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El verso libre de Darío
Jugador único por talento y personalidad, Darío Brizuela alcanza los 200 partidos en Liga Endesa convertido en uno de sus referentes más brillantes. Una meteórica carrera cubierta de grandes momentos que lo convierten en un jugador diferente y diferencial.
  

No hay mejor descripción para un jugador de baloncesto que la que ofrecen todos los silencios que su juego produce. En cada jugador hay algo que no tiene nombre, pero es lo que realmente lo configura. Puede ser un gesto o una actitud, pero siempre hay algo intangible que conecta emociones e inspira.

Sería fácil decir que Darío Brizuela es un gran anotador, que es un tipo diferencial en el uno contra uno e incluso podríamos agudizar más la definición y decir que es el prototipo de jugador con instinto ganador. Todo eso es verdad, pero estaríamos omitiendo la parte más interesante de su baloncesto. Aquella que no se comenta, sino se disfruta sin palabras.

Cuando este fin de semana cumpla sus 200 partidos en Liga Endesa, Darío Brizuela lo hará siendo uno de los rostros más reconocidos de la competición por la genialidad de su baloncesto, pero también por todo aquello que genera en el aficionado y atemoriza a sus rivales. Un artista de trazo fino que dibuja imposibles y reta la lógica con una estética hipnótica.

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Hay jugadores que lo son por imposición física, otros por convicción, pero en Darío se intuye el elemento pasional. Quizá porque sus padres, Javier , entrenador, y Marian, jugadora en primera y segunda división en San Sebastián, unieron destinos en una cancha de baloncesto y le inocularon el gen del baloncesto al nacer; pero puede ser porque jamás nadie le marcó una imposición (hasta los 11 años era un notable aprendiz de futbolista y tiene marcada a fuego su pasión por el Arsenal). Lo suyo fue un amor latente, pero libre. Como las verdaderas cosas que nos importan, apareció un día… pero siempre estuvo ahí. En la pequeña canasta de su habitación donde jugaba con su hermano para ver quién de los dos era Kobe Bryant. Él fue un mentor en la distancia, un referente que sin palabra guio el camino en sus primeros andares; primero en el Easo y más tarde en Estudiantes.

Con 16 años viajó a Madrid con más ilusiones que certezas. Allí comprendió que no hay sueños perfectos y, tras romperse el pie dos veces en su primera temporada, comenzó a ganarse con esfuerzo el camino que había imaginado. En la cantera colegial se esforzó como el que más por batallar cada entrenamiento y cada partido para irse a casa con el sentimiento de haber vencido. El baloncesto seguía siendo un juego, pero este se disfrutaba más con la victoria en la mochila. Por dentro se fue forjando un carácter que vio en los ojos de otros, mientras que, por fuera, todos disfrutaban de un fino jugador que tenía algo diferente a los demás.

Como si el destino supiera lo que estaba por venir, el estreno fue bajo el calor que despierta un derbi y un 5 de mayo de 2013 pisó por primera vez el parqué de la Liga Endesa disputando 81 segundos frente al Real Madrid. Luego llegaron algunos intermitentes saltos entre la cantera y el primer equipo colegial hasta que tomó la decisión de irse cedido al Peñas Huesca con 20 años.

Con él nunca ha ido lógica o el estereotipo; siempre ha sido más de impulsos y emociones. Tan reflexivo fuera del parqué como enérgico dentro de él, tomó un segundo de pausa y prefirió crecer con la libertad que le daba la LEB Oro cuando ya despuntaba en las categorías de formación de la selección española y todos auguraban un espléndido futuro en el corto plazo.

Su lado más personal
Es estudiante de psicología y desde hace años está muy implicado en acciones solidarias ligadas al baloncesto. Lo hizo colaborando con la Residencia Infantil Villa Paz a través de la Fundación Estudiantes y ahora es uno de los integrantes del Quinteto contra el bullying con los que la acb y la asociación NACE quieren combatir el acoso escolar.

La maduración durante aquellos meses le dio la razón y cuando regresó a Estudiantes no era un canterano cualquiera. Los convencionalismos asociados a ser joven promesa los dejó de lado y ya en su primera temporada al completo con la primera plantilla dio dos o tres pasos en la jerarquía del equipo, y cerró el curso con ocho encuentros de dobles dígitos. Ese año, en la cuarta jornada sumó 25 puntos para 33 de valoración. Fue un amor a primera vista para muchos, aunque para la inmensa mayoría de su demente afición, por entonces ya era uno más de sus muchachos a los que seguir y ovacionar en cada actuación.

Club y jugador retroalimentaron alegrías y decepciones. Confiaron mutuamente en que el porvenir de ambos estaría ligado a la progresión de colectivo e individuo, pero la voracidad competitiva de Darío y la necesidad económica de Estudiantes fue distanciando sus caminos. Los meandros que antes surcaron parecieron entonces ligeras desviaciones y el paso del tiempo hizo que la bifurcación emprendida acabara en adiós.

Y entonces apareció Unicaja. La solución perfecta, el destino ideal para seguir creciendo en un deporte donde ya había asentado su nombre. Lo había hecho como jugador magnético al ojo del espectador y resolutivo al entender crítico del entrenador. Entre medias, sus méritos también lo habían llevado a la selección española y nadie dudaba de que el niño que jugaba a ser Kobe o Navarro ahora decoraba la imaginación de nuevas generaciones que ya lo dibujan como modelo a seguir.

TOPES DE DARÍO BRIZUELA EN LIGA ENDESA

TOPES PUNTOS TRIPLES REBOTES ASISTENCIAS RECUPERACIONES TAPONES VALORACIÓN
BRIZUELA 31 6 7 8 4 2 33

Alegría y orgullo son el yin y el yang de su baloncesto. Su centelleante trotar, el creativo ejercicio de escapismo que completa al driblar o la fabulosa inventiva al lanzar son el anverso de una moneda que también muestra ferocidad en defensa, un fuerte carácter y rabia si el resultado no es merecido. No se entendería un Darío sin el otro… porque en el otro está el uno y solo uniendo todos sus vértices se aprecia la verdadera dimensión de su juego.

Siempre tan diferente a los demás, siempre tan igual en el deseo de ganar. Los años han ido configurando en él una leyenda de ganador. Reaccionario a la derrota, la hipérbole de su baloncesto se condensa en los segundos finales. Esos donde la devoción por un ser admirado y la negación a perder se funden en un único sentimiento: ganar. Es en ese hábitat donde Darío se siente más libre porque se aleja de convencionalismos y brilla con luz especial. Ese alejamiento intencionado de las pautas lo convierten en único.

200 partidos en Liga Endesa no está al alcance de todos, es un registro impactante y más a su edad. Su trayectoria es grande y habla a las claras de su impacto en la liga y su capacidad para inspirar a nuevas generaciones. Sin embargo, sólo si nos detenemos a pensar en todos los pequeños matices que configuran su carrera podremos empezar a comprender quién es realmente Darío Brizuela y la suerte que tenemos de poder disfrutarlo.