jugando… Te aíslas, y eso es bueno". ¿Has visto a Rafa Nadal ejecutar de manera compulsiva sus manías antes de cada saque? Es el mismo concepto.

Nuevos tiempos, mejores tiradores

En la temporada 2001-02 Ordín batió una marca de Epi que había durado nueve años. La suya estuvo a punto de ser superada tres temporadas después. En el curso de la 2002-03 Juan Alberto Espil centró la atención por su virtuosismo desde el 4,60. El alero argentino del TDK Manresa se plantó en la Jornada 29 con un 63 de 64; un impresionante 98,43% de éxito con el que hubiera rebasada la marca del base. Pero en aquel partido, ante el Lagun Aro Bilbao, Espil hizo un 4/5, abandonando la esperanza de convertirse en nuevo recordman. No obstante, acabó la campaña con 73 aciertos de 75 intentos para un impresionante 97,3% que, de momento, sigue siendo la cuarta mejor marca histórica.

El récord de Ordín se mantuvo intacto hasta que Blake Ahearn llegó al Asefa Estudiantes para jugar la campaña 2008-09. Un obseso del tiro, el escolta norteamericano hizo un 57 de 58 en las trece primeras jornadas. Luego, abandonó el club madrileño, pero como cumplía los requisitos mínimos de la categoría (1,5 tiros libres anotados por cada jornada de la temporada), su 98,28% se inscribió en el libro de los récords… Para ser desbancado un año después por el 'Búho de Rhode Island'. En su debut en la Liga Endesa Jimmy Baron Jr. se marcó un espectacular 70 de 71 a lo largo de la campaña 2010-11: un 98,59% de acierto que sigue siendo el mejor registro de siempre.

Mejores porcentajes de tiros libres en una temporada
Jugador Tiros libres Porcentaje Temporada
Jimmy Baron 70/71 98,6% 2010-11
Blake Ahearn 57/58 98,3% 2009-10
Nacho Ordín 53/54 98,1% 2001-02
Juan Espil 73/75 97,3% 2004-05
Alberto Corbacho 51/53 96,2% 2013-14
Brian Chase 57/60 95% 2009-10
Ryan Toolson 53/56 94,6% 2013-14
Chris Thomas 88/93 94,6% 2008-09
Juan Espil 98/104 94,2% 2003-04
Alberto Corbacho 79/84 94% 2012-13


"Recuerdo leer varios artículos a lo largo de los años que alertaban de que este o aquel jugador podía batirme, pero tampoco me obsesionaba que me quitaran el récord", señala Nacho. Porque hasta cierto punto era inevitable. "Con el paso de los años todos los porcentajes de tiro han subido. Cada vez se entrena más y hay métodos para hacerlo mejor. Ahora hay cantidad de jugadores que con frecuencia están en el 85-90% o incluso por encima. Antes, tener un 90% se salía de lo normal. Se ha mejorado muchísimo", analiza.

Los números respaldan totalmente su afirmación. El ejemplo lo tenemos en la presente Liga Endesa, en la que los diez mejores lanzadores de libres están por encima del 90%; y los cinco primeros, por encima del 94%. "Eso hace no tanto era difícil de imaginar".

Si todos acabaran en sus guarismos actuales, Carlos Suárez firmaría el quinto mejor porcentaje de la historia con su 96,43%, mientras Jaycee Carroll (95,74%), Albert Oliver (95,24%) y Billy Baron (95,12%) entrarían directamente en el Top 10. Martynas Gecevicius (94,2%) se quedaría a las puertas. Asumiendo, claro, que cumplan los requisitos mínimos exigidos (1,5 tiros libres anotados por jornada).

Los mejores lanzadores de la 2016-17
Pos. Jugador TL %
1 Carlos Suárez 54/56 96,43%
2 Jaycee Carroll 45/47 95,74%
3 Albert Oliver 40/42 95,24%
4 Billy Baron 39/41 95,12%
5 Martynas Gecevicius 49/52 94,23%
6 Aleksandar Cvetkovic 49/53 92,45%
7 Eimantas Bendzius 70/76 92,11%
8 Shane Larkin 78/86 90,7%
9 Scott Bamforth 84/93 90,32%
10 Robin Benzing 91/101 90,1%


Entre estos diez mejores porcentajes históricos no está el de Epi en la 1992-93 (93,75%), registro que superó ampliamente Ordín. Para constatar la mejora de la que hablábamos a lo largo de los años, en aquella campaña de hace un cuarto de siglo tan solo otros dos jugadores estuvieron por encima del 90%: Valery Tikhonenko (100/110 para un 90,9%) y Brian Jackson (85/94 para un 90,42%). Para entrar en el Top 10 de lanzadores de libres en 1993 bastaba un 84% (Jordi Pardo: 79/94 para 84,04%), y para estar entre los quince mejores, un 82% (Óscar Cervantes: 65/79 para 82,27%).

Jimmy Baron conservará un año más su marca de tiros libres, pues la posibilidad de que alguien le supere esta misma campaña es quimérica. Suárez, por ejemplo, necesitaría anotar 86 tiros libres sin fallo en las próximas diez jornadas para igualar.

El récord que todavía mantiene Ordín, los 70 tiros consecutivos, tampoco está en riesgo. El lituano de dibujos animados Arvydas Macijauskas encadenó 63 en su delirante inicio de la temporada 2003-04 con el TAU Cerámica. El mismo Jimmy Baron llevó la cuenta a 60 en la temporada 2010-11 (falló el primero que lanzó en la 2011-12). Javi Salgado anotó 53 entre el final de la temporada 2013-14 y el de la 2014-15. Siendo rachas extraordinarias, se quedaron cortos.

No hay nadie en el horizonte que pueda amenazar a Ordín. El pasado sábado, Jaycee Carroll falló su segundo lanzamiento desde el 4,60 en el Rio Natura Monbus-Real Madrid, poniendo fin a una racha de 42 tiros libres anotados de manera consecutiva desde la primera jornada contra el Unicaja (falló el tercero que intentó en aquel partido). El baskonista Shane Larkin llegó a encadenar 41 aciertos entre las jornadas 3 y 16; Suárez, 40 sin fallo hasta la jornada 16; Edwin Jackson, 39 entre las Jornadas 1 y 10 y Aleksandar Cvetkovic, 38 entre las Jornadas 1 y 19. Prueba de la dificultad de lo que el base oscense consiguió entre octubre de 2001 y noviembre de 2002.

Nacho Ordín con el Lucentum Alicante.
© Nacho Ordín con el Lucentum Alicante.

"Es mucho más 'fácil' tener un porcentaje alto de tiros libres durante una temporada que encadenar muchísimos aciertos consecutivos", explica él. Y el sentido común lo respalda. No es sencillo prolongar un estado de infalibilidad durante varios meses consecutivos -hasta un año- en los que pueden entrar en juego muchos factores: cansancio, lesiones, presión ambiental y del momento, la obligación circunstancial de tirar a fallar en los segundos finales para remontar un marcador adverso... Una retahíla de trampas a las que se une probablemente la más importante: la propia psicología.

"Es una cuestión mental, porque es un momento en el que te piensas el tiro y tu cabeza da muchas vueltas. Pensar en querer meterlo provoca justo lo opuesto, fallarlo", explicaba hace unos meses en el Diario Sur el actual líder en porcentaje de tiros libres de la Liga Endesa, Carlos Suárez. Obsesionarse puede ejercer el efecto inverso.

Construir la confianza

Drazen Petrovic, en su espartana rutina diaria, tenía que encestar 400 canastas, y por cada tiro libre que fallaba, se castigaba con la obligación de anotar 100 más. En sus obsesivas repeticiones basaba su confianza. Una costumbre bastante habitual en algunos de los mejores tiradores, pero no extensible a todo el mundo. Alberto Corbacho, líder de la Liga Endesa en porcentaje de tiros libres durante cuatro temporadas consecutivas (de la 2011-12 a la 2014-15), no tiene reparos en admitir que no entrena específicamente el lanzamiento del 4,60 porque lo considera un tiro de sensaciones, y jamás se podrá recrear en un entrenamiento las situaciones que se encontrará en los partidos.

"En un gran tirador sobre todo influye el talento. La mayoría de tiradores natos tienen un talento especial, innato. En mi caso era un poco así, aunque también entrenaba muchísimo porque cada vez quería cometer menos errores", afirma Ordín. "El tiro libre siempre es el mismo. No tienes oposición y hay tiempo para prepararlo. Pero al mismo tiempo es el que implica un mayor factor psicológico: eres tú contra ti mismo. Hace que probablemente le des más vueltas a la cabeza de lo normal. Es un tiro muy psicológico", añade.

La traducción al castellano de 'free throw' pierde en el camino algo del significado original. Porque en inglés 'free' es libre, pero también gratis. Un 'tiro gratis', sin oposición, que hay que aprovechar. Es un deber del jugador.

El día después

Quince años después de su impresionante marca, Nacho Ordín la sigue recordando con precisos detalles. Pero el baloncesto quedó atrás, sin remordimientos. En paralelo a su trayectoria profesional, Ordín se preocupó de su futuro después de las canastas. Empezó la Licenciatura en Derecho en León, la continuó en Granada, y finalmente, optó por seguirla a distancia. "No fue fácil. Lo importante fue que no lo abandoné". Tras jugar en la temporada 2012-13 con el Pau Orthez francés, al que ayudó a ascender a la Pro A, Ordín colgó las botas de manera profesional, terminó la carrera y realizó dos masters para completar su formación.

"No echo de menos el baloncesto. Tenía miedo de que el cuerpo me pidiera competir; me pasa a veces, pero no mucho. En los últimos años de carrera tuve problemas de lesiones y eso me hizo sufrir mucho. Yo era muy exigente, y el hecho de no poder jugar durante determinados periodos de tiempo me hizo agobiarme y pasarlo mal", aclara. Ni la técnica ni la memoria muscular le han abandonado y, como nos probó, todavía es capaz de hacer demostraciones impresionantes de tiro. El talento nunca muere.