Redacción, 25 Sep. 2016.- Qué lejos queda aquel 1998. Sonaba "Depende" de Jarabe de Palo, en el cine había fiebre por Godzilla y cada canción de Gloria Stefan era éxito de radiofórmula. En aquellos tiempos, pintados de sepia por nuestra memoria, el mundo del baloncesto descubrió a un entrenador, Luis Casimiro, que acababa de protagonizar la mayor gesta de la historia de este deporte en el país hasta el momento. 18 años después, su gesta sigue en lo más alto de cualquier ranking de machadas.
Su nombre, Luis Casimiro. Su equipo, el TDK. Su machada, conquistar la Liga, cambiar el escenario de la ACB, abrirle la puerta a otros y ser eterno en Manresa. Sin embargo, el vértigo pesó más que la propia alegría, como reconoció años después: "Me duele aún muchísimo porque la victoria conseguida en Manresa fue una de las que menos pude disfrutar en mi carrera".
Un par de minutos después de darle el primer título en su historia al Herbalife Gran Canaria, Luis Casimiro echó la vista atrás en la entrevista de Movistar+, a pie de pista, para viajar hasta ese 1998 tan paradójico, tan feliz y tan agridulce. "Cuando fui por primera vez campeón, con la Liga de Manresa, no lo saboreaba, era todavía muy joven. Ahora con la experiencia y las canas me da tiempo a saborear estas situaciones".
El técnico lo ha vuelto a hacer. Aquel entrenador que empezó sin ganar un duro en Puertollano, haciendo de jugador-entrenador hasta que le convencieron de que la pizarra, y no el balón, era su destino. El que pasó por Almodóvar del Campo y Don Benito, por Lugo, Gandía o Alicante, siempre en la sombra, hasta que Pedro Martínez le hizo un hueco como ayudante en ese Salamanca ACB. El que creció en Gijón en LEB, rechazando su primera oportunidad en la élite en Ourense para esperar su momento. El que dijo sí en Manresa, para llegar y besar el santo. El que lo repitió en Fuenlabrada. El que lo convirtió en tradición en Gran Canaria.
"Conforme pasa el tiempo tienes más perspectiva y sabe mucho mejor", confesaba en verano en Solobasket en una soberbia entrevista de Daniel Moya. "No eres consciente de lo que estás haciendo. Celebras un título, lo presentas en la Virgen de Montserrat, en la Generalitat, en el Ayuntamiento y al día siguiente te han desmantelado el equipo. Pasa muy rápido y no disfrutas del momento".
De Manresa a Cáceres y, de ahí, a Valencia. Más tarde Valladolid antes de una mala etapa en Alicante, la única vez en su carrera -en las otras 2 destituciones encontró equipo en la misma temporada- en la que se quedó en el paro. Corría 2004 y el entrenador que solo 6 temporadas antes había hecho historia, proclamándose campeón con el modesto TDK Manresa sin haber cumplido aún 40 años, se veía obligado a empezar otra vez desde abajo. Quizá el no saber venderse, como alguna vez le recordaron sus referentes en el banquillo, fue su única "culpa". Por eso, cuando llamó Fuenlabrada a la puerta, sintió que debía abrirla. Y allí volvió a pasar.
De su mano, otra vez en su estreno, el Baloncesto Fuenlabrada tocó el cielo. Firmó un 28 de mayo y el 29 de ese mismo mes del año siguiente ya lo había dejado en ACB. Por el camino, otro trofeo en forma de Copa Príncipe. Otro año inolvidable en su carrera.
EQUIPO | PARTIDOS | VICTORIAS |
Bàsquet Manresa | 80 | 46 |
CB Cáceres | 34 | 17 |
Valencia BC | 76 | 45 |
CB Valladolid | 36 | 13 |
Lucentum Alicante | 18 | 2 |
Baloncesto Fuenlabrada | 162 | 65 |
Estudiantes | 70 | 35 |
Unicaja | 9 | 4 |
Baloncesto Sevilla | 50 | 23 |
Mucho ocurrió desde entonces. Otro tres años felices en Fuenlabrada, el equipo donde más tiempo estuvo en su carrera -includa una corta etapa más tarde-, su paso por Estudiantes y Valladolid, su éxito de bombero en Málaga y otra vez de apagafuegos en Sevilla, donde acabó siendo muy respetado por su profesionalidad y grandes resultados en un contexto muy difícil.
La tercera vez
Cuando el móvil volvió a sonar, a finales de junio, Luis Casimiro no se lo pensó. Era el Herbalife Gran Canaria, un conjunto en constante crecimiento, protagonista de un lustro dorado, con pasos de gigante, con muros derribados. Con el deseo, la necesidad incluso, de traspasar otra barrera, de cruzar otra frontera. De celebrar por fin, de sentirse de una vez campeón, de acariciar un trofeo, de gritárselo al mundo. De hacer historia.
Y pronto le llegaría la primera oportunidad para ello. No se escondió Luis Casimiro en su llegada a Vitoria. No buscó excusas, no tiró de tópicos. Su equipo viajó a por la Supercopa Endesa. Su equipo viajó para ser eterno. "Esa es la idea y esa es la ilusión que tenemos todos", confesaba antes de la final, tras su pequeña gran gesta en semifinales de eliminar al anfitrión Baskonia. "Tenemos muchas ganas de poder sorprender a todo un Barcelona. Sabemos de la dificultad pero también tenemos mucha ilusión por intentar demostrar que se puede". Se pudo.
Un planteamiento sólido, soberbio, una mentalidad ganadora desde el minuto uno, una bocanada de aire fresco para el torneo, para el baloncesto nacional. Un homenaje a su propia carrera, un brindis por los que apostaron por él a lo largo de estos años y por sí mismo. Un día histórico para cualquier aficionado amarillo, otro momento mágico de su carrera.
El abrazo con su hija, mientras sus jugadores celebraban extasiados el trofeo, ya es parte de él. Parte de su vida y de su carrera. Esta vez, las canas marcaban el camino. "A título personal es una grandísima satisfacción. Ahora tengo más años y lo estoy saboreando más que cuando conseguimos el título en el 98, sabiendo que llegar hasta aquí me ha costado mucho. Agradezco al Gran Canaria esta oportunidad que ha dado".
Esta vez no hubo, como hace 18 años, apuestas que cumplir. No hacía falta raparse. No se sentía obligado a caer en el vértigo de antaño. Solo disfrutar, consciente de que aún queda toda una temporada para seguir haciendo historia, algo tan real y tangible como que su nombre estará ya por siempre ligado a la historia del Herbalife Gran Canaria. "No he hecho nada por cortar lo que están expresando. Algunos han llevado frustraciones por algunas finales que no ganaron. Es momento de disfrutar y celebrar, estar expresando lo que nos sale de dentro. Tendremos tiempo para volver a saber dónde estamos".
Amante del vino tinto y del cocido, respetuoso y amable, Luis Casimiro, aquel que nunca supo venderse, mereció sacar pecho por un día. El entrenador de los modestos, con el que hizo milagros. El único capaz de reinar en EBA, LEB y ACB. El octavo en la historia en partidos ACB -535, que se dice pronto- y el que una vez más llegó, vio y venció. Y ya van tres. La eternidad instantánea era eso.